El PSOE siempre gana
Un conocido de mis padres me dijo hace muchos años, en medio de una acaloradísima discusión sobre la reforma laboral del PP, que me entendía perfectamente. Me dijo, el muy imbécil, que era normal: “Si a los veinte años no eres de izquierdas no tienes corazón, pero si a los treinta lo sigues siendo no tienes cerebro”. ¿Cómo explicarle que con casi treinta estoy muchísimo más cerca –peligrosamente cerca– de Michele Angiolillo que de Cánovas del Castillo? He tenido amagos de moderarme, sobre todo tras varios años de militancia activa y la llegada al Gobierno de la coalición en 2019, que en cierto modo me hizo respirar tranquilo y dejar un lado mis instintos de prender fuego al país, de Algeciras a Ermua. La gestión de la pandemia, en contraste con los países vecinos, las sucesivas subidas del salario mínimo y, sobre todo, su reacción en la caverna, desmedida, salvaje y desesperada, me hicieron confiar. Conquistas realizadas en plena pax capitalista.
En abril, Yolanda Díaz, a la que, más por inercia que por certeza, la estábamos encumbrando casi como si fuese Lenin a lomos de Mao Tse Tung, se le ocurrió decir que era una “forofa de la moda galega” cuando se le preguntó por Amancio Ortega, de quien en 2019 decía que tenía que tributar de manera justa y no se le pasaba por la cabeza hablar de vestidos. La revolución de octubre estaba durando demasiado. Apareció en ese momento un meme que desde entonces se utiliza para reírse de cada ocasión en las que Sumar se acaba plegando a los intereses de su socio de Gobierno: “Hahaha, you have been PSOED” (Jajaja, has sido PSOEizado!). El meme es un collage, hecho sin ninguna pretensión estética, en apariencia al menos, como todos los memes de humor posirónico, copado de fotos de Pedro Sánchez, el logo de la Guardia Civil, el de Sumar, Miquel Iceta, Felipe González, etcétera.
Ser PSOEizado es como cuando, me vais a perdonar la analogía postadolescente, vuelves a confiar en tu ex que ya te ha puesto los cuernos cinco veces y llega la sexta y te quedas con el gesto de Macaulay Culkin en Solo en Casa, la cara como la del Grito, de Munch, y la vaga esperanza de que no habrá una séptima porque al fin y al cabo uno no sabe estar solo. Hay quien todavía les tiene como ese primer amor, idealizado a pesar de los traumas que te dejó, al que siempre miras pensando en que puedes cambiarlo y cualquier excusa es válida para volver con él. Comentababa Antonio Maestre el otro día que la izquierda pierde lo que ha ido logrando mediante la radicalidad de las formas por moderar el discurso. Decía que a Podemos le ocurrió de la misma manera cuando las encuestas le colocaban en la primera fuerza de la izquierda. La capacidad del PSOE de caer de pie –o sobre alguien– y salvar los muebles es infinita, y por lo general no suele tener que hacer un gran esfuerzo, ya nos encargamos los demás.
Con Sumar parecía bastar, al menos para, valga la redundancia, sumar los escaños suficientes para alejar a Feijóo de la Presidencia. A momentos desesperados, medidas desesperadas, pero, ¿para qué? Esta letanía que parecemos listos a entonar cada cuatro años (paremos el fascismo) debería ser diferente; este “salvad al rey, a pesar de todo”, como decía Chateaubriand en 1816, como recuerda Pablo Batalla en su 'Ira Azul' (Trea Ediciones, 2023). No paramos al fascismo para dar carta blanca a los socialdemócratas. No hay tantos socialdemócratas. A esta coalición la hemos votado anarquistas, comunistas e -istas venidos de todos los rincones de la izquierda, así que lo de parar al fascismo nos sabe a poco. Al fascismo no se le para, se le destruye, se le aniquila; gobernar es otra cosa. Por ejemplo, regular los precios del alquiler. Pero, como digo, we all have been psoed. El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra y para el español de izquierdas su piedra es el Partido Socialista Obrero Español.
El pasado jueves en el programa Hoy por hoy de la cadena SER, la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, planteaba que los promotores privados deben participar de la oferta de alquiler y de vivienda asequible. Y que hay negocio. El negocio consiste en que un propietario invierte y yo tengo que buscarme un (tercer) trabajo extra para pagar mi renta. Cuando se acercaba el 23 de julio recuerdo haber dicho que eran malos tiempos para alguien con su vida a medio construir, como yo. Ha pasado casi un año y sigo en las mismas. Pensé que al PSOE, tras cuatro años de compartir –a la fuerza– trinchera con el resto de la izquierda, se le pegaría algo. Y en realidad no han cambiado en absoluto, más allá del cambio radical en su estrategia de comunicación.
La solución no está en manos del PSOE, que no deja de ser el escorpión de la parábola. La solución está en manos de los socios de gobierno, que tienen que saber que no sirve para nada la coalición sin un discurso radical que haga contrapeso a las tibiezas de la administración de Pedro Sánchez. Confiar en que el PSOE, por sí solo, tenga el espíritu reformista necesario para afrontar los cambios exigidos por todos los votantes de la coalición es un error garrafal que vamos a pagar todos en las urnas y en las calles.
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