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No subestimen a Feijóo

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el pleno del Senado celebrado este martes.

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Primera consideración. El cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en el Senado fue un debate interesante pese a que sobraron ataques y faltaron propuestas. Habrá quien quiera interpretarlo como un regreso al bipartidismo. Esa visión tendría más recorrido si no fuese porque mucho tendrá que cambiar España para que sea gobernada de nuevo por una mayoría absoluta. Así que sería más preciso señalar que el martes se pudieron contraponer dos modelos muy diferentes y que explican por qué no tenía sentido ni lo tendrá ninguna fórmula que pueda asemejarse a un gobierno de concentración.   

Sánchez jugó bien sus cartas y desmontó con ejemplos la fama de buen gestor que el PP y muchos medios intentan cultivar. Le gusta el cuerpo a cuerpo y acostumbra a salir airoso en los debates parlamentarios. El formato del que mantuvo en el Senado con Feijóo beneficiaba al presidente porque dispuso de más del doble de tiempo que su rival. Lo sabían ambos y eso explica también las respectivas estrategias. Sánchez supo sacar provecho de sus turnos, más del primero que del segundo, pese a que se equivocó citando él a ETA cuando el líder del PP esta vez había acertado al no mencionarla. Criticó al líder popular por insultarlo, cosa que Feijóo había hecho el día anterior aunque se guardó de repetir el error en la sesión en el Senado. Hubo momentos en que pareció que el presidente actuó como si estuviese en la oposición, algo que nunca es bueno si se aspira a trasladar una imagen de seguridad.

Sánchez sacó pecho de las medidas que el Gobierno ha adoptado para proteger a los más débiles y puso en su sitio al PP al recordarle que su grupo ha votado en contra de prácticamente todas las leyes que se han aprobado en el Congreso, incluidas las que servirán para proteger más a las mujeres, las que permitirán aumentar las becas o bonificar los billetes en el transporte público. Tal vez muchos de los beneficiarios de esas medidas no voten al PSOE, Podemos o a alguno de los partidos que las apoyaron, pero es poco debatible que son buenos argumentos para hacerlo porque la alternativa que ofrece la derecha era seguir con una mayor desprotección. 

El presidente probablemente no ganó ningún voto en el debate, pero Feijóo tampoco perdió ninguno. El líder del PP acertó en el tono, ofreciéndose como el jefe de la oposición que tiende la mano pese a que el cómputo final de las votaciones importantes y el bloqueo en la renovación de órganos constitucionales lo desmientan. Vende sosiego y seriedad y en tiempos convulsos eso acostumbra a dar un buen resultado. Pudo presentar medidas alternativas solventes, pero no lo hizo y la falta de tiempo no puede ser excusa porque de antemano sabía que tendría el justo y que sería mucho menos que el presidente. Una lectura benévola llevaría a pensar que por eso antepuso las formas al contenido. Pero de un aspirante a gobernar el país, y más en un contexto económico como el actual, se esperaría algo más que un discurso vacío. 

La mayoría de ciudadanos no vieron el debate y su impresión se habrá limitado a la obtenida a partir de las crónicas televisivas o radiofónicas. En el caso de los más informados tendrán en cuenta las que hemos ofrecido también los diarios. La percepción que se lleven será a partir de los cortes de voz y una imagen más que parcial de cada uno de ellos. Y la de Feijóo no será la de un tipo agrio sino todo lo contrario. En redes ya se sabe que ganan los tuyos aunque está comprobado que los algoritmos no siempre van acompasados a los sondeos electorales. 

Los partidos que integran el Gobierno y sus socios parlamentarios harían bien en no confiarse y no solo porque las encuestas les obliguen a estar preocupados. No basta con tener asegurados los propios aunque eso sea imprescindible para ganar o lograr que la aritmética parlamentaria les permita seguir. Hay que conseguir dos cosas más. La primera es frenar la desafección de los ciudadanos que se autoubican entre el centro y la izquierda. La inflación y un escenario económico que no mejora puede traducirse en un incremento de la abstención, como teme ya alguno de los estrategas socialistas. De ahí que Sánchez arremeta cada vez más contra “las grandes empresas”, se haya atrevido a atacar a la banca y a mencionar a los medios que tienen a esas corporaciones detrás.

La segunda es actuar con más cabeza fría. Feijóo ha encontrado un filón en las desavenencias entre PSOE y Podemos así como en las dificultades, a menudo más aparentes que reales, de entente con sus socios parlamentarios. Evitar que el líder del PP pueda seguir sacando rédito de esas diferencias solo está en manos de los que las protagonizan.

Probablemente habrá electores y lectores que sean votantes de partidos de izquierdas y que discrepen por considerar que este análisis puede ser complaciente con Feijóo. No lo pretende. Pero si el líder del PP va tan distanciado en los sondeos es porque acierta en alguna tecla y negarlo solo servirá para errar en el diagnóstico.

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