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La confesión clasista de Ayuso

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

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Isabel Díaz Ayuso no tuvo un lapsus, realizó una confesión. Los análisis sobre su comentario en la Asamblea de Madrid trataban de comprender cuál era el motivo por el que la presidenta de la Comunidad de Madrid aseguró que no todos los españoles somos iguales ante la ley al referirse al rey y su regularización fiscal. Se incidía en que fue una defensa torpe del emérito, una más de sus declaraciones absurdas, o en que se equivocó y tuvo un lapsus. Lo cierto es que transmitió de forma meridianamente clara la que es la base de su política: que no todos los españoles son iguales, ni ante la ley ni ante sus medidas. Para Ayuso, su partido y su ideología existe una clase de ciudadanos mejores y más dignos de los que el rey es su máximo exponente. Ella gobierna para los de esa clase. Los privilegiados de un estrato más elevado por su cuna, condición y patrimonio. Quienes somos más tradicionales lo llamamos lucha de clases. Esa “anacronía” que la derecha se empeña en poner cada día en el tablero de la opinión pública sin llamarla por su nombre.

La inocencia de la izquierda sorprende cuando se escandaliza porque las políticas de la derecha en España provocan más desigualdad y busca convencerla de que sus medidas son efectivas, como si la desigualdad no fuera precisamente el efecto deseado de sus políticas. No nos engañemos creyendo que el Estado por el que trabajan es benefactor, de hecho son efectivas porque crean desigualdad y la consolidan. Eso es lo que buscan, creen que no todos los ciudadanos son iguales y su objetivo político es garantizar que ese correcto orden social perdure. El corpus ideológico de la derecha es precisamente la perpetuación de la desigualdad y el mantenimiento de los privilegios de unos pocos, por eso haber convertido a Madrid en la comunidad con mayor desigualdad a pesar de ser la más rica es un tremendo éxito de sus años al frente del Gobierno. Piensan que los que más tienen merecen tener más y los que menos tienen se lo han buscado por no esforzarse lo suficiente.

Existe el pleno convencimiento liberal-conservador de que la sociedad progresa de forma mejor cuando está dividida en clases sociales y estratos bien diferenciados, ya sea por origen divino o económico. Por eso Isabel Díaz Ayuso no se ha confundido al expresar su convencimiento de que la ley no tiene que ser igual para todos, simplemente se le ha escapado expresar de manera franca el pensamiento central de su ideario, algo que se sabe pero que no pueden decir de manera abierta porque forma parte de un acuerdo entre las élites. No contar en alto aquello en lo que se cree para que se puedan hacer políticas segregadoras de manera más eficiente.

No se puede reconocer que a la derecha le parece bien que el rey pueda defraudar sin sanción alguna, pero se trabaja para que el rey pueda defraudar sin sanción alguna. No se puede reconocer que se degrada la sanidad pública hasta hacerla de peor calidad para que la gente se abra un seguro privado, pero se degrada la sanidad pública hasta que las listas de espera dejan como única salida sacarse un seguro privado para lograr una prueba diagnóstica. No se puede reconocer que se segrega en la educación pública para que la educación concertada sea la única salida viable para una educación de calidad, pero convierten la educación pública en un gueto para pobres para que quien tenga unos mínimos recursos pague para que su hijo tenga una educación decente. Es un acuerdo tácito entre la derecha y sus élites, callar sus ideas e intenciones para que puedan llevarse a cabo sin ningún tipo de cortapisas.

Puede parecer una exageración la afirmación contundente de que la derecha cree que no todos somos iguales y por eso hay que dar preferencia a quienes más tienen para el progreso de la sociedad. Pero no hay más que leerles cuando tenían la guardia baja: “La estirpe determina al hombre, tanto en lo físico como en lo psíquico. Y estos conocimientos que el hombre tenía intuitivamente –era un hecho objetivo que los hijos de buena estirpe superaban a los demás– han sido confirmados posteriormente por la ciencia, desde que Mendel formulara sus famosas leyes ya nadie pone en tela de juicio que el hombre es desigual”, son palabras de Mariano Rajoy escritas en un artículo en El Faro de Vigo en el año 1983.

Sí, los hijos de buena estirpe superan a los demás. Ese es su postulado ideológico. Se creen mejores y, por tanto, con más derechos. Por eso no creen en políticas de redistribución de la riqueza, porque creen que lo que poseen es fruto de su esfuerzo y tiene que permanecer en manos de quien más tiene. Porque creen que la riqueza la crea el empresario y no la mano de obra, porque creen que su clase merece un lugar predominante en la sociedad y cualquier política destinada a la eliminación de la desigualdad va contra la sustancia misma del progreso. Por supuesto que la derecha cree que la ley no es igual para todos, es la esencia misma de la historia de las ideologías.

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