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Lo que nos jugamos en salud

Protesta de profesionales sanitarios en un centro de salud de Galicia

Mónica García

Diputada de Más Madrid en la Asamblea y médica —

El pasado 26 de mayo se abrieron las urnas en la Comunidad de Madrid y, con ellas, se abrió una posibilidad de dejar la gestión de uno de nuestros pilares sociales fundamentales: nuestra sanidad pública, en manos de gente decente.

Parece mentira que un gesto tan simple como colocar una papeleta en una urna tenga tantas consecuencias en el devenir de nuestra salud. Desde que en 1974, un ministro canadiense, Marc Lalonde, encargara un estudio epidemiológico sobre la influencia de las condiciones socioeconómicas en la salud de la población, nadie duda de la influencia de los determinantes sociales en salud. Pero si damos un paso causal más, si enfocamos más el microscopio, los determinantes sociales derivan de los determinantes políticos, puesto que son las decisiones políticas las que moldean que el espectro social sea o no saludable y sea o no un determinante en la salud: salarios dignos, educación de calidad, viviendas accesibles, protección social, igualdad de oportunidades, acceso equitativo a la protección de la salud, etc, no son sino la consecuencia de los determinantes políticos en salud.  

En este contexto de determinantes políticos en salud pareciera como si el movimiento que produce la papeleta al caer en la urna produjera lo que en la teoría física se conoce como el efecto mariposa, un simple aleteo electoral convertido en una tempestad en el futuro de nuestro sistema sanitario y de nuestra salud.

Que nadie dude de que los cambios ya introducidos en el ADN de nuestro sistema  sanitario, en forma de privatizaciones y cambio de un modelo social a un modelo mercantilista de nuestra salud, van a tener una traducción en forma de enfermedades sociales como la inequidad y la desigualdad social. Desigualdad que a su vez actúa como factor de riesgo independiente para generar mayores problemas de salud y mayores problemas sociales.

Que nadie dude de que cada privatización, cada euro público desviado o malversado  o cada movimiento de deterioro de nuestros hospitales, centros de salud o profesionales, actúan como un aleteo de mariposa que se traduce en su correspondiente huracán  social. El problema es que el huracán social, como el efecto mariposa, no llega al otro lado del mundo sino al otro lado del tiempo: a la siguiente generación.

Por eso es imprescindible traducir el aleteo electoral en un gobierno que sea capaz de frenar el deterioro sistemático y programado de nuestros servicios públicos y la tempestad social que ocasionará al otro lado del tiempo. Por eso es imprescindible no traducir el aleteo electoral en términos de simpleza ideológica sino en términos de salud: institucional, democrática y poblacional.

Supongo que si en algo hemos fallado quienes pretendemos defender la salud desde la política y no sólo desde nuestras consultas o nuestra profesión, es en conseguir trazar una línea continua sobre la línea invisible que une las urnas con  la sala de espera de las urgencias de un hospital colapsado o con las manchas no lavadas en las sábanas de los pacientes, fruto del mercadeo del bien común al que nos han llevado nuestros supuestos representantes.

Seguramente tampoco hemos sido capaces de unir por puntos los casos de corrupción, de despilfarro, de mal gobierno y de indolencia política y completar el dibujo resultante de una sociedad deteriorada que dejamos a futuro. Trazar esa línea no es fácil cuando, como el efecto mariposa, las consecuencias de tales acciones desencadenan huracanes sociales lejos en el tiempo y el espacio del propio aleteo.

Hoy la aritmética electoral da de sí, da mucho de sí si tenemos en cuenta que el partido de la Gürtel y la Púnica no solo necesita el apoyo de quienes les han sustentado y apoyado en su descomposición moral del último lustro, sino que necesita del apoyo de quienes vienen a resucitar las descomposiciones morales del último siglo.

Veremos si la capacidad política da más de sí de lo que ha dado hasta ahora y es capaz, aunque sea como excentricidad, de poner la salud colectiva por delante de la salud partidista o puramente ideológica basada más en “que no gobiernen los otros” que en que gobierne alguien decente.

Todavía estamos a tiempo de cambiar las consecuencias a futuro del aleteo electoral. Todavía estamos a tiempo de probar qué ocurriría si el aleteo lo iniciara una mariposa decente con vocación de servicio público. Todavía estamos a tiempo de dejar de poner en juego la salud colectiva.

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