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Recuento para españoles

Juan José López Burniol

Estas notas, escritas desde la perspectiva de los intereses generales de España, no pretenden convencer, sino sólo servir de contrapunto a una reflexión personal que sea útil para preservar a España como unidad histórica y cuerpo político. Dicen así:

1. El “problema catalán” no es artificial (cosa de intelectuales y políticos), sino que responde a un profundo sentir de la gente común, vivo en todo momento, incluso al día siguiente de sus derrotas. Para los catalanes, Cataluña es una comunidad humana con conciencia clara de poseer una personalidad histórica diferenciada y voluntad firme de proyectar esta personalidad hacia el futuro mediante su autogobierno (autogestión de los propios intereses y autocontrol de los propios recursos). De ahí que el “problema catalán” no sea artificial ni se resuelva con el paso del tiempo.

2. El “problema catalán” no es tal sino el “problema español”, es decir, el problema de la estructura territorial del Estado español, que está sin resolver desde las Cortes de Cádiz y que se replantea cada vez que España recupera la libertad (Segunda República y Transición). Este problema hunde sus raíces en la falta de un auténtico proyecto nacional compartido, el mal funcionamiento de las instituciones, el egoísmo suicida de una casta –en permanente reciclaje– que lleva siglos asentada sobre el Estado usufructuándolo en beneficio propio, el sectarismo soez de los partidos políticos y la pulsión secesionista de algunas de sus partes.

3. La persistencia de este problema crónico puede hacer que se cumpla hoy el tremendo vaticinio de José Ortega y Gasset, cuando escribía –en “España invertebrada”- que “el proceso de desintegración (de España) avanza en riguroso orden de la periferia al centro. (…) Será casualidad, pero el desprendimiento de las últimas posesiones ultramarinas parece ser la señal para el comienzo de la dispersión intrapeninsular”.

4. Gracias a su tozuda y admirable constancia, Cataluña ha ganado durante el siglo XX la “batalla del ser”: la de su refacción nacional, institucional e identitaria. Así, un catalán fallecido el 1 de enero de 1900 no reconocería hoy a su país si resucitase: “La Generalitat; la bandera catalana; catalán en las escuelas, universidades y ayuntamientos; escrituras en catalán…” –se diría extrañado-; “¿dónde está la Guardia Civil?”, –se preguntaría con asombro-...

5. Cataluña libra ahora la “batalla del estar”, en la que se decidirá si sigue formando parte de España –y, en este caso, de qué modo- o pasa a ser un Estado independiente. El desencadenante de esta “guerra” –latente desde que el catalanismo cultural se convirtió en catalanismo político, tras el desastre 1898- ha sido el déficit fiscal, cuya denuncia ha calado incluso en sectores alejados del catalanismo; y su enconamiento actual ha sido propiciado por la crisis económica y por el rampante desprestigio de España como proyecto de futuro. Todo ello ha contribuido a la radicalización del contencioso y a su concreción en la exigencia del derecho a decidir.

6. El sostenido y desdeñoso enrocamiento del presidente Rajoy en una interpretación restrictiva de la legalidad constitucional, sublimada a la categoría de dogma, contribuye a que el problema se enquiste y agudice. No tomar decisiones no es ninguna decisión, diga lo que diga el presidente. Cada día que pasa, el problema se encona. Tanto, que cabe pensar que si la independencia de Cataluña llega será por la torpeza del gobierno español.

7. Hay que buscar una salida al problema, lo que exige la priorización de los temas. Éste podría ser un esquema según criterios de prioridad: 1. Pacto fiscal y garantía de las competencias estratégicas (idioma, educación y cultura). 2. Reforma constitucional, que incluya la posibilidad de celebrar consultas de ámbito autonómico, ya que –como ha sostenido el profesor Rubio Llorente-, si una minoría territorializada, delimitada administrativamente y con las dimensiones y recursos necesarios para constituirse en Estado, desea la independencia, el principio democrático impide oponer a esta voluntad obstáculos formales que pueden ser eliminados; y, si la Constitución lo impide habrá que reformarla.

8. Primer punto. Habría que acordar a corto plazo un sistema que asegurase a Cataluña un tope en su déficit fiscal, mediante el establecimiento efectivo del principio de “ordinalidad” o la implantación de otro recurso técnico adecuado, con exclusión del acuerdo bilateral o “concierto”. Y, asimismo, habría que garantizar a Cataluña competencias exclusivas en materia de idioma, educación y cultura.

9. Segundo punto. Habría que reformar la Constitución desarrollando el Estado Autonómico en sentido federal mediante: a) La conversión del Senado en una cámara territorial ratificadora de todas las leyes y de todos los nombramientos. b) Una clara redefinición y delimitación de competencias, garantizando a Cataluña la exclusividad en las estratégicas (idioma, educación y cultura). c) La definición de organismos de colaboración horizontales y verticales. c) La regulación de referéndums consultivos en las Comunidades Autónomas.

10. En resumen y por este orden: 1. Pacto Fiscal y garantía de las competencias estratégicas. 2. Propuesta de reforma constitucional, incluyendo dentro de la misma el ejercicio del derecho a decidir. Estamos aún a tiempo. El país, que ha aceptado con tanto espíritu de sacrificio los recortes impuestos por la crisis económica, no puede ser ahora defraudado por su clase política, de la que ya tanto desconfía. Ésta debe sobreponerse a los achaques de la corrupción que la afligen, y ha de acometer las reformas políticas de las que pende nuestro futuro, comenzando por la constitucional.

11. De no hacerse así, el “problema catalán” entrará en una etapa acelerada de confrontación. Los pasos serán estos:

a) Se acentuará hasta el paroxismo la agitación independentista, impulsada desde diversos frentes, azuzada por la mayoría de los medios de comunicación públicos y privados catalanes, y favorecida por la estólida actuación del gobierno español.

b) El gobierno catalán intentará celebrar la consulta dentro del marco constitucional, formal e instrumentalmente acatado; y, ante la cerrazón del ejecutivo central –que se opondrá a ello de un modo absurdo-, el presidente Mas podrá decir que no tiene más salida que disolver el Parlamento y convocar elecciones autonómicas.

c) Estas elecciones tendrán el carácter de “plebiscitarias” en torno a la independencia de Cataluña, ya que Convergència (con o sin Unió) y ERC concurrirán a las urnas llevando como punto primero de sus respectivos programas la declaración de independencia catalana.

d) Es muy posible que el resultado sea una amplia victoria independentista, por lo que el parlamento resultante se sentirá legitimado para proclamar unilateralmente la independencia de Cataluña, sometiéndola a la condición suspensiva de su ulterior ratificación por el pueblo de Cataluña en referéndum.

e) Es seguro, dada su ausencia de proyecto y falta de coraje, que el Gobierno español se seguirá negando de plano -y sin dar más razón que una interpretación literal y restrictiva de la Constitución- a la celebración de este referéndum.

f) La negativa del gobierno español abrirá la puerta al gobierno catalán para una inmediata internacionalización del conflicto, alegando unas formales credenciales democráticas. Y entonces, al estallar con fuerza el problema, España se convertirá en “el enfermo de Europa”, por lo que le sucederá algo semejante a lo que le ha ocurrido con la crisis económica: que se verá sometida a una “intervención de hecho” por parte de la Unión Europea. Y ésta, con tal de quitarse de encima el problema, impondrá una solución que en ningún caso será mejor que la que aún hoy podría pactarse.

12. Final. “El Océano. El Mediterráneo. La Cordillera Pirenaica. Entre estos límites perfectamente diferenciados, parece como si el medio natural se ofreciera al destino particular de un grupo humano, a la elaboración de una unidad histórica”. Así iniciaba -en 1947- Pierre Vilar su síntesis de historia de España. Hoy, parece claro que no somos capaces de preservar esta unidad histórica, articulándola del único modo posible: en libertad y atendiendo al interés general. ¡Qué imbéciles, mezquinos y cobardes somos todos! ¡Qué pequeños! ¡Qué miserables!

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