23J: mujeres, por nuestras vidas y derechos, a votar
Uno de los males que aquejan nuestro tiempo es la perversión de las palabras y, con ellas, de las ideas que las sustentan. Palabras como libertad, como derechos, como la propia España que la derecha y la ultraderecha retuercen para vaciarlas de contenido y apropiárselas. Para imponer su programa retrógrado. Las mujeres conocemos estos engaños, sabemos que mienten sobre las pensiones, sabemos bien que estos que tanto hablan de libertad y de derechos son los mismos que ponen trabas a la ley del aborto, que niegan la brecha salarial, que cuestionan la violencia de género o que prohíben las obras de teatro de Virginia Woolf. Que solo conocen la libertad que da el privilegio de clase, y que eso que ellos llaman España no es sino un negativo en blanco y negro que borra la pluralidad de este país tan diverso y tan rico. Que hablan de España mientras olvidan cuando no reniegan de lo establecido en la Constitución, que somos un Estado social y democrático de Derecho con los valores superiores de la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
Sabemos, incluso, que llegan a decir cosas como que igual somos “más beligerantes” porque nos falta el pene (parece una invención, pero está en las hemerotecas, el nuevo presidente del Parlament Balear, el partido de la ultraderecha, dixit). Sabemos, porque lo estamos viendo y viviendo, lo que nos jugamos este 23J. Nos quieren, de nuevo, en casa, dóciles, sometidas, sin recursos ni derechos efectivos, para que no podamos tomar nuestras decisiones sobre nuestras vidas. Quizá crean que quitando las concejalías de igualdad acaban con nuestro derecho a la igualdad efectiva. No, no acaban, pero lo meten en el cajón como papel mojado, de nuevo, si se lo permitimos. Por eso, este 23J nos jugamos mucho y, no olvidemos, cada voto cuenta.
Todas estas cuestiones son mayúsculas y a CCOO como sindicato sociopolítico, feminista y de clase nos preocupan, y mucho. Históricamente, los hombres y mujeres sindicalistas, nos hemos comprometido con el verdadero sentido de estas ideas, de estos principios y valores, hemos estado en la vanguardia de la defensa de la libertad y de los avances en derechos, nos hemos esforzado por tener un proyecto de país viable y justo para todos y todas. Y en este punto conviene detenerse en el trabajo, otra palabra clave, vertebral, y que nos interesa particularmente a las mujeres, que también nos preocupamos por las cosas del comer. En estos años de gobierno de la coalición progresista con tantas dificultades sobrevenidas (pandemia, guerra, inflación…) ha habido una apuesta clara por el Diálogo Social uno de cuyos mayores y mejores exponentes ha sido la reforma laboral. En lo que respecta las mujeres, cabe destacar que en estos cuatro años ha aumentado la ocupación en más de medio millón (507,6 mil), casi el doble que en el caso de los hombres, de manera que hoy por hoy ya hay más de 9,5 millones de mujeres ocupadas. Más que nunca en la historia de nuestro país. También se han incorporado a la actividad más de medio millón de mujeres que antes estaban fuera del mercado laboral y que ahora ven en él un futuro que - este sí- sustente su libertad.
También en estos años ha habido una apuesta clara por la subida del Salario Mínimo Interprofesional (en este caso sin el concurso de la patronal) en línea con la recomendación de la Carta Social Europea, una política que nos ha beneficiado de manera especial a las mujeres, porque somos nosotras quienes estamos situadas en los sectores y ocupaciones con los salarios más bajos. Solo hay que comprobar los datos: en los últimos seis años el SMI se ha incrementado en un 52% -de 750 a 1080 euros- y la brecha salarial entre mujeres y hombres se ha reducido en 6 puntos.
Tras años de parón, ha habido también importantes avances legislativos (me refiero al RDL 6/2019, posteriormente desarrollado en los RDs 901/2020 y 902/2020) que están permitiendo mejorar en igualdad no solo en el acceso al empleo, sino también una vez en los puestos de trabajo. Los planes de igualdad, que nosotras calificamos como las herramientas del feminismo sindical en el trabajo, y que son ahora obligatorios para las empresas de más de 50 personas trabajadoras, se han multiplicado hasta el punto de que, según la Memoria del Consejo Económico y Social de España, sólo en 2022 el número de planes de igualdad inscritos en el Registro de convenios colectivos, acuerdos colectivos de trabajo y planes de igualdad es mayor que la suma de todos los años anteriores. Y recordemos que hablar de Planes de igualdad es hablar de detectar brecha salarial, de combatir discriminaciones directas e indirectas o de negociar protocolos para hacer frente al acoso sexual en el trabajo.
Estas son la libertad, la España plural y real, y los derechos que sí nos interesan. La del trabajo igualitario y de calidad que nunca han defendido las derechas y que a menudo han querido destruir porque no les conviene. La suya, la libertad de la desregulación, los recortes y las bajadas de impuestos, es la ley del más fuerte que no mira a los suelos pegajosos donde bregamos tantas mujeres. No. Esa libertad, esos derechos y esa España no la queremos. Queremos seguir avanzando para que todas tengamos empleo digno y autonomía económica y podamos, de verdad, elegir; queremos políticas que aborden las brechas estructurales de desigualdad que nos afectan a las mujeres, que se invierta en un sistema público que nos libere del rol de cuidadoras, que se aborde la parcialidad y su uso abusivo, que se eduque en igualdad y en corresponsabilidad, que no nos maten… Las mujeres queremos una vida digna y un futuro con derechos y libertades tras el 23J. A votar.
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