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¿Y si la IA no viene? ¿Y si viene?

Inteligencia artificial
7 de agosto de 2024 21:50 h

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Se dice que a principios de los años 60 el entonces cardenal Quiroga Palacios convenció al dictador Francisco Franco de que se ampliase el aeropuerto de Santiago de Compostela. Se aproximaba el año santo de 1965 y el cardenal quería que viniese Pablo VI a la ciudad. Al margen de que el año jubilar y la visita del Papa, de darse, atraería a Compostela mucha más gente que de costumbre, el avión papal no podría aterrizar en nuestro aeropuerto, entonces de pacotilla. Según parece, el tema se resolvió favorablemente a la petición del cardenal con una de esas conversaciones que solo se dan de gallego a gallego. Franco dudaba, así que le preguntó a Quiroga: “¿Y si no viene?”, a lo que este respondió: “¿Y si viene?”. Hubo aeropuerto.

Esta historia, que si no es cierta debería serlo, me vino a la cabeza leyendo algunos de los datos de inversión en IA que están haciendo los gigantes tecnológicos que la controlan. Son cifras increíbles, que superan de largo a las inversiones de cualquier país del mundo. Les doy algunos datos para que ustedes mismos lo juzguen. Microsoft ha invertido durante el segundo trimestre de este año 19.000 millones de dólares en gastos de capital en efectivo y equipamiento, según datos publicados por el Wall Street Journal. Es la misma cantidad que esta compañía se gastaba en todo un año hace solo un lustro.

Google no se queda atrás, claro, y está aumentado rápidamente el gasto en infraestructura de IA en lo que va de año, con una estimación de inversión a lo largo de 2024 de unos 50.000 millones de dólares. Leemos y oímos cifras cada vez más grandes, y quizás esto nos haga perder el sentido real de su magnitud. Para que nos demos cuenta de la cantidad de dinero de la que estamos hablando, voy a darles la cifra del dinero invertido en nuestro país en educación pública, que fue de 63.380 millones de euros en el año 2022. No es una cifra tan superior, y en este caso hablamos de un país entero, con casi 50 millones de personas, y de toda su educación pública.

¿Dónde está el negocio buscado con toda esta inversión? De momento no ha llegado ni se le espera en el corto plazo, desde luego. Desde hace algunos años la inversión en IA se sustenta en las expectativas a medio y largo plazo y, yo diría, más que nada, en no dejar espacio para que otros ganen la carrera, pensando que pueda haber un gran premio al final. Mientras tanto, el negocio no aflora. The Information dijo recientemente que OpenAI, empresa creadora y comercializadora de ChatGPT, podría acabar perdiendo 5.000 millones de dólares este año y quedarse sin liquidez en los próximos 12 meses, salvo que reciba nuevas y sustanciosas inversiones, por supuesto.

Daren Acemoglu, brillante y muy influyente economista del MIT, considera que en los próximos 10 años el aumento de productividad debido a la IA, en concreto la denominada “productividad total de los factores”, que contempla los distintos factores de producción, como el trabajo, el capital o la tecnología, quedará muy por debajo de un magro 1%. Cierto es que hay estimaciones para todos los gustos, y si uno quiere seguir fomentando inversiones ingentes en IA, tiene donde agarrarse. En general, las grandes consultoras tecnológicas presentan la cara más optimista de estas estimaciones, hasta un orden de magnitud por encima de la de Acemoglu. Por ejemplo, Goldman Sachs calculó el año pasado que la IA generativa podrá elevar en solo una década el PIB mundial en un 7% y la productividad en punto y medio.

Cuando las predicciones son por lo alto, tienen una rara costumbre de no cumplirse, también en el mundo de la IA y de sus negocios. En 2016 Geoffrey Hinton, uno de los padres de la IA que hoy mueve el mundo, dijo que en 5 años no se necesitarían radiólogos, así que habría que dejar de formarlos en ese mismo momento. Elon Musk dijo en 2015 que en dos años circularían por las calles los coches plenamente autónomos. Pero lo cierto es que siguen formándose radiólogas y radiólogos en todo el mundo y van cada día al trabajo en sus coches “tradicionales”.

En estos años se han dado avances muy significativos en el uso de la IA, qué duda cabe. También en el ámbito de la salud y, en particular, en radiología, debido a que uno de los campos de mayor desarrollo y aplicación de la IA ha sido el de la imagen médica. Pero la penetración de la IA en este y otros ámbitos será más lenta de lo que desearíamos y de las predicciones que se hacen con frecuencia, más sustentadas en el deseo y los intereses que en la realidad.

¿Y si no llega la rentabilidad imaginada de la IA? ¿Y si llega? Pues eso. Por cierto, el papa Pablo VI no vino a Santiago en 1965.

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