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El precio de la guerra

Isaac Rosa

Vale, aceptemos por un momento que estamos en guerra. Francia, Europa, Occidente. Nosotros. Aceptemos que llevamos más de una década en guerra, que esta es la que nos ha tocado, esa que toda generación tiene que sufrir. No discutamos ahora si es una guerra dramática (contra el terror), lírica (en defensa de la civilización y la libertad) o prosaica (geopolítica, control de recursos y territorios). Tampoco nos enredemos en quién la empezó ni cuándo; ni en fijar la relación de causas y efectos. Simplemente, dediquemos unos minutos a mirarlo como eso: como una guerra.

Si la tomamos por tal, en efecto podremos identificar los elementos clásicos de un conflicto bélico. Con más o menos claridad, hay contendientes, aliados, frentes, ejércitos, acciones militares, ganancias y pérdidas territoriales. Hay también refugiados, algo de quinta columna aquí y allá, y propaganda. Y por supuesto, víctimas.

Si es guerra, tiene que haber víctimas. En el campo de batalla y en la retaguardia. Ataúdes militares y, en las guerras contemporáneas, numerosos cadáveres civiles. Y en efecto: en esta guerra hay soldados caídos en combate, ciudades atacadas y población golpeada. Aquí y allá.

¿Cuántas víctimas? De las que a diario caen en Oriente Próximo y África, solo tenemos estimaciones. Decenas de miles. Pero si miramos a las víctimas de este lado (los “nuestros”), podemos precisar más la cuenta.

Si nos fijamos solo en Europa, la guerra ha dejado unos 1.500 soldados europeos muertos en los distintos frentes (sobre todo Afganistán e Irak). ¿Y civiles, en la retaguardia? También es fácil contarlos, siguiendo la serie de atentados: Madrid, Londres, París y otros coletazos de menor magnitud. En total, 413 muertos en suelo europeo. Si añadimos los nacionales asesinados fuera del continente, sumamos otros 112 en grandes atentados (Bombay, Bali, Túnez, Marruecos…), más un goteo de muertes individuales. En decir, algo más de 500 civiles europeos muertos en esta guerra.

La contabilidad funeraria en Europa es hasta ahora esa: 1.500 soldados y 500 civiles en más de una década. ¿Es mucho? Para quienes vivimos con miedo, para quienes rechazamos la guerra, es muchísimo. Inasumible. Pero no sé si diría lo mismo el alto mando político y militar de esta guerra. Si tal vez pensarán que el precio a pagar es bajo. Una ganga, vaya: que la III Guerra Mundial (tanto si es contra el terror, en defensa de la civilización o por controlar la zona caliente del planeta) te haya costado hasta ahora 1.500 soldados y 500 civiles en Europa, es una proporción baja desde el punto de vista bélico. En el caso de Estados Unidos, 6.500 militares y 3.000 civiles. En eso sí que es asimétrica esta guerra: aportamos “pocos” cadáveres al total de decenas de miles que está dejando en todo el mundo. Aunque nos duela y nos aterrorice, por ahora nos toca mucha menos sangre, sudor y lágrimas que en otros conflictos mundiales. Por ahora.

A mí no me salen las cuentas. No lo compro. Ni por los asesinados en Europa, ni por los muchos más masacrados en Oriente y África, ni por los muertos que aun están por venir. Pero me temo que haya quien, a la vista del “bajo” precio a pagar y de la alta ganancia a lograr, pueda decir como en el chiste: ¿“solo” cuesta eso? Pues póngame dos.

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