Igualdad sí, pero no tanta

El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha publicado este lunes un informe sobre igualdad: el 44% de hombres piensa que se ha ido demasiado lejos y se les discrimina, afirmación que comparte un nada desdeñable 32% de encuestadas. El resultado es sorprendente, o no tanto, si uno pone la oreja en algunas conversaciones ajenas o en grupos de amigos y conocidos. “Es que una cosa es la igualdad y otra es que todo sea machismo”, “es que yo no quiero que me traten diferente por ser mujer, sino por lo que valgo o lo que no valgo”, “es que hemos pasado de feminismo a una dictadura”, “te doy un beso, pero no me denuncies, ¿eh? Jajaja”, “es que una cosa es la igualdad y otra odiar a los hombres”. Esta hipótesis social de que la denuncia de unos derechos socavados históricamente podrían ponernos en una situación calcetín, un matriarcado hegemónico del que no habría marcha atrás y en el que pasaríamos de unas 'sujetas' discriminadas a unos sujetos discriminados, ha encontrado una nueva apóstol: la presidenta de la comunidad más próspera de España, Isabel Díaz Ayuso, que también ha opinado este martes que “el Gobierno quiere que España mire y diga 'la culpa es de Madrid' al igual que ocurre entre hombres y mujeres que 'la culpa siempre de los hombres'”. Pero, sobre todo, ha encontrado resguardo en las tesis negacionistas de Vox, que equipara la violencia contra la mujer con cualquier violencia (rebajándole la especificidad), o que califica de “ideología de género” lo que tenga que ver con cambiar las cosas en favor de las mujeres.
No hay pelea social, la que sea, que sea gratis, así como no hay cambio en las estructuras sociales que no deje rencores en quienes han perdido su hegemonía. Hay hombres que piensan que se les discrimina puesto que hace unos años tenían un estatus, unos privilegios, se repartían un pastel (de salarios, tiempo, ascensos) que ahora han de repartir con las mujeres. Lo que pasa es que partían de una balanza trucada. Solo hay que elegir en YouTube un programa de hace diez años y ver tertulias y conferencias, o leer artículos de prensa y contar cuántas expertas o voces femeninas tomaban la palabra entonces. El mundo acababa siempre en “o”. Pero también hay un grupo de hombres que, aunque hayan perdido personalmente voz, dinero o representatividad, entienden que ha habido una compensación social por ello y agradece vivir en una sociedad más justa. Hay otros que siempre podrán culpar al feminismo de las cosas que les pasen: la mujer que les arruina la vida en el divorcio, la que se aprovechó, la que han hecho jefa por ser mujer o por “tirarse al jefe”. Casos hay para todos los gustos, pero es innegable que hoy la sociedad es más justa que la de nuestras madres, que no podían tener ni cuenta en el banco sin autorización de padre o marido. Ese mismo 44% y 32% podrían admitir esto sin ambages, pero lo que es nuevo es que hay una argamasa, que es el discurso negacionista y de enfrentamiento, que hace aflorar percepciones o ideas que no aguantarían un asalto de datos o de realidad. Aunque los hombres en España no estén discriminados por ser hombres, es preocupante que de manera espontánea se tenga la percepción de que sí.
Pese a las evidentes mejoras de las política de Igualdad en nuestras vidas, que sin ser perfectas han ayudado a visibilizar la violencia de género, a evidenciar que estamos expuestas a agresiones sexuales intolerables –desde un pico ante el mundo hasta una violación en un baño– o a forzar al sistema a darnos cuotas de poder que no alcanzábamos de manera natural, el CIS pone datos a lo que era una intuición: una nueva y pretendida escuela de pensamiento que aboga por el repliegue a un mundo natural y anterior adonde todo era supuestamente mejor, donde lo 'valiente' es ser políticamente incorrecto y poco diplomático, sin tener en cuenta que es la diplomacia y la corrección la que permite que las sociedades, que son heterogéneas, avancen sin molerse a palos en las calles, en las oficinas o en las cenas de navidad. En ese caldo de cultivo, agitado por los partidos ultra de Europa, se encuentra la idea de que empiezan a pagar los hombres lo que antes pagaban las mujeres, poniendo como una guerra entre sexos lo que no es más que la conquista lógica de unos derechos aplazados.
14