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Mereces contagiarte

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. EFE/ Mariscal/Archivo

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Los contagios subían en Aragón y Cataluña a principios de julio y nadie se explicaba cómo Madrid tenía una situación epidemiológica tan favorable. Isabel Díaz Ayuso andaba desaparecida después de haber sido omnipresente en los medios amigos con Ana Rosa de publicista ahora que ya no podía culpar al Gobierno de no devolverle las competencias. Se fue de vacaciones frugales a Losar de la Vera mientras Pablo Casado, de vacaciones en Almería, acusaba a Pedro Sánchez de estar de vacaciones en Lanzarote. Durante ese descanso la presidenta de la Comunidad de Madrid dejó que los contagios fueran produciéndose silentes sin que se hiciera seguimiento y rastreo para salvar el verano a sus caseros hoteleros. Permitió que el rebrote explotara justo al final del verano para que les hiciera el trabajo y la epidemia estuviera tan desatada que ahora ya sea imposible tomar las medidas necesarias para recuperar las clases presenciales sin haber invertido en la educación pública.

Porque sí. Tengo el pleno convencimiento de que estos dos meses de verano Isabel Díaz Ayuso quería que la epidemia se desbocara para poder justificar su actuación política que, a pesar de su incapacidad manifiesta para expresarse oralmente, está marcada y es clara: la propaganda, el ruido, el frentismo y la privatización de los servicios públicos. No ha habido nunca otro horizonte ideológico, ni en plena pandemia. De hecho, es una ventana de oportunidad para seguir incidiendo en la depauperación sistémica de lo público para que sus jefes hagan negocio desde lo privado. En la Comunidad de Madrid tienen el convencimiento de que los madrileños no sabemos discernir el sistema competencial de nuestro país y que con unas cuantas entrevistas-masaje cuando Ana Rosa vuelva de vacaciones podrá culpar a Pedro Sánchez de los problemas sanitarios y educativos en Madrid. En eso no le falta razón al aúlico bourbonado. Le servirá la estrategia.

En pleno rebrote Ayuso ha vuelto a expresarse a borbotones, de forma inconexa, sin saber muy bien lo que dice, pero con el plan claro después de haber dejado que la pandemia azote los barrios populares y a los más desfavorecidos. La estrategia está clara: el enemigo externo. La actuación propia del trumpismo aguirrista del que es heredera y que los nacionalistas como ella saben manejar mejor que nadie. Abjurar de su propia responsabilidad y culpabilizar a cualquier otro de los problemas que nos azotan. Esos enemigos ya están claros, el Gobierno central por no recuperar el control que ella criticaba durante el estado de alarma, los profesores por exigir seguridad después de haberlos olvidado durante cinco meses y los ciudadanos de los barrios pobres por no quedarse en casa a la vuelta del trabajo.

Los responsables lavándose las manos con algo más que una solución hidroalcohólica y la gente responsable midiéndose los besos y los abrazos integrando la culpa en su vida cotidiana. Observo con terror y pesadumbre cómo gente querida, amigos, compañeros y familia, que han actuado de manera ejemplar ven cómo su comportamiento es puesto en entredicho por sus mismos seres queridos cuando un despiste o un simple gesto de cariño es casi criminalizado. Se está extendiendo entre quienes más cívicamente actúan una especie de ojo censor sobre el comportamiento ajeno, como si la responsabilidad se hubiera transformado en una especie de hoja de servicios que lanzar contra los convivientes.

El mayor éxito del neoliberalismo y el individualismo es habernos contagiado a los que de manera racional luchamos contra esa lacra. Somos conscientes de lo nefasto de esas ideas, pero han conseguido inocularse en nuestro comportamiento cotidiano para marcar nuestras acciones cuando bajamos la guardia. Por eso somos capaces de culpar antes al vecino que no cumple de manera estricta las recomendaciones sanitarias mientras pasamos por alto al encargado de que esas recomendaciones se conviertan en leyes y actuaciones.

Solo quien está imbuido del mal absoluto del individualismo puede considerar adecuado que se recomiende no salir de casa a los que viven en las regiones más afectadas por el rebrote, las poblaciones y los barrios con menor renta de todo Madrid, mientras la semana que viene se autoriza la celebración de una corrida de toros en Alcalá de Henares a la que podrán asistir más de seis mil personas.

Evadir la propia responsabilidad para que culpes al vecino que no cumple las recomendaciones sanitarias de la manera más escrupulosa tiene un perverso efecto que opera con la misma lógica protofascista que se esconde detrás de enfrentar al último con el penúltimo y de culpabilizar al que se contagia en vez de mirar hacia arriba y exigir responsabilidades al que las tiene. Porque la pregunta que han conseguido meterte dentro cuando conoces algún positivo no es si en su trabajo cumplen la seguridad laboral, si usa el atestado transporte público o si las autoridades habrán previsto el incremento de casos en los hospitales para atenderle, sino si ha merecido contagiarse por no ser responsable. Si esa es la pregunta, la respuesta es que Ayuso ha ganado.

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