Ni somos ni queremos ser heroínas
Es cotidiano. Las discriminaciones siguen atravesando nuestra vida como mujeres cada vez que nos juzgan por nuestro físico, que minusvaloran nuestra capacidad para tal o cual trabajo o que nos preguntan si vamos a ser madres o tenemos padres mayores. Y luego hay ejemplos extremos y grotescos o, peor aún, violencias que terminan socavando nuestra moral y a veces incluso, más de las que nos creemos, destrozando vidas. Antes estas realidades terribles las Mujeres en algunas ocasiones nos comportamos como heroínas, podemos solas con situaciones de barbarie que sufrimos. Si bien es cierto que esto resulta mediáticamente impactante y pedagógico, también lo es que estos hechos por sí solos no cambian realidades. Lo verdaderamente transformador, lo que nos hace evolucionar como sociedad, son las respuestas colectivas que podamos despertar.
Hace unos días leímos con horror que mujeres muy jóvenes todas ellas eran examinadas cuales bueyes y vacas en una feria de ganado para superar un proceso selectivo de empleo. Así, dientes, color de la piel, cicatrices, tatuajes, medidas y talla supuestamente pudieron mostrar las capacidades de las aspirantes para ser auxiliares de vuelo. La entrevista supuso una vejación y humillación con todas las letras, una vulneración de los Derechos Humanos, siendo multitud los detalles concretos de su testimonio que hacían pensar directamente en el esclavismo, en el que ni derechos ni libertades formaban parte de la persona para acceder al trabajo.
Pasados los primeros momentos de estupor algunas de las víctimas dan el paso para contar su terrible experiencia, y ante su valentía y para sorpresa de la razón y el sentido común, se les preguntaba en los medios de comunicación de manera reiterativa que por qué lo toleraron, por qué no se marcharon de la entrevista, por qué no denuncian en masa aun cuando fueron decenas las aspirantes… Es decir, las víctimas, de pronto, parecían haberse convertido en sospechosas.
Hace mucho que en las calles resuena el grito del “hermana, yo sí te creo” y, sin embargo, diera la impresión de que el patriarcado, que tanto nos impregna, se resiste a abandonar el viejo vicio de empezar por cuestionarnos a nosotras siempre que alzamos la voz.
Nosotras las creemos y las acompañamos porque sabemos, además, que ni somos ni queremos ser heroínas, que solas no cambiamos las cosas, que solas no hemos revuelto conciencias, incomodado a la judicatura, propuesto leyes o gritado en las calles. Las Mujeres queremos una sociedad inclusiva, compartida, que nos crea, que no nos estigmatice, y que trabaje desde cualquier ámbito posible frente a las discriminaciones estructurales que sufrimos.
Por eso desde CCOO entendimos que lo más relevante de los hechos que se hicieron públicos son las consecuencias, las respuestas colectivas que no dejan que la defensa de las libertades y los derechos fundamentales recaigan sobre las espaldas de quien decide contar el escarnio al que fueron sometidas, no sin miedos y precauciones.
CCOO somos la organización sindical más grande de nuestro país, y estaremos donde siempre hemos estado, buscando respuestas jurídicas y legales que cambien los estereotipos impuestos por el patriarcado y el abuso de poder, para que nadie tenga que vivir pesadillas como estas que suceden más de lo que los bienpensantes quieren creer y, sobre todo, para que el día de mañana, al despertar, la sociedad igualitaria y justa por la que trabajamos se haya convertido en realidad.
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