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¿Por qué los jóvenes cambian el quiosco por TikTok? 5 claves para ir más allá del prejuicio

Herramientas de etiquetado de vídeos calificados como desinformación en TikTok

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A estas alturas tenemos claro que las redes sociales son los platos principales de la dieta informativa de los jóvenes españoles. Pero todavía tenemos muchas incógnitas por resolver – y algún que otro prejuicio – sobre las motivaciones y las consecuencias de esta realidad cada vez más consolidada.

Canales y fuentes 

Según el informe Media Navigator 2021 el 71% de las personas entre 16 y 24 años se informa vía redes sociales, mientras el volumen de adultos que recurren a ellas es del 46%. La televisión para los jóvenes ocupa el segundo lugar (52% se informa a través de ésta) y solo una cuarta parte menciona los periódicos y sitios de web de cabeceras tradicionales. Del consumo total de radio en España, los oyentes por debajo de los 25 años apenas rozan el 10%. A menudo asociamos los influencers como los grandes prescriptores de la generación Z, pero solo un 18% les considera una fuente de información. Distinguen además los impactos de redes sociales (TikTok, Instagram, Youtube o Twitch principalmente) de los de mensajería instantánea (Whatsapp, Telegram), para estos últimos un 73,7% lo consideran un foco principal de bulos y rumores que pueden llegar a través de amigos y familia (a diferencia del 50% vía plataformas de redes sociales). 

Una de las claves es que no se sienten representados ni en las temáticas, ni los enfoques ni el tratamiento de la información. Es más, se sienten invisibles pero cuando se les da visibilidad casi la mitad se sienten injustamente tratados por los medios (un 47% según el último Digital News Report 2021). Bárbara Yuste, en un capítulo para INJUVE además identifica que a menudo se retrata lo que hacen en lugar de lo que dicen o piensan (no se les pregunta), se muestran generalmente imaginarios lúdicos y descomprometidos y el espacio que ocupan las noticias infantojuveniles apenas alcanza el 5%.  

La alfabetización mediática es deficiente pues según la Fundación FAD, solo un 22,5% entre 14 y 16 años consideran que les han educado para tener espíritu crítico y opinión propia. Un dato más optimista lo arroja el estudio Lectores del siglo XXI: desarrollando competencias de lectura en un mundo digital de la OCDE, donde un 46% de los estudiantes de 15 años reciben formación para reconocer la fiabilidad de la información (frente al 54% de media de los países de la OCDE, tal y como se incluye en el estudio El mismo informe recoge que sólo el 41% son capaces de identificar informaciones falsas. Cabe mencionar que estos son los datos del último PISA (tomados en 2018) y con la infodemia se han activado muchos proyectos y recursos educativos en este sentido.  

Información, sentido y pertenencia 

Los datos de los que disponemos hasta el momento suelen ser cuantitativos, agregados y con preguntas diseñadas desde sesgos y temores adultocéntricos. Nos sirven para dibujar el paisaje, para empezar a definir y dar cuenta de la magnitud de lo que observamos e imaginamos. Para aterrizarlo a experiencias concretas, hablamos con 5 jóvenes para que nos cuenten su cotidianidad informativa, queremos oír de primera mano cuáles son sus hábitos mediáticos más allá de saber a qué redes sociales acuden. 

Elegimos jóvenes con estudios universitarios de Madrid y Barcelona, con distintos grados de interés hacia la actualidad. No es una muestra exhaustiva ni representativa, algo difícil dada la experiencia personalizada e individual de los consumos digitales, pero permite asomarnos más allá del prejuicio:  

#1 El FOMO informativo:  

Arranco preguntándoles sobre cómo se informan acerca de la invasión rusa en Ucrania y tres de ellos destacan que intentan estar al día pero sienten la presión de que deberían estarlo más. La exigencia del entorno y el miedo a estarse perdiendo cosas (Fear of Missing Out en inglés) abarca también la esfera informativa. 

 “Casi me siento culpable de no estar más informada, pero sé que lo pasaré mal e intento protegerme” (J.R, mujer de Barcelona 23 años, estudiante de humanidades) 

“ Para introducirme busqué un vídeo corto en YouTube y cuando terminé los 3 minutos miré algunos comentarios y vi que me faltaba contexto para entender, que necesitaba sumergirme más”. (VM, mujer de Barcelona, 22 años y estudiante de ingeniería).  

