La mano en la boca
Cuando se difundió la noticia de la autodestrucción del cuadro de Bansky en Sotheby’s, al observar la fotografía publicada en Instagram y reproducida por los medios, recordé otra, años atrás, en la denominada Situation Room (Sala de Contingencias) de la Casa Blanca, en la que el expresidente Barack Obama acompañado por parte de su gabinete y algunos mandos militares observan una pantalla en la que se transmite, en directo, la muerte de Osama Bin Landen a cargo de fuerzas estadounidenses.
En aquella foto, difundida entonces por Flickr, antesala de Instagram, el gesto de la exsecretaria de Estado, Hillary Clinton, es el mismo que el de la mujer que asiste incrédula ante la obra de Bansky que, como el mismo escribió en la red, «going, going, gone» (se va, se va, se fue). Clinton y la empleada de Sotheby’s son superadas por la realidad. Aunque la primera ya sabía o esperaba ese final de la operación, los hechos la superan; la mujer de Sotheby’s también es sorprendida por un giro inesperado del guion (o no: puede ser también un gesto ante la incertidumbre de si todo saldrá tal como se espera).
No había necesidad de relatar de eso modo la muerte de Bin Laden pero las redes ya proporcionaban en 2011 su capacidad narrativa al servicio de los grandes relatos. Al margen de los posteriores anuncios oficiales, esa imagen, sin una pantalla enseñando los hechos, es decir, esa elipsis total que se traga el climax del relato, detrás de la escena, en la Situation Room, disparada en Flickr, esa foto era la participación en el espectáculo, la primera escena de un reality show que después contó, desde la ficción explícita y con detalle, la película La noche más oscura de Kathryn Bigelow (el soldado que disparó a Bin Landen, diría luego en una entrevista a Esquire que «la misión en la maldita película es demasiado larga»).
Esa foto nos lleva a la cocina, al otro lado, a la intimidad, el territorio propio del reality para convertir todo en espectáculo.
La mano en la boca de Clinton, conteniendo el aliento es la transmisión emocional de una intimidad. La mano en el rostro de la mujer de Sotheby’s que circuló el 11 de octubre también es un gesto fuera de la disciplina protocolar de Sotheby’s, pero que forma parte del espectáculo.
La obra lo genera y la industria cultural rápidamente explicó que, desde los 300.000 euros de salida, se alcanzó un precio altísimo, 1.200.000 euros, ofrecidos justo en el momento de la destrucción parcial de la obra, más cerca ahora de un lienzo de Lucio Fontana que de un grafiti. Según informó Alex Vicente en El País, la obra, triturada, ya ha incrementado su precio.
Damien Hirst, artista inglés surgido de la factoría de Charles Saatchi, publicista antes que galerista, lo cual no es un dato menor, produjo una serie infinita de pinturas de todos los tamaños posibles en las que solo hay puntos de diferentes colores. He escrito producido y no creado, ya que, como si de una factoría se tratase, la serie de obras se ha realizado en sus talleres por su equipo, de manera industrial. La escritora y crítica de arte Estrella de Diego observó que algunos puntos están mal pintados: «no sé si será que hay ayudantes menos eficaces o que al cabo de repetir tanto circulito se acaba un poco mareado».
La galería Gagosian, donde se exhibieron las series, posee una red de once galerías en el mundo y Hirst optó por ocuparlas todas a las vez. Solo las dos sedes de Londres cobijaron más de 300 pinturas con los puntos de colores. El resto de las telas se distribuyeron en las galerías de Atenas, París, Roma, Ginebra, Nueva York, Beverly Hills y Hong Kong. La mayoría de los cuadros pertenecen a colecciones privadas y solo unos pocos salen a la venta pero el experimento no buscó otra cosa que una gran promoción de Hirst. Estrella de Diego apunta que lo curioso de esta operación es ver cómo una obra de arte puede convertirse en un producto de mercado que hay que lanzar con buen timing, como un iPhone, para hacer más ruido y lograr que nadie quiera quedarse fuera del evento.
El 15 de septiembre de 2008, en una subasta de su obra en Sotheby’s, Damien Hirst recabó 140 millones de euros. Ese mismo día, el colapso de Lehman Brothers inauguró el hundimiento de los mercados y una crisis que, diez años después, parece no tener fin.
Alex Branczik, el director de Arte Contemporáneo de Sotheby’s para Europa, declaró: «Banksy no destruyó una obra de arte en la subasta, creó una nueva. Tras su intervención sorpresa, nos complace confirmar la venta del recién titulado Love is in the Bin [nuevo nombre dado la obra original, xxx, después de la destrucción], el primer trabajo artístico de la historia que se creó en vivo durante una subasta». Trabajo que, como hemos dicho, duplicó su valor en el momento de ejecutarse y ser parcialmente destruido.
Performace total: la obra se daña y reproduce en nuevo objeto artístico no en el taller sino en el ámbito de la transacción, ante los ojos del mundo. Espectáculo global. Es lógico que se hable de números: es la esencia. Y nadie se llevará la mano a la boca ante el resultado final.