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El peligro de X

El perfil de Elon Musk en X en un teléfono tras el cambio de logo y nombre.

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Como suele suceder con todo pasado, incluso el más reciente, los primeros usuarios de Twitter tendemos a idealizar sus comienzos. Probablemente nunca fue esa plaza pública ideal que creíamos ver en los inicios más optimistas de las redes sociales. Pero es cierto que era una red donde era habitual descubrir personas interesantes, mantener alguna conversación, localizar fuentes de información y encontrar vídeos y fotos que ayudaban a entender qué estaba pasando en tu ciudad o mucho más lejos. En países autoritarios, en particular, Twitter, igual que otras redes, abrió una vía de protesta que no existía hasta entonces. Todavía quedan rincones así en la plataforma, pero cada vez son menos en manos del actual propietario de la rebautizada X mientras crecen todos los males impulsados por su modelo de negocio.

Tal vez nunca había estado tan claro el daño que puede hacer el caos y la desinformación en X como esta semana. Vídeos, imágenes y detalles falsos, de otros lugares o incluso videojuegos, sobre la guerra en Oriente Próximo han inundado esta red mientras la información de los medios más experimentados sobre el terreno resultaba casi invisible. Además de la reducción del equipo de moderación para gestionar la avalancha de reportes y cuentas falsas, se puede ver el efecto de varios cambios sustanciales: las cuentas se verifican sólo por pagar y tienen más tracción que el resto, la plataforma comparte ingresos por anuncios en contenido viral con esas cuentas que pagan y han desaparecido los enlaces y los titulares de los medios, reducidos a una foto que pasa desapercibida y sobre la que no existe la costumbre de pinchar para ver qué información hay detrás. El resultado es que cualquier persona, real o ficticia, esté sobre el terreno o no, periodista o autodescrita como tal, puede tener un impacto mucho mayor mientras una cantidad sustancial de falsedades emponzoña todo el entorno. 

“Aunque todas las noticias importantes en el mundo están ahora acompañadas casi de manera inmediata por una avalancha de desinformación dirigida a controlar el mensaje, la escala y la velocidad en la que la desinformación se ha diseminado sobre el conflicto entre Israel y Hamás no tiene precedentes, en particular en X”, escribe David Gilbert, el periodista de la revista de tecnología Wired especializado en desinformación y extremismo online.

Los más experimentados verificadores de información en Internet se reconocen abrumados, y a menudo están utilizando más tiempo en desmentir imágenes viejas que en intentar reconstruir qué está pasando para documentarlo, como hace Bellingcat, una web especializada en investigar abusos de derechos humanos y crímenes de guerra. “La desinformación es particularmente perversa en este caso porque a menudo enreda información auténtica con rumores y eso hace que algo tan genuinamente merecedor de ser documentado como un ataque militar a una zona urbana se asocie con una falsedad que se ha hecho viral”, explica el artículo de Bellingcat que recoge algunas de las falsedades en X sobre Israel y Gaza. 

En España, los medios especializados Maldita.es y Newtral recogen de manera sistemática los bulos, falsedades e informaciones poco claras que más circulan por X y otras redes.

Los medios son más lentos que los tuits, y más en este caso donde hay pocos periodistas en los puntos más negros y peligrosos (aunque haya muchos en la región) y necesitan tiempo para hacer el trabajo de reporterismo y verificación. Las crónicas desde la zona son más cautas y llegan más tarde. En elDiario.es nuestro equipo de Internacional no incluye detalles hasta que se asegura de que las fuentes son de fiar, y eso supone a veces dar información más tarde o no darla por las dudas que genera. No podemos competir en velocidad con un tuit o post cualquiera (tampoco con los correctos). Esto siempre ha sido así desde que existen redes sociales, pero la diferencia ahora son los obstáculos extra que ha puesto Elon Musk para que se vea menos la información más cuidada y el trampolín para que las cuentas especializadas en la difusión de bulos u opiniones extremas se vean más. El mismo Musk recomendaba hace unos días una cuenta sin identificar que ha proferido insultos antisemitas y conversaba con un promotor de conspiraciones islamófobas. La Comisión Europea ha abierto un expediente formal y ha advertido a X de que puede estar violando la regulación de la UE por la difusión de mensajes de odio y desinformación. 

La audiencia y participación en X sigue siendo una minoría de la población general, incluso de la más conectada. La sobrerrepresentación de periodistas, tertulianos y políticos hace a menudo olvidar lo irrelevante o inexistente que es esta red en la vida de las personas. Pero no por ello se debe desdeñar la influencia que puede tener en la cobertura de los medios y los mensajes de los políticos.

El caos informativo es especialmente peligroso si se une el partidismo que ya estamos viendo también en España, el de la peor calaña cuando hay tanto sufrimiento de miles de personas de por medio.

A menudo, el efecto es que muchos lectores o espectadores desconectan de lo que está sucediendo. Pero las falsedades en un contexto de guerra y violencia también pueden tener consecuencias mucho más graves cuando afectan a comunidades directamente implicadas. Es en momentos así cuando queda claro que las redes tan extensas son el equivalente a infraestructuras públicas que necesitan regulación y control para que no dependa todo de la suerte de que toque un gestor responsable. La plaza pública ideal tal vez no exista, pero todavía se puede aspirar a algo que se le parezca.

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