#2 La tele, en familia y de fondo 

La tele parece un complemento que llega de mano adulta, ese espacio de consumo de noticias en familia puede servir como lugar de contraste: 

“El telenoticias lo veo con mis padres y comentamos lo que aparece” (VM) “Complemento lo que veo por redes con los telenoticias de la hora de la cena, porque lo ven mis padres” (AA).  

Y perciben además un gran contraste entre las narrativas y los enfoques:  

“[En redes] Se tocan otros temas más de base, que no tienen tanto que ver con las personalidades ni los personalismos” (AR, estudiante de antropología, Madrid 23 años) 

“En los vídeos de TikTok o Instagram ni se menciona a Putin, son videos de gente de a pie, personas como yo que cuentan cómo lo están viviendo.” (AA). 

Sienten que los contenidos que circulan en redes son más personales y cercanos, los valoran como más reales. En el telenoticias identifican una mirada parcial, institucional y alejada de la realidad de las calles, que es lo que les interesa.  

#3 Recibir noticias o ir a buscarlas 

El consumo digital permite la modalidad pasiva y la proactiva. AA, de 20 años y estudiante de biología comentaba: “al principio estaba en redes como Instagram y Tik Tok y me venían noticias, no las buscaba porque no estaba muy interesada pero mis amigos colgaban alguna cosa”. Es importante esta dimensión colectiva de la información, porque en cierta forma conecta también con el sentido de pertenencia: ya no es solo lo que tú te informes, tu paisaje mediático lo componen también tus contactos.  

En cambio, K.L de 27 años con estudios en comunicación y arte comenta que “si tienes una comunidad bien seleccionada y alineada con tus intereses, el algoritmo te refuerza esos contenidos que te interesan”. Sus fuentes habituales pueden incluir cabeceras tradicionales vía web, pero sobre todo periodistas individuales en concreto que hablan de los temas que a él le interesan y cita a 5W, El Orden Mundial, Inés Hernand o Emilio Doménech (Nanisimo). Confían en el medio como resultado de las personas que trabajan en él.  

#4 Superficialidad vs profundidad“ 

A menudo asociamos las redes con consumo rápido y superficial, y hay una parte de choque emocional incluso: 

“Mi pareja antes de irse a dormir se pone a mirar TikTok y el otro día le aparecía un vídeo de un tanque ruso chafando un coche. Más allá del impacto inicial de la imagen, ¿qué aporta eso y cómo te deja? A veces cuesta distinguir un trailer de una peli de un contenido real, porque podemos verlos uno detrás del otro y en la misma plataforma (VM).  

Pero también encuentran profundidad, sobre todo en Twitch o Youtube: “En redes funcionan muy bien los contenidos largos, por ejemplo los directos de 2h siempre que sean voces cercanas, críticas y con miradas que empatices”(KL). 

#5 la democratización de la información y de la opinión 

Para algunos las redes son sobre todo un espacio donde experimentar con nuevos formatos y lenguajes, sienten que pueden apropiarse del altavoz a conveniencia, algo inimaginable en los medios tradicionales. Cabe destacar la sensación de rigidez moral que atribuyen a los medios hegemónicos, mientras el consumo digital lo perciben como algo más libre y dinámico que permite explorar las propias contradicciones:  

“Las redes también te permiten acudir a la fuente original, por ejemplo las agencias de noticias de los países implicados. También te sirve para exponerte a opiniones distintas, algo que no ocurre en los medios tradicionales, y seguir haciéndote preguntas” (A.R.).  

Estos cinco testimonios son solo un pequeño ejemplo de todo lo que nos queda bajo el radar cuando pensamos en el binomio jóvenes y redes sociales como fuente informativa. Más que una brecha generacional entre medios convencionales y digitales, hallamos un abismo de sentido y representación. Asumen que la desinformación forma parte del ecosistema informativo y les preocupa, pero lo que más importa es la dimensión comunitaria: solo aquellos formatos que les apelan directamente y/o les hacen partícipes captan su interés. 

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