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Las goteras del ministro Fernández Díaz

Antón Losada

Para ser alguien que se muestra habitualmente tan piadoso y tan devoto de la virgen suena más bien poco cristiano y desde luego nada caritativo escuchar al ministro del Interior, Jorge Fernandez Díaz, comparar con el agua que se cuela por las goteras a los miles de personas que se agolpan en los asilos de Italia y Grecia, huyendo de la guerra y la miseria. 

Resulta casi tan desconcertante como escuchar a Esperanza Aguirre afirmar rotunda que, si tiene que escoger entre que le llamen puta o le llamen nazi, mucho mejor puta, como hizo su alcalde compañero de partido en Villares del Saz con la portavoz socialista; donde va a parar. 

Puede que el ministro peregrine mucho al Vaticano pero parece claro que no presta atención a los sermones del papa Francisco. Hay que ser muy cínico para comparar los inconvenientes de sufrir humedades en casa con el drama de los exiliados que huyen hacia Europa para escapar de la muerte y el hambre. Hay que ser muy miope para sostener que la solución pasa por tapar una gotera del tamaño del Mar Mediterráneo.

España, el asombro de Europa, el país que más crece en la zona euro, el milagro económico de la austeridad hecho realidad, no puede recibir ni a la tercera parte de los 5.837 refugiados que le solicitaban sus socios comunitarios. El mismo gobierno que se llena la boca con la palabra solidaridad e imparte lecciones por todo el continente sobre cómo construir Europa se niega a asumir un acuerdo porque ya se gasta la astronómicamente ridícula cifra de setenta millones de euros en atender a refugiados y víctimas.

Aunque nuestros amigos del continente tampoco son ejemplo de gran cosa, ni están para hacer muchos reproches a nuestro devoto ministro. Son los mismos griegos a quienes nos hemos cansado de llamar manirrotos e irresponsables y a quienes hemos prestado dinero a cambio de jugosos intereses quienes tienen que arreglárselas como puedan para dar de comer al hambriento y de beber al sediento. 

De los más de siete mil millones del famoso crédito puente que se les acababa de conceder como parte del tercer rescate y que ya han pagado al FMI y al BCE, más de mil millones responde sólo al abono de los intereses. Con los inmigrantes y los refugiados nunca se podrán hacer semejantes buenos negocios. 

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