El órdago de Madrid

En el juego del mus, cuando uno de los contrincantes lanza un órdago puede ser por dos razones, una, porque tiene buenas cartas y piensa que los de enfrente las tienen peores, y otra, porque va de farol, y cree que el de enfrente se echará para atrás y no lo aceptará. Órdago, por cierto, es una palabra que viene del euskera y significa “ahí está”.
En el caso de Isabel Díaz Ayuso, tras la disolución de la Asamblea madrileña, y convocatoria subsiguiente de elecciones autonómicas, podemos colegir que el órdago lanzado por la presidenta se basa en que cree tener buenas cartas y por ello ha decidido arriesgarse: “Ahí está”, le ha dicho a su ya exsocio Ciudadanos y, por extensión, al Gobierno central y, si me apuran, hasta a su jefe Pablo Casado.
Ayuso ha aprovechado el terremoto de Murcia para provocar uno mayor en Madrid. Le ha importado muy poco paralizar la comunidad durante meses a pesar de la pandemia y Pablo Casado se ha visto obligado a asumir la estrategia política de su pupila, y en esa asunción estriba el futuro del propio presidente del PP, que queda ahora unido al de su pupila. Puede salir muy bien, pero puede salir muy mal, extraordinariamente mal.
En la mañana del pasado miércoles, que fue un día de infarto, Ayuso tenía conocimiento, como el resto de los ciudadanos, de que en Murcia saltaba por los aires la coalición gobernante PP - Ciudadanos, que contaba con el apoyo de Vox, y que Ciudadanos se aliaba ahora con el PSOE para presentar una moción de censura con la intención de variar el sesgo político en la comunidad. Luego vimos que el PP echaba mano de su habitual sistema, y compraba las voluntades de tres tránsfugas de Ciudadanos para mantener a Fernando López Miras al frente del gobierno murciano. Política de cloacas a pesar de los pactos multilaterales anti transfuguismo.
Así que esa misma mañana, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, Díaz Ayuso y y su asesor jefe, Miguel Ángel Rodríguez, tomaron la decisión de convocar elecciones anticipadas, algo con lo que ya habían amagado en ocasiones anteriores. Rodríguez le dejó claro que las encuestas son promisorias, que todas favorecen los intereses del PP madrileño y, en concreto, la propia figura de Díaz Ayuso. Así que, era el momento del órdago con la intención, además, de pillar con el paso cambiado a la izquierda que tiempo atrás debatió sobre la conveniencia o no de una moción de censura difícil de ganar sin el apoyo de Ciudadanos.
Díaz Ayuso se va a presentar a las elecciones de mayo cuando programas de televisión como El Intermedio, la muestran como una colegiala sin fundamento, la chica que llevaba las redes sociales del perrito de Esperanza Aguirre. Pero los posibles votantes de Ayuso no ven El Intermedio, o si lo ven es para poner a parir a Wyoming.
En cambio, el relato creado por su gabinete durante el periodo pandémico en la sede de la Comunidad de Madrid, la presenta como alguien confiable, una liberal de la nueva hornada, enfrentada a los liberticidas de la izquierda, una nueva Agustina de Aragón, en este caso de Chamberí, dispuesta a defender la libertad y la propiedad privada, como si ello estuviera en peligro con el gobierno de la coalición izquierdista.
“No vamos a arruinar a los madrileños”, anunció Ayuso como si el Gobierno sí quisiera arruinarlos. Y esos mensajes repetidos día a día, van calando como una lluvia fina. Ayuso y Rodríguez, desde la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol, han ido creando el relato adecuado para presentar a la presidenta madrileña no solo como el bastión contra el “socialcomunismo”, sino como la verdadera oposición al Gobierno central y ese va a ser el elemento clave que marque las próximas elecciones madrileñas.
“Me he visto obligada a tomar esta decisión por el bien de Madrid y de España”, dijo Isabel Díaz Ayuso al anunciar su decisión de convocar elecciones anticipadas. Otros mandatarios autonómicos del PP se refieren siempre a su propia autonomía, al contexto político y administrativo en el que funcionan. Pero Ayuso no, Ayuso tiene puesta su vista en el más allá, el más allá de Madrid, y quiere aprovechar la coyuntura para obtener una mayoría absoluta que le permita gobernar con la comodidad de no depender de nadie y le abra las puertas del liderazgo definitivo en el PP. Así que: que Pablo Casado se vaya preparando.
En la comunidad de Madrid llevan tiempo con la calculadora en la mano. Por ahora los sondeos, públicos y privados, que manejan en la presidencia de Madrid ofrecen cifras interesantes para Ayuso. Por eso no hubo duda al apretar el botón de las elecciones anticipadas. La presidenta, dicen, no es como Iturgaiz en Euskadi o como Fernández en Catalunya, historias de fracasos. Es una candidata de amplio espectro, y en eso le gana a su jefe Casado. A diferencia de este, ella puede rebañar en ese caldero a la derecha de la derecha, y llevarse votos. Así, en la Comunidad de Madrid el previsto tsunami electoral de Vox, continuación de lo que hemos visto hasta ahora, y tan dramático para el PP en los últimos tiempos, puede frenarse algo por las especiales características de la candidata popular.
Ayuso, a diferencia de Pablo Casado, no tiene problemas ideológicos con Vox, puede amoldar su discurso al de Abascal. En esto es un poco marxista, de Groucho quiero decir. Estos son mis principios, pero si no te gustan tengo otros. Ella maneja recursos emocionales patrióticos que suelen utilizar los de Vox a la perfección, y no hará ascos a un acuerdo de gobierno en caso necesario “para defender Madrid del comunismo”. Pero ese es el plan B. El plan A viene derivado de los datos que han calentado los cascos de Ayuso y sus asesores, la posibilidad, aunque remota, de una mayoría absoluta al estilo gallego, aunque no haya un sondeo que diga eso.
“Quiero gobernar en Madrid como Feijóo, con mayoría absoluta”. El deseo de Ayuso está claro, el único problema es que obtener esa mayoría absoluta parece lejos de la realidad y en el camino tiene nuevos enemigos. Y para lograr la mayoría absoluta en el nuevo parlamento de 136 escaños, cuatro más que el anterior, serán necesarios 69 escaños. Difícil singladura la que le espera a Ayuso.
Después de sacar del gobierno a escobazos a los consejeros de Ciudadanos, con este partido será difícil contar para gobernar. Entre los amigos solo queda Vox y, sí es cierto que tanto su mentora Esperanza Aguirre, como ella misma hacen buenas migas con el partido ultraderechista. Pero un acuerdo de gobierno con Vox, con la entrada de miembros de Vox en el gobierno madrileño, supondría la puntilla para Pablo Casado y sus aspiraciones presidenciales. Pero, claro, me olvidaba de que Ayuso tiene puesta su vista en el más allá, más allá de Casado.
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