La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, lleva tres meses intentando convencer al Presidente belga para que acepte la confiscación del “oro de Moscú” con el fin de ayudar financieramente a Ucrania. Y ello pese a que todas las instancias internacionales y financieras se han llevado las manos a la cabeza. Incluso la Presidenta del Banco Central Europeo se niega a soltar los 145.000 mil millones del Banco Central Ruso congelados y depositados en su sede por la central de valores belga Euroclear porque va en contra de los Tratados. Y el tiempo apremia. No solo por la Navidad, sino porque la solución dependía del Consejo celebrado el día 18. No cabía otro hasta marzo, fecha en la que Ucrania entrará en “default”, sin opción de supervivencia económica.
La cifra había ido subiendo hasta 210.000 millones, así como los países contrarios a esta medida. Después de diecisiete horas de conversaciones, los líderes de la Unión Europea llegaron a un acuerdo para recaudar conjuntamente 90.000 millones de euros para Ucrania, pero se alejaron de los planes de utilizar los activos congelados de Rusia para Kiev. Ello supone un revés para el canciller alemán, Friedrich Merz, que había presentado la propuesta, y para otros líderes que habían respaldado esa solución. Además, tampoco hubo unanimidad, solo 24 de los 27 votaron a favor.
La solución podría haber sido cambiar el Tratado que impone la unanimidad, ya que no todos los países están de acuerdo en seguir financiando la guerra. ¡Ah!, ¿que no podemos cambiar deprisa y corriendo los Tratados? Pues le damos la vuelta al que tenemos y nos sacamos de la chistera por arte de birlibirloque el artículo 122 de Tratado de la Unión Europea, que permite una ayuda financiera extraordinaria y urgente en caso de catástrofe natural a otro Estado miembro. Primero y principal, no hay catástrofe natural. Segundo, no hay urgencia para un rescate. Y, tercero, Ucrania no es miembro de la Unión Europea, aunque se mantenga la farsa de invitarle a todos los Consejos de líderes de la Unión.
El truco de magia consiste en que así se podría aprobar la confiscación del dinero del Banco Central de Rusia por mayoría cualificada, y no bajo el requisito de la unanimidad, o lo que nos apetezca. Y así se puedo en práctica la semana anterior al Consejo, cuando, bajo el inusual procedimiento por escrito, los embajadores de los Estados miembros acordaron por mayoría aprobar una de las dos propuestas de la Comisión. En concreto, decidieron congelar de forma permanente los activos soberanos rusos depositados en territorio europeo, principalmente en la sede belga de Euroclear, para que el gobierno del Kremlin no pueda hacer uso de su dinero.
Esta medida había sido aprobada en marzo de 2022 pero de forma temporal y, desde entonces, cada seis meses debía renovarse por unanimidad. El Estado ruso seguía siendo el titular, pero no tenía acceso a los 210.000 millones del Tesoro depositados en las sedes europeas de la central Euroclear, ni tampoco a sus productos financieros. Hungría y Eslovaquia votaron ese día en contra de que la congelación fuera permanente. Y, de nuevo, en el Consejo se opusieron, junto con Chequia, a aprobar el préstamo sin intereses de 90.000 millones que Ucrania necesita durante 2026 para pagar las pensiones, los sueldos de médicos, profesores, la Administración Pública y el del propio Zelenski.
Y seguían presentando batalla contra de la segunda propuesta de la Comisión: la confiscación del dinero del Tesoro ruso para dárselo en forma de crédito a Ucrania. Una especie de adelanto de la reparación por daños de guerra que la Unión Europea considera que Rusia deberá pagar cuando termine el conflicto. En este punto, el grupo ya había crecido, porque a los dos díscolos se les ha unido Bélgica, Italia, Malta y Chequia. Bélgica ha ido resistiendo las presiones de Von der Leyen y sus altos funcionarios. No va a asumir ningún riesgo como garante de los títulos de valores depositados en la sede belga de Euroclear. Las reclamaciones judiciales del Kremlin y del mismo Euroclear, ya anunciadas, caerían sobre la fiabilidad financiera internacional y el Tesoro belgas.
Mientras, el canciller Friedrich Merz tensa la cuerda como el autor de la feliz idea. Bueno viene de atrás, del G7, pero nadie más se ha atrevido a plantearlo de forma directa y con tanta premura. Como, por ejemplo, Keir Starmer, que ya no es parte de la UE y a quien nadie aprieta por los 37.000 millones de libras esterlinas depositados por el Banco Central de Rusia en la City londinense. El Presidente de la República francesa, Emmanuel Macron, se mantiene en segunda fila porque tiene unas elecciones a la vuelta de la esquina y las calles encendidas.
Y ¿qué empujaba a Merz a tomar la delantera, aparte de que su escenario electoral le queda lejos? Vamos a ver quiénes son los perdedores aquí, por este orden: Euroclear, Bélgica y la Unión Europea en su conjunto. ¿Quién puede salir beneficiado, además de Ucrania y el lobby armamentístico? El directo competidor de Euroclear: Clearstream, filial de la Bolsa Alemana. Ambos son dos grandes Depositarios Centrales de Valores internacionales en Europa. Y, si Alemania se queda sin industria tras perder la ventaja de ser el distribuidor del gas ruso barato a través del Nord Stream, al menos podrá luchar por el control financiero en el continente.
Pero dejemos que los líderes decidan cómo regar con euros y sangre los campos de girasoles de Ucrania, para que pueda resistir hasta 2027 y hasta el último ucraniano. Precisamente, ese es el año previsto por la Unión para el agotamiento por el Gobierno de Kiev de los fondos rusos que están en juego y para el final del conflicto, si Trump no consigue su propósito de cerrarlo esta navidad en pos del Nobel de la Paz. La noche es joven y el presidente húngaro Viktor Orbán ha prometido que no se levanta de la silla hasta el año que viene mientras no se llegue a un acuerdo. O mientras no caiga de nuevo en la trampa del artículo 122.