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Lecciones italianas

El escritor Antonio Scurati en una charla sobre la democracia en la librería de la Fundación Feltrinelli de Milán este martes.
25 de abril de 2024 22:06 h

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Hace unos días, en la librería de la Fundación Feltrinelli de Milán, un amable librero me guió delante de una mesa para anunciar en modo algo teatral de qué iba a hablar el escritor Antonio Scurati en el evento más esperado de la semana allí. “De este tema tan importante… de la democracia… de cómo proteger la democracia”, dijo, señalando la colección destacada que incluía libros con títulos como La democrazia non è gratis y Guarire la democrazia, clásicos como Fascismo eterno de Umberto Eco, ensayos de historia sobre Mussolini y Matteotti y El camino hacia la no libertad de Timothy Snyder.

En el mostrador de atención al público, el ejemplar del día de La Repubblica con el titular a toda página “La Rai censura Scurati” estaba acompañado por el libro del autor Fascismo e populismo. Unas horas antes, la radiotelevisión pública había cancelado un discurso previsto que tenía que dar el escritor este 25 de abril, el día en que Italia recuerda la liberación del régimen fascista y de la ocupación nazi con el final de la Segunda Guerra Mundial. Scurati, célebre por sus novelas históricas sobre Mussolini, iba a leer un discurso crítico también con la primera ministra, Giorgia Meloni, por no repudiar abiertamente el fascismo en el origen de su propio partido. Al final, la presentadora del programa de Rai 3 donde Scurati iba a pronunciar sus palabras, Serena Bertone, leyó en antena el discurso como acto de protesta contra su propia cadena, diarios y agencias lo publicaron y, ante la avalancha de críticas, Meloni compartió el texto en plan desafiante en su cuenta de Instagram como supuesta prueba de que ella no lo quería censurar. 

El evento en la Feltrinelli de Milán se convirtió el martes en una reivindicación de la memoria histórica y en un acto de crítica e invitación a la rebeldía contra “la deriva fascistoide”, en palabras de Scurati. La librería es la misma que en 2019, antes de que Meloni llegara al poder, llenó su fachada con las palabras “Fascismo nunca más” por el centenario de la creación del movimiento fascista en Italia como una invitación “a no olvidar”.

Las conversaciones estos días con colegas y amigos italianos a menudo reflejan el desánimo de un país dividido y con poca alternativa política a la vista. A la vez, muestran a un país lector, inquieto y lleno de ciudadanos que no están dispuestos a callarse. Como nos suele pasar a los europeos sureños, los italianos tienden a ser muy autocríticos y casi autodestructivos, pero no creo que estén tan pasivos como ellos mismos se pintan. 

Pese al desánimo, la reacción inmediata de la presentadora de la Rai, la huelga de cinco días convocada por los periodistas de la radiotelevisión pública unas horas después porque no quieren ser “el megáfono del Gobierno”, la montaña de libros sobre el presente y el pasado reciente y la vivacidad de los debates en Milán, Bolonia o Perugia ofrecen un ápice de esperanza. Este 25 de abril el Bella ciao se ha cantado con ganas, pero, como me contaba Jacopo Tomatis hablando sobre su brillante libro acerca de los orígenes y la politización de la canción, este es de alguna manera un gesto superficial. Hay mucha más historia que entender y mucha más resistencia que ofrecer frente al borrado de la memoria y, sobre todo, frente a los intentos de coartar las libertades públicas y privadas en 2024. 

El ejemplo de qué pasa cuando la extrema derecha llega al poder –una depurada con un toque de apariencia moderna y cambios hacia afuera– debería ser en todo caso un alerta para los vecinos. El olvido del pasado, la pérdida del respeto mínimo hacia los cargos públicos que ejercen una labor pública y las batallas partidistas que alejan a los políticos de las preocupaciones cotidianas de los ciudadanos son la antesala de políticos como Meloni. Una buena llamada de atención también para España, donde seguimos siendo unos privilegiados, pero estamos jugando constantemente con fuego. 

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