La salud y el desarrollo de los más vulnerables, en nuestras manos

30 de junio de 2025 22:23 h

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Hace dos semanas en este mismo espacio de opinión comentaba las que considero las dos decisiones más serias y de más peligrosos efectos de la Administración Trump: la salida de los EEUU de la OMS y el cierre de su Agencia para el Desarrollo Internacional – la USAID -.

Y, después de alertar de sus tremendas consecuencias, ya constatables, terminaba diciendo que, afortunadamente, no todo está en manos de Trump, que también lo está en las nuestras y que somos responsables, pero que tenemos que creérnoslo.

Muchos de ustedes recordarán, sin duda, las campañas que hace unos treinta años comenzaron en reivindicación de la dedicación del 0,7% del PIB a la cooperación al desarrollo. Yo siempre pensé que lo vería. