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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Aguafiestas olímpicos

Ruth Toledano

Madrid —

¿Estar en contra de que se celebren en Madrid los Juegos Olímpicos de 2020 es ser aguafiestas? ¿Significa esa oposición una falta de apoyo y de respeto al deporte y, más concretamente, a nuestros deportistas? ¿La celebración de los Juegos Olímpicos en Madrid 2020 ayudaría, como dicen algunos, a reflotar la economía de la ciudad o, por el contrario, haría más abismal su agujero financiero? ¿Ayudaría a levantar el ánimo de una ciudad deprimida por una centralidad que representa recortes sociales y corrupción o abundaría en la distancia madrileñista con el resto del Estado? Y, sobre todo, ¿por qué (más allá de las estadísticas aportadas al COI por la propia organización del Madrid 2020, de las que tenemos todo el derecho a desconfiar), hay opiniones encontradas al respecto?

No, estar en contra de Madrid 2020 no es ser aguafiestas. Lo que agua una fiesta es que las instalaciones públicas de afluencia masiva no reúnan las condiciones de seguridad adecuadas o, directamente, incumplan la normativa, como, por ejemplo, sucedió en el Madrid Arena, uno de los pabellones destinados a los Juegos (y sobre cuyo drama, por cierto, calló cínicamente la alcaldesa Botella ante los responsables del COI). Dada la cantidad de mentiras a la que nos tienen acostumbrados el gobierno municipal, el gobierno regional y el gobierno nacional, ¿por qué tendríamos que creer que algo así no volverá a suceder?

No, estar en contra de Madrid 2020 no es estar contra el deporte y los deportistas. Al contrario: es tener interés en recordar que en Madrid faltan instalaciones municipales deportivas para los ciudadanos, que las que existen están en lamentables condiciones de mantenimiento y que son excesivamente caras. Yendo un poco más allá, cabe cuestionarse el modelo de deporte que se fomenta: el deporte como espectáculo y no como actividad cotidiana beneficiosa, como enriquecimiento personal, como construcción de tejido social.

No, no está garantizado que Madrid 2020 ayude a reflotar la economía. Todo lo contrario: el COI exige un “compromiso financiero” millonario (motivo por el que Roma, por cierto, ha retirado su candidatura), que en el caso de Madrid, cuyo Ayuntamiento tiene una deuda pública de más de 7.000 millones, ascendería a casi 10.000 millones de euros.

No, el ánimo madrileño no se va a levantar con más proyectos faraónicos puntuales que añaden gasto e inseguridad sino con planteamientos de recuperación de los derechos sociales que están siendo sistemáticamente conculcados con la privatización y los recortes en sanidad, educación, empleo y servicios públicos.

Y, sobre todo, no, no confiamos en los mismos que fomentan Eurovegas, no confiamos en los mismos que han construido aeropuertos sin aviones, no confiamos en los mismos que han construido autopistas sin coches, no confiamos en los mismos que pagaron 120.000 euros a Urdangarín por dos folios para Madrid 2016, no confiamos en los mismos que arruinaron Valencia con la Fórmula 1, no confiamos en los mismos que impulsaron La Caja Mágica inútil, no confiamos en los mismos que construyeron un campo de golf en Chamberí, no confiamos en los mismos que han permitido que se encuentre en estado de ruina el Frontón Beti-Jai, que es el estadio más antiguo de Madrid y cuyo valor patrimonial está siendo despreciado, no confiamos en los mismos que han dejado en desuso las infraestructuras construidas para el Expo de Sevilla o para la Barcelona olímpica. No confiamos en los de los sobres, no confiamos en los de la amnistía fiscal, no confiamos en chorizos, mentirosos y corruptos.

¿Por qué hay entonces una mayoría de madrileños, dicen, que apoya la candidatura de Madrid 2020? En el caso de eso fuera cierto, no tengo respuesta. ¿Acaso la tenemos para la mayoría que ha seguido dando su confianza a los sucesivos gobiernos del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid? La mayoría que da su confianza a los de los sobres, los de las amnistías fiscales, los de los cheques al yerno. La mayoría que da su confianza a los amigos de los empresarios defraudadores, que son quienes sacarían la gran tajada de las obras necesarias para Madrid 2020. Los mismos que llaman aguafiestas a quienes no quieren apoyar su falso modelo de crecimiento: el de su enriquecimiento particular a costa del empobrecimiento público.

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