La piel del cordero
Uno de los debates más interesantes alrededor de los medios de comunicación es su rol frente a lo que se denomina opinión pública en el sentido de si tienen capacidad de anticiparse a ella, es decir, formarla o, por el contrario, la reflejan. Atendiendo a la primera posibilidad, la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann elaboró la teoría de la espiral del silencio que intenta medir el nivel de autocensura que hay en los ciudadanos en el momento de expresar sus opiniones, cuyos motivos estarían centrados en el miedo de la exclusión social. La teoría parte del supuesto de que todos los individuos prestan especial atención a las corrientes de opinión dominantes y que de alguna manera se acercan a ellas para evitar quedar fuera del abrigo de la mayoría. En este sentido, Alexis de Tocqueville en su ensayo El Antiguo Régimen y la Revolución, reflejó cómo en el siglo XVIII francés la Iglesia fue perdiendo terreno ante el desprecio general por la religión: “Los hombres que conservaban la antigua fe temieron ser los únicos que seguían fieles a ella y, más amedrentados por el aislamiento que por el error, se unieron a la multitud sin pensar como ella. Lo que aún no era más que el sentimiento de una parte de la nación pareció entonces la opinión de todos, y desde ese momento pareció irresistible ante los mismos que le daban esa falsa apariencia”.
«Piel social» denomina Noelle-Neumann a la opinión pública, aquella que se emplea a manera de protección para no quedar aislados del cuerpo social o bien como una manera de autolimitarnos para no romper un consenso. En los Estados Unidos parecía ser unánime el apoyo a la invasión de Irak que se hizo bajo el argumento patriótico de la seguridad nacional después del ataque a las Torres Gemelas. Esto se podía entender, a la luz de la teoría de la espiral del silencio, como una suma de voluntades que incluían a un pequeño grupo de indecisos que se había unido a ella para no pasar a integrar una minoría acusada de antipatriotismo o bien para no romper un consenso cuya fuerza se impone a las propias creencias. En Europa los movimientos de rechazo a la invasión que se prodigaron en casi todos los países pueden haber asimilado también a una minoría que podría haberse sentido proclive a la invasión. La propia esencia de un contexto democrático supone la libre expresión de las opiniones, por lo tanto esta teoría señala una contradicción ya que se basa en la existencia de miedo a manifestarse: miedo a formar parte de una minoría, temor a la exclusión social. Con lo cual los discursos dominantes, aquellos impulsados por las elites mediáticas cuyo relato se consensua con las elites políticas, económicas e institucionales son las que acaban, desde la perspectiva de Noelle-Neumann, formando la piel social de una comunidad.
¿Suma el independentismo catalán adhesiones que no quieren quedar segregadas del polo nacionalista? ¿Ocurre algo similar con el españolismo? Sin duda, tanto Televisión Española como TV3 estimulan desde la carga subjetiva del poder dominante sus respectivas posiciones. Más allá de las razones del marco constitucional, si el Estado español hubiese decidido intervenir TV3 a través del artículo 155 y que RTVE se hubiese ocupado de los contenidos, habría sido una operación similar a la de dar la dirección del diario Ara o El Punt Avui a los responsables de ABC o La Razón.
Noelle-Neumann sabía, sin duda, como activa colaboradora del régimen nazi –aunque, una vez acabada la guerra, adoptara una posición crítica con respecto al nazismo–, que la «piel social» es volátil y puede mudar como la de las serpientes o alentar la creación de un cuerpo imprevisible.