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Ábalos aprieta pero no ahoga

El diputado del Grupo Mixto y exministro de Transportes, José Luis Ábalos.

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Cuando Delphine de Vigan escribió sobre las lealtades en el libro del mismo título se refería a esos lazos invisibles que nos vinculan a los demás –muertos y  vivos–, a las promesas murmuradas, a las fidelidades silenciosas, a los contratos pactados “las más de las veces con nosotros mismos”...  Unas veces se mantienen de por vida y otras desaparecen de forma abrupta. 

El compromiso que permanece inquebrantable en José Luis Ábalos, ex ministro de Transportes y ex secretario de Organización del PSOE, es sólo con la marca en la que militó desde 1981 y fue invitado a abandonar en febrero pasado. Ya no es con Pedro Sánchez ni tampoco con la dirección del que fue su partido durante 43 años. Esos lazos invisibles se han roto. Y el ex ministro ha querido que lo supiera toda España al votar en un sentido distinto al de los diputados socialistas en el primer pleno del nuevo curso político, a pesar de que cuando anunció su paso al Grupo Mixto hace siete meses se comprometió a seguir las orientaciones de voto del PSOE. 

Todo ha cambiado. Los afectos, los compromisos, las complicidades y hasta la comunicación. Y el motivo es la auditoría interna encargada por el hoy titular de Transportes, Óscar Puente,  en la que se señalan irregularidades en el procedimiento administrativo que adjudicó la compra de mascarillas en los primeros compases de la pandemia durante la etapa de Ábalos al frente del Ministerio.  

Los socialistas no esperaban el giro de Ábalos porque, como ha venido haciendo desde su paso al Mixto, desde la Secretaría General del Grupo Parlamentario, esta semana también se le remitieron las indicaciones de voto. “Aún me queda dignidad”, arguye el ex ministro, que acusa a sus correligionarios de buscar su imputación en el caso Koldo. Algo que niega categóricamente Óscar Puente, al afirmar que la investigación sitúa la responsabilidad del procedimiento en el subsecretario y en el  responsable de Adif.  De hecho, tras el informe interno fueron cesados ambos que además ya estaban imputados por el juez de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno.

Ábalos entiende, sin embargo, que el PSOE ha mostrado “una absoluta deslealtad” hacia él, que ha contribuido a la construcción de un relato político y mediático que conduce a su imputación. De ahí que considere que en adelante nadie le dirá lo que tiene que votar en el Congreso.  “Aún me queda dignidad”, advierte.  Si los socialistas quieren su respaldo tendrán que sudar su voto como hacen con el de cualquier otro grupo parlamentario. “Por respeto y por consideración”, añade. 

Ahora bien, aprieta pero no ahoga. Una cosa es demandar consideración y que se le escuche cuando haya una iniciativa importante antes de dar por descontado su voto y otra muy distinta es ir contra el partido al que Ábalos sigue abonando religiosamente su cuota de afiliado. Es tan sólo un aviso a navegantes. Que nadie espere que el ex ministro vaya a sumarse a la oposición de PP y Vox. Y aunque las derechas hayan empezado ya a salivar con la idea de que Pedro Sánchez tenga un voto menos en el Congreso en una legislatura en la que son imprescindibles todos los apoyos de quienes hicieron posible la mayoría de la investidura, no está en el ánimo del ex ministro contribuir a desestabilizar al Gobierno.

Y esto a pesar de estar convencido del daño que le han causado sus propios compañeros de partido, de considerarse “víctima de una tortura personal”, de asegurar “no haberse llevado nada ni haber hecho nada que merezca tanta deshonra” y de sentirse abandonado por los socialistas. Lo suyo es un contrato no suscrito con Sánchez, ni con Ferraz, ni con el Gobierno actual, sino consigo mismo, con su trayectoria política y con las siglas por las que fue elegido diputado en Cortes por la circunscripción de Valencia en las últimas elecciones.

En el PSOE lo saben, están tranquilos y saben de la “madurez política” del que fue su secretario de Organización. Cuestión distinta es que el ex ministro tenga hoy para sus responsables una buena palabra y estos para él un sólo argumento que le exima de la responsabilidad política de todo lo que rodeó a la trama Koldo, supuesto cabecilla de la trama.

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