Decir la verdad no es tan difícil
Con lo que cuesta escuchar a un político y pensar que está diciendo la verdad, ha sido una novedad escuchar al lehendakari Urkullu ante el Tribunal que juzga el procés contando su intento de mediar entre Rajoy y Puigdemont en los días mas tensos del mes de Octubre de 2017.
Es cierto que Iñigo Urkullu no tenía nada que perder contando la verdad mientras que Rajoy, una vez más habló con su habitual ambigüedad y en medio de la niebla, que es su especialidad, para no acabar reconociendo que tal vez, solo tal vez se hubiera suspendido la aplicación del artículo 155 si Puigdemont hubiera convocado elecciones.
Urkullu confirmó ante el Supremo lo que muchos intuimos aquella fatídica mañana del 26 de octubre: por una parte, que Puigdemont no aguantó la presión de la calle y de su partido y las acusaciones de traidor y no cumplió el acuerdo al que se había llegado la noche anterior para convocar elecciones. Y por otra, que Rajoy no se comprometió personalmente a frenar el 155 si se convocaban esas elecciones. Uno por el otro y el desastre en marcha.
Hemos confirmado además lo que ya era una evidencia, que Rajoy y Puigdemont fueron incapaces de levantar el teléfono durante aquellas tremendas semanas para decirse las cosas a la cara e intentar frenar los trenes. Un fracaso colosal.
El lehendakari Urkullu estuvo tres meses al teléfono con el Palau y la Moncloa y no pudo evitar el descarrilamiento colectivo que ha terminado con 12 políticos y activistas acusados ante el Supremo.
Hace unos años, su partido el PNV diseñó también una hoja de ruta para intentar separarse de España, pero siguió en todo momento los cauces legales. Su propuesta fue derrotada en el Congreso y guardada en un cajón. El PNV sigue aspirando a la independencia de Euskadi, pero trabaja cada día por la convivencia en el País Vasco.
Se agradece el ejercicio de sinceridad de Urkullu, pero esperemos que no haya que aguardar a que los políticos vayan como testigos a un juicio para que nos cuenten la verdad.