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Una mujer vigila siempre

En la imagen, la senadora demócrata, Elizabeth Warren. EFE/EPA/MICHAEL REYNOLDS/Archivo

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Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida.

Simone de Beauvoir

Puede que la actualidad que prevalece, la que nunca es mar de fondo, la que siempre agita la superficie al ritmo de los vientos del escándalo esté en otra parte pero yo no dejo de darle vueltas a la indignación de la senadora Elizabeth Warren. Esa mujer de 65 años que es capaz de sentir en sus carnes la injusticia y la amenaza que se ha filtrado contra todas las mujeres norteamericanas con ese borrador de sentencia, aún sin deliberar, del Tribunal Supremo de los Estados Unidos. 

Warren y la mujeres que la siguen representa la esencia del pensamiento de Simone de Beauvoir: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”. Warren no va a tener el problema de un embarazo indeseado nunca ya, pero Warren es capaz de seguir enarbolando la bandera de las mujeres, de todas las mujeres, de su derecho a elegir si quieren ser madres sin que un error, un momento de irreflexión, un fallo, una violación, un riesgo de salud o cualquier otra circunstancia penda sobre ellas para marcarlas de nuevo como al ganado sin opciones para decidir sobre sus vidas. 

Esta certeza de que todo derecho conquistado está siempre amenazado es el que me impide volcarme en la defensa de los derechos de minorías o colectivos que comprendo tengan sus reivindicaciones y su agenda. Yo tengo que centrarme en una mayoría, la de las mujeres, y me debo a la certeza del que ha conocido la otra cara de la moneda y sabe que siempre es posible volver a allí de donde salimos. Las batallas no tienen que ver con las emociones ni con que te concierna individualmente lo batallado, para mí tienen que ver con los principios. La posibilidad de que Estados Unidos vuelva a prohibir el aborto a las mujeres después de 50 años de haberse conquistado ese derecho por parte de las mujeres, me hace pensar en todas las fuerzas que pugnan en nuestro propio país por ese camino marcha atrás hacia una sociedad que muchos anhelan con melancolía. Las que hemos vivido de cerca las implicaciones, riesgos, clasismos y dolores derivados de la penalización del aborto en España no podemos mirar hacia otro lado cuando la senadora Warren grita de indignación. 

Como saben se ha filtrado un borrador de ponencia del asunto Roe contra Waden en el que el ponente conservador -en un tribunal que fue copado por Trump- se apoya en argumentos aparentemente aceptables pero falaces para devolver a las mujeres norteamericanas a la esclavitud de nuevo, porque no poder abortar es una suerte de esclavitud que condena a tu cuerpo a ser regido por leyes ajenas a tu voluntad y a tu vida a no poder elegir tu destino. Dice, entre otras lindezas el magistrado, que como el aborto no está en la Constitución expresamente - es del siglo XVIII- pues que ya es hora de devolverlo a los legisladores del pueblo para que debatan y decidan sobre él. ¿Cuántas veces debe ser debatido un derecho? ¿Debemos debatir sobre la pena de muerte cada generación en democracia? Algunos así lo quieren. ¿Debemos debatir sobre el derecho al aborto cada poco? ¿y sobre el derecho al divorcio? ¿y sobre la libertad religiosa? ¿Debatimos cada veinte años sobre el derecho a voto de las mujeres? 

Las fuerzas extremistas conservadoras no se conforman con no hacer uso de aquellas libertades o derechos que no concuerdan con su ideología sino que pretenden prohibírselas a los demás. Utilizan para eso la falsa bandera democrática de que las mayorías deben poder votar y elegir cada una de las cuestiones que ya fueron elegidas y consagradas y que forman parte de los pilares del sistema. Los derechos de las mujeres son una de esas cuestiones que los populistas de derechas y los teócratas quieren volver a poner de forma falaz en el ruedo democrático hasta que la moneda caiga de su lado. Si no es así, volverán a tirar y a tirar. Eso no es democracia sino el caballo de Troya que ya están usando en muchos lugares para destruirla. 

Esta cuestión no es baladí para las mujeres españolas, a fin de cuentas la extrema derecha de Vox bebe tanto de las fuentes de la extrema derecha supra liberal norteamericana como de los principios teocráticos católicos. Parte del PP bebe de las mismas fuentes. Hasta el momento hemos ido vadeando el riesgo y el recurso presentado por el Partido Popular contra la Ley del Aborto lleva once años rulando por el Constitucional sin que nunca haya sido ni siquiera deliberado y eso porque los ponentes conservadores que ha tenido el asunto sabían que el TC estaba fracturado. Ahora bien, señoras mías, ¿quién nos dice que algún día no se consiga un tribunal como el que Trump se procuró? El tribunal que le ha sobrevivido y prepara su nuevo advenimiento. 

En principio el riesgo en España está conjurado al menos hasta pasado el verano. No se estudiará la ponencia del inefable Enrique Arnaldo -el hombre por el que el PP peleó hasta el final- antes del nuevo curso y los más optimistas creen que para entonces ya se habrá renovado el tercio del tribunal que corresponde y que lo inclinaría hacia la izquierda. Incluso hay magistrados progresistas que son optimistas respecto a lo que sucedería en el caso de que no llegara la renovación. Pero, díganme ¿de verdad las mujeres de este país o de cualquier otro democrático, sus hijas, sus nietas, las que vengan después, tienen que vivir a expensas de estos vaivenes que siempre ponen en riesgo los derechos de las mujeres porque son una moneda fácil de entregar?

Vigilantes siempre. Queridas mujeres, queridas niñas todo se puede poner peor para nosotras. No hay lugar para la tregua. Incluso si alguna de las que navegan con falsa bandera llega a convenceros de que la igualdad se ha logrado, responded siempre que retroceder es más que una posibilidad para la que hay que estar preparadas. 

Ser mujer exige una disciplina y un arrojo en la defensa de los propios derechos que tampoco es igual al de los hombres. Cuando algunas creen estar a punto de tocar los cielos, nos devuelven a la cruda realidad señalándonos las trincheras. 

Por eso, vigilantes siempre. Ni un paso atrás. 

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