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Un abrazo a Josu Ternera

José Antonio Urruticoetxea Bengoetxea, alias 'Josu Ternera'

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El 22 de noviembre de 1988 el doctor Luis Delgado Cabezas y su mujer, la enfermera Mercedes Villalonga, viajaban en su coche junto a su hijo de dos años y medio por la madrileña calle de Guzmán el Bueno. Se acercaba la medianoche y un potente explosivo colocado por la banda terrorista ETA frente a la Dirección General de la Guardia Civil acabó con la vida del menor y con Jaime Bilbao, un directivo de 38 años de RTVE que también circulaba con su coche en ese trágico momento. El responsable de dar la orden, como número 1 de ETA, que acabó con la vida de ese niño de dos años y que murió al sufrir estallido craneal y pérdida de masa encefálica era Josu Urrutikoetxea, alias Josu “Ternera”. Durante su estancia en la cúpula de ETA se produjeron atentados como el de Hipercor en Barcelona o los de la Casa Cuartel de Zaragoza, donde fueron asesinados cinco niños de edades comprendidas entre los 3 y los 14 años. 

No se mandan abrazos a quien vacía la cabeza de un bebé. Esto tendría que ser la máxima de cualquier persona decente, pero se eleva a dogma si es una persona de izquierdas. Un mensaje desde la cuenta de twitter oficial de Bildu enterró muchos de los esfuerzos que se están dando para convertir a la formación abertzale en una aliada para avanzar en gobiernos de izquierdas para la clase trabajadora. Deja en una posición imposible a los que llevamos años intentando trazar puentes. No tiene defensa. 

Las excusas para justificarlos han sido tan penosas que frustran cualquier expectativa de revisión. Y no se trata de la opinión que pueda tener de Bildu la derecha, que se asume que jamás considerará a la formación vasca un interlocutor válido, sino de quienes por simpatía han sido considerados proetarras por simplemente intentar considerar a los abertzales una formación amiga tras el fin de la violencia de ETA. No, no tiene nada que ver la asunción de los derechos humanos en materia penitenciaria con realizar muestras públicas de afecto a un criminal con decenas de muertes de inocentes a sus espaldas como Josu Urrutikoetxea. Defender que se tienen que respetar los derechos humanos de cualquier preso no está reñido con ponerse del lado de las víctimas. Josu Ternera, como Josu Uribetxeberria Bolinaga, tiene todo el derecho a pasar su enfermedad fuera de la cárcel, el mismo derecho que tiene cualquier preso común o la asesina del niño Gabriel si algún día se ve en una situación similar. Pero jamás, para defender que se cumplan esos derechos, hay que mandar un abrazo a Ana Julia Quezada y sus familiares. Por respeto a sus víctimas. 

Pedir el escrupuloso respeto democrático de los derechos humanos hasta de los monstruos más infames no lleva aparejado tener gestos de afecto, respeto, consideración y homenaje para ellos. Si cualquier partido hubiera mandado un abrazo a los familiares del torturador franquista Antonio González Pacheco “Billy El Niño” el día de su muerte, cualquier persona con un mínimo de empatía habría reaccionado con horror. ¿Por qué cuesta tanto verlo en determinados sectores dentro de la izquierda? 

Bildu perdió la oportunidad de sacar pecho con la sentencia del Tribunal Supremo que anulaba la injusta sentencia de Bateragune a Arnaldo Otegi, Rafael Díez Usabiaga, Arkaitz Rodríguez Torres, Sonia Jacinto Garcia y Miren Zabaleta Tellería por la que cumplieron de manera íntegra penas de hasta seis años y medio de prisión. La lucha contra el terrorismo de ETA ha estado unida a una infinidad de violaciones de los derechos humanos e innumerables muestras de violencia desde el Estado. Es compatible, tiene que serlo, denunciar esos hechos y la violencia institucional con sancionar sin rodeos las muestras de cariño y homenajes a asesinos de la banda terrorista. La falta de ese equilibrio al denunciar los hechos, en apariencia tan sencillo, es una lacra que dificulta cualquier tipo de entendimiento y que aflora tanto en aquellos que se niegan a denunciar las violencias judiciales y de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado como de quienes se ponen de lado de victimarios criminales que tienen como única divisa el asesinato de inocentes. 

Pedir un respeto escrupuloso para las víctimas olvidadas de nuestra democracia es indispensable compaginarlo con un respeto igualmente pulcro para aquellas víctimas que, por estar en el lado del relato vencedor, sí han tenido la consideración que queremos para las humilladas. Porque somos mejores, porque tenemos que ser mejores. Esta semana en Almadén (Ciudad Real) la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica inicia la exhumación de Feliciano Ramírez, un militante del PCE que fue fusilado en noviembre de 1940. No podemos mancharnos la manos de barro buscando a nuestros muertos y sientiéndonos en el lado correcto de la historia mientras callamos cuando se mandan abrazos a un asesino de niños. 

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