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Objetivo: desenmascarar a Feijóo

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo.

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Hay una versión de Alberto Núñez Feijóo de hombre prudente, con verbo pausado y aspecto de empollón, que crece en las encuestas. Y hay otra, de político escasamente preparado, con grandes lagunas en el ámbito económico e internacional y sin fiabilidad alguna, que es la que aspiran a proyectar desde La Moncloa. 

La primera dibuja a un gestor eficaz que prefiere el diálogo al insulto y resulta auténtico entre la mayoría del electorado, incluida una parte de la izquierda, por su calculada distancia de las batallas culturales. La segunda persigue descubrir a alguien en absoluto dispuesto a desinflamar el ambiente de la vida pública como prometió cuando tomó las riendas del PP, ni a alcanzar acuerdos de país en beneficio del interés general o la normalidad institucional y que carece de un proyecto político consistente.

Entre la una y la otra debe haber una intermedia que solo conocen los más allegados, pero que no ha asomado a la escena pública desde que llegó al ruedo nacional debido a la habitual ambigüedad de un personaje que navega entre las llamadas a la moderación y las comparaciones del presidente del Gobierno con un dictador. 

Hacer de Pedro Sánchez un émulo del Zacarías retratado en El otoño del patriarca , como ha hecho este lunes el líder de la derecha española, no es una señal de moderación. Es más bien toda una declaración de intenciones con la que el jefe de los populares no hace otra cosa que negar la legitimidad a un presidente, que puede haber cometido errores e incluso, como todos los que le antecedieron en el cargo, aspirar a mantenerse en el poder, pero que ha sido elegido democráticamente en las urnas e implementado medidas, seguro que insuficientes, pero que buscan paliar las consecuencias del alza de los precios.

La novela de García Márquez a la que este lunes aludía Núñez Feijóo para hablar de la “fase irremisible de deterioro” del Gobierno es la historia de un dictador latinoamericano llegado al poder tras un golpe de estado que condensa en un único personaje la trayectoria de varios déspotas de carne y hueso. Es una descripción precisa de la crueldad, la opresión, la destrucción e, incluso, el delirio y la demencia que se publicó mientras millones de chilenos, argentinos y uruguayos vivían oprimidos bajo las dictaduras de Pinochet, Videla y Bordaberry. Cualquier intento de similitud entre las personalidades de aquellos líderes y el jefe del Ejecutivo español o de aquellos tiempos y los que hoy vive nuestro país no son solo un insulto a la historia y a la inteligencia, sino también un notable desprecio a los procedimientos democráticos.

Pero, claro, la política se reduce hoy a un combate en el que todo vale. Veremos cuál es la versión que Feijóo ofrece de sí mismo este martes en su debut parlamentario durante el debate en el Senado que reclamó a Sánchez en busca de foco mediático para compensar su falta de protagonismo semanal en el Congreso de los Diputados por no tener la condición de diputado. De momento, prologar la cita con una alusión explícita a El otoño del patriarca no es la mejor señal que puede emitir un líder de la oposición responsable ni muy seguro de sus aptitudes para liderar el país por méritos propios, más allá del lugar en el que le sitúen las encuestas. 

El de este martes no será una segunda edición del Debate de la Nación, pero a Sánchez, quizá mucho más que a Feijóo, la cita le interesa para confrontar modelos, hacer pedagogía con las medidas aprobadas por su gabinete para contener el alza de los precios y, de paso, sacar pecho de su posición en una UE, donde lleva meses liderando la respuesta a la crisis energética. Y todo con el propósito de destapar a un líder de la derecha al que tratará de situar del lado las grandes corporaciones y en contra de medidas que buscan ayudar a las clases medias y trabajadoras, además de un reparto equitativo de las cargas de la crisis. 

En esta ocasión, el objetivo de La Moncloa, que aceptó el reto del PP de abrir el curso político con un cara a cara en el Senado, no es otro más que desenmascarar a un Feijóo que hoy crece en los sondeos, pero mañana -con 16 meses aún por delante hasta las generales- puede retroceder, si sigue por la senda del no a todo, la improvisación.

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