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Aznar de rositas

El expresidente del Gobierno José María Aznar, en una imagen reciente.

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Un engaño a los ciudadanos. Un atropello a la democracia. Un acto de indignidad política. Una equivocación histórica. Un disparate democrático. La mayor degradación política y moral. Lo nunca visto en décadas de democracia. Una absoluta falta de integridad y vergüenza. Una indecencia. Algún día mirará atrás y se avergonzará de lo que hizo. Cómo puede mirar a la cara a los españoles.

Estoy hablando de lo que pasó hace ahora veinte años, sobradamente recordado estos días en especiales periodísticos: el 11-M y el intento de manipulación política por parte del gobierno del PP. Al hacer memoria, al escuchar de nuevo lo que unos y otros dijeron en aquellos días, me quedo sin palabras para calificarlo. Tanto, que las he tomadas prestadas: las del primer párrafo son frases literales del hoy líder del PP, Núñez Feijóo, referidas a la ley de amnistía. Perdón por la broma, pero es que cada vez que le oigo poner el grito en el cielo por la amnistía y decir que esto es lo nunca visto, y remontarse al 23-F para encontrar algo comparable, me acuerdo de aquellas jornadas dolorosas y rabiosas de 2004.

La mayoría no necesitamos ver ningún especial, no hay ya nada de lo que sorprendernos: lo recordamos perfectamente. Estábamos allí. Lo vimos en tiempo real. Sin revelaciones periodísticas, sin ser expertos en nada, la mayoría empezamos a dudar el mismo día 11, y un día después teníamos más que claro que no había sido ETA y que el gobierno nos estaba mintiendo. Todo lo que vino después, los intentos por sostener la manipulación hasta el domingo, las posteriores teorías de la conspiración, los infundios miserables, el acoso y ensañamiento contra familiares de víctimas y contra policías, solo añadieron dolor y rabia, pero todo estaba ya en esas primeras horas.

Y en lo más alto estaba José María Aznar. El que menos dio la cara en aquellas jornadas, y por eso en los especiales de estos días vemos tanto a Acebes y a otros portavoces que hicieron el trabajo sucio. El que menos abrió la boca en los meses posteriores, y por eso estos días recordamos a quienes desde periódicos y radios le intentaron salvar el culo sosteniendo la patraña durante años, algunos todavía hoy. Pero la pieza principal de toda aquella mentira no fue Acebes ni tampoco Pedro J., sino Aznar. Solo él pudo echar a rodar la bola. Solo él pudo hacer que siguiera rodando más allá de lo verosímil. Y también era él quien podía haberla frenado una vez pasada las elecciones, por lo que también es responsable del daño añadido a las víctimas y sus familias. Cabe incluso reprocharle que veinte años después dediquemos más palabras a su mentira que a las víctimas, opacadas para siempre por aquella ignominia.

“¿Aznar de Rositas?”, se preguntaba el ya mítico SMS que muchos recibimos aquel sábado de marzo, víspera electoral. Y hay que decir que sí, que Aznar se fue de rositas. Su partido perdió las elecciones, pero regresó al poder siete años después, tras haber prolongado durante años la conspiranoia, y sin que hubiese pedido perdón ni expulsado de sus filas a los responsables de aquella infamia. Y Aznar se retiró de la primera línea pero ha mantenido durante estos años su lugar institucional de ex presidente, su presencia en actos oficiales, su prestigio político en la derecha, su autoridad para intervenir en público y dar lecciones, su posición social y económica de privilegio. La democracia española ha tratado con mucha generosidad al responsable del que seguramente ha sido, este sí, el mayor atropello y la mayor indecencia de nuestra historia reciente.

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