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La Justicia hablará... a pesar de todo

La infanta Cristina

Elisa Beni

Está a punto de quedar visto para sentencia el Caso Nóos. Resta aún el episodio del derecho de última palabra de los acusados, un derecho inconculcable, hasta el punto de que si no se produce en un juicio, éste deviene nulo. Pero como los derechos no son obligatorios de ejercer, supongo que no veremos ni oiremos a la infanta en ese trámite. Tiene buenos abogados que seguro que saben que en ese trance es muy difícil mejorar la postura ante el tribunal y que, sin embargo, se corre el riesgo de empeorarla si el acusado habla de más.

Ya estamos dónde muchos dijimos que debíamos estar: con un tribunal independiente e imparcial pronunciándose sobre la culpabilidad o la inocencia de la infanta. No se trataba de una persecución ni un ensañamiento para con ella y la Corona, como muchos cortesanos han pretendido. Ni de una conjura republicana contra la anacrónica institución, buscando herirla de muerte. Ni linchamientos ni conspiraciones, sólo el sano interés de demostrar que en este país la Justicia trata por igual a los poderosos y a los ciudadanos de a pie. Algo de alta relevancia puesto que, en mi opinión, es una de las pocas sombras que se cierne sobre nuestro sistema judicial. No hay duda de que la Justicia funciona normalmente en millones de casos. No hay duda de que jueces, fiscales y abogados cumplen con su papel constitucional de forma impecable... excepto cuando se trata de meterle el dedo en el ojo a los poderosos. Y si algo hay poderoso e intocable en España es la Corona. Fíjense que en todos mis años de ejercicio profesional sólo he sido advertida del peligro que corría diciendo esto y lo otro cuando se ha tratado de la Corona. Sólo en algún medio se advirtió a los tertulianos de lo delicado del tema y de que nos moderáramos, cuando se trató del rey ahora emérito. Así que aunque muchos ciudadanos no lo perciban así, no hay poder fáctico mayor en España ahora mismo que éste. No por los poderes constitucionales que ostente sino, más bien, los poderes de hecho que le son concedidos y por los poderes reales que están dispuestos a entrar en guerra para defenderles. El económico es sólo uno de ellos.

Por tanto es un triunfo del Estado de Derecho que un tribunal vaya a dictar sentencia sobre el comportamiento de una infanta de España. A pesar de las tensiones a las que fue sometido el sistema para no verla sentada en un banquillo. Un banquillo en el que también llegamos a ver sentarse al verdadero monarca de lo prosaico, Emilio Botín, aunque luego lo levantaran como si quemara el asiento. Prueba de lo que he dicho anteriormente ha sido la enorme tirantez de las estructuras jurídicas a la que se sometió al sistema simplemente para que la Infanta no tuviera que hacerlo. Por tanto, sólo puedo congratularme de que, como pensaba el instructor y los jueces de la Audiencia de Palma, un tribunal vaya a valorar lo que hay y lo que no hay contra la Infanta de España.

Otra cosa es lo extraprocesal que lleva mezclándose de una y otra manera en este procedimiento desde el inicio. Sucede en todos los que se refieren al poder. Y, por cierto, es difícil que las personas que participan en determinada posturas procesales molestas salgan del todo indemnes de ellas. Extraprocesalmente, me refiero. Ya se vio en el 11M y también vamos a verlo aquí.

El campo está embarrado por el verosímil intento de extorsión llevado a cabo por el responsable de la persona jurídica que ejercía la acusación. La verdad, que Manos Limpias era turbio no se nos escapaba a nadie, pero tampoco cuando acusaba a Garzón. Lo de la deshonestidad de Ausbanc, sin embargo, es una verdad expresada de boca a boca desde hace más de diez años. Sólo que a veces hay quien prefiere no saber o no preguntar, incluso entre jueces y fiscales.

Extraprocesalmente ha habido mucho que rascar. Quiero felicitar a las tres magistradas del tribunal por haber tenido siempre clara la línea que marca: dentro del proceso/fuera del proceso. Esa línea que se le fue de madre al fiscal Horrach hace tiempo. Su postura procesal es difícil por indefendible, sus pérdidas de papeles a gritos como sardinera antigua, incalificables.

Ahora cuando el tribunal se retire a deliberar con toda la calma que les sea posible –las palomas y las presiones no perdonan– todos los vientos se cernirán sobre algunos esquifes. Para determinados estratos la venganza es un plato y dicen que se come frío. Y luego están los pobrecitos que quieren ganar el favor de poderoso aderezando el plato con un poco de ensalada. Cada uno sabrá lo que hace.

Sólo me queda recordarles a todos que el tiempo da y quita razones. Y a ese no lo controla ni dios que, como es sabido, es presente perfecto.

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