Reinventar nuestras redes mientras el virus se frena
Si digo que la situación es excepcional es redundar en lo evidente. Sin embargo, todavía cuesta un poco creer que ya haya empezado la primera fase de una situación de excepción que tiene algunas posibilidades de ir avanzando hacia medidas más restrictivas.
En medio de este nuevo escenario, que todavía parece un poco irreal, me descubro parte de un incontable número de personas preocupadas y ocupadas en que, en estos momentos, las personas más frágiles de nuestros barrios, nuestras comunidades, las más vulnerables no se queden colgadas entre los olvidos y contradicciones de un sistema de respuesta a la epidemia que tiene un cierto sesgo de clase. Teletrabajar en nuestro país, en este contexto, es síntoma de pertenecer a un grupo de privilegiados.
¡Claro que es importante frenar la epidemia! Paso a paso y sin caer en el alarmismo, en el pánico. Entiendo que esto es lo más importante. Yo confío en quienes están al mando y creo que hay que dar margen de maniobra a todas las medidas de Salud
Pública de las que somos capaces como sociedad democrática. También creo que es
necesario reforzar y apoyar a todo el personal sanitario que ahora mismo esta dejándose la piel por sostener la situación, y que se ha tomado una buena decisión al decretar que la sanidad pública pueda disponer de todos los medios que necesite para hacer frente a la situación.
Mientras todo esto sucede, no puedo evitar pensar en otros escenarios posibles. Considero que es muy importante que, desde los feminismos, los barrios, los colectivos inventemos o reinventemos, según cada caso, las redes de cuidados que se puedan establecer en nuestros entornos más cercanos. Al igual que no creo que vaya a haber ningún problema de abastecimiento de alimentación, sí pienso que, si no lo planificamos bien, podemos tener un problema de desabastecimiento de afectos y apoyos hacia quienes más lo necesitan.
Prever. También como ciudadanía podemos prever, no dejemos toda la responsabilidad a “papá Estado” para instalarnos en la queja como hacen los niños malcriados. A las vecinas y vecinos nos toca tejer, y quienes no lo sepamos hacer muy bien, fijémonos en las almas y las manos expertas que llevan haciéndolo desde hace años y años. No somos el centro del mundo, miremos a los márgenes. Pensemos en redes y grupos de cuidado que puedan sostenerse sorteando esos hipotéticos escenarios donde el contacto directo, al abrazo, el grupo y la ayuda personal a quien lo necesita pueden llegar a ser variables difíciles de conjugar.
Me manda un audio una amiga desde Italia, y tras escucharla me he dado cuenta de que ese es el contexto más problemático posible. Que ese es en el que debemos fijarnos sin obsesionarnos. Ella está en algún lugar entre Roma y Florencia, me cuenta que no pueden salir de casa excepto para hacer la compra y tiene que ser de uno en uno. Si les pillan en la calle con más gente, se arriesgan a que les pongan una cuantiosa multa. Trabaja en un proyecto dirigido a apoyar a chavales que viven en pisos de autonomía, pero ahora no pueden acercarse a verlos.
Ante la imposibilidad de tener contacto directo con otros y de coincidir con otras personas en espacios abiertos y cerrados (más allá de las personas con las que vivan) la gente de su proyecto se han puesto manos a la obra. Están inventando fórmulas creativas, las suyas, para ver cómo acompañar a la gente de la comunidad a través de otras vías. Una es ofrecerse a hacer la compra a personas mayores o que tienen algún tipo de inmunodeficiencia. Para ellas, salir a la calle supone arriesgar su vida. Contactan a través del teléfono, pero como les ha pillado el toro, van difundiendo carteles mostrando esa disponibilidad. ¿La dificultad?, que hay gente que desconfía (normal).
Al escucharla, yo pensaba: nos tenemos que adelantar. Especialmente la administración, los centros de día, las asociaciones... pero también nosotras nos tenemos que adelantar. Nunca es mal momento para tejer conversación, apoyo, confianza y disponibilidad.
Me contaba también que les preocupan los jóvenes, así que han hecho una campaña para que entre ellos compartan vídeos que luego suben a Instagram contando cosas útiles y divertidas que se pueden hacer en casa. Hay algunos que han sido todavía más creativos y entre unos cortes y otros se han puesto a hacer un serial que emiten cada día. Esta claro que en estos tiempos de coronavirus nos va a tocar sumergirnos en el mundo de posibilidades que nos abren las nuevas tecnologías para establecer las conexiones en grupo... Aunque me sigan preocupando las vecinas y vecinos que, en nuestros edificios y barrios, no tengan esos recursos. Tendremos que hacer micropolíticas, sin dejar de tener presente el imprescindible papel que deben jugar las políticas públicas en esta crisis.
Antes de acabar esta columna he encontrado en las redes sociales un tweet de buena vecindad:
Leo los comentarios y me fijo en uno: “Convivencia y ayuda mutua. Así se vence todo. ¡Bravo!” Es verdad, completamente verdad. Pero para lograrlo hay que empezar a hacerlo ya, pensando en un escenario en el que igual nos tengamos que servir de las tecnologías para humanizarnos en vez de para alienarnos.
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