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Hijas mías, antes todo esto era campo y trabajo asalariado

Trabajadores de Deliveroo insisten antes del juicio en que no tienen "flexibilidad" y son "falsos autónomos"

Isaac Rosa

Mis hijas son muy de escuchar batallitas, nostalgias y lamentos viejunos. Por ejemplo, les encanta que el abuelo les cuente su vida laboral, cuando trabajaba en una empresa pública (ahí ya abren la boca de asombro, ¡empresa pública!), y no solo tenía un buen sueldo con sus extras y vacaciones pagadas (otro gritito de incredulidad, ¡vacaciones pagadas!), sino hasta beneficios sociales para las familias.

Otras veces soy yo el que me las llevo de paseo para contarles cómo ha cambiado todo. Unos días vamos a la periferia para soltarles lo de “hijas, antes todo esto era campo”. Otras veces paseamos por un polígono industrial o un centro comercial, nos paramos delante de ciertas empresas, o nos sentamos a ver pasar repartidores, y ahí son ellas las que se adelantan y, burlonas, imitan mi voz: “hijas, antes todo esto era trabajo asalariado”.

Según pasan los años, vamos incluyendo en la panorámica más sectores y empresas: todas esas que ya han descubierto que el auténtico modelo productivo de futuro no es el I+D, ni el conocimiento o el medio ambiente, sino la extracción rápida de plusvalía a los trabajadores mediante un fulminante truco de magia empresarial: chas, chas, ahora eres asalariado; chas, chas, ahora eres autónomo. En muchos casos sigues trabajando para la empresa, haciendo lo mismo que si estuvieras asalariado (bueno, haciendo más), pero pagándote tú las cotizaciones y ahorrándose la empresa indemnizaciones, vacaciones y demás incordios.

Dice el Banco de España que somos uno de los países europeos con más autónomos forzosos: un 26% cuyo espíritu emprendedor se reduce a “no me queda otro remedio”. En el caso de los jóvenes sube al 60%. Nosotros pensando que la “generación mejor preparada de la historia” abriría una startup en cada garaje, y resulta que se hacen autónomos porque es la única forma de trabajar, y además el Estado les bonifica un tiempo las cotizaciones.

También dice el Banco de España que a ver si nos aclaramos con esos trabajadores que “se encuentran en la frontera entre los asalariados y los no asalariados”, porque aparecen nuevas formas de empleo donde “resulta difícil determinar quién es el empleador y quién el asalariado”. Si al gabinete del Banco de España le resulta difícil, ya voy yo y se lo explico, o mis hijas, porque está muy claro. Sales a la calle y los ves por todas partes. Y no solo los riders, que son muy visibles pero una minoría de un problema extendido en todo tipo de actividades: transporte (repartidores “autónomos” que llevan la furgoneta con el logo de la empresa, furgoneta que la misma empresa les ofrece en renting), hostelería, comercio, cultura… o los medios de comunicación.

Empresas que despiden de golpe a todo un departamento, y los invitan a hacerse autónomos para seguir trabajando, o aún mejor: crear una falsa cooperativa de falsos autónomos para prestar un trabajo nada falso. Así fue el enorme fraude destapado en la industria cárnica meses atrás. Para añadir más cachondeo, existe la figura del “autónomo dependiente”, fabulosa contradicción en los términos, que solo incluye a una parte de los muchos falsos autónomos. Normal que seamos de los países donde hay menos autónomos con empleados a su cargo. El único empleo que crea la mayoría es el propio.

Con todo, lo asombroso es que todavía queden trabajadores asalariados, viendo la velocidad a que avanza la uberización. Porque de acuerdo con la lógica neoliberal, cuesta pensar una actividad donde el asalariado no pueda ser reemplazado por un autónomo. ¿Médicos? ¿Profesores? En el sector privado ya ocurre. Cualquiera de ustedes, piensen en su trabajo (en el caso de que no sean ya autónomos): ¿se imaginan haciendo lo mismo pero sin vínculo laboral y pagándoselo todo? ¿Se lo imaginan? Pues su empresa también.

¡Un momento, que no cunda el desánimo! Decimos “autónomos”, pero hay que llamarlos por el nombre completo: “trabajadores autónomos”. El sustantivo es “trabajador”, lo otro es adjetivo. Ni freelances, ni colaboradores, ni emprendedores: son trabajadores. Y si son trabajadores, pueden organizarse, sindicarse, luchar colectivamente, demandar a las empresas y ganar. Es lo que pasa cada vez que un grupo de falsos autónomos rompe con su aislamiento y suma fuerzas para echar el pulso: que le doblan el brazo a la empresa.

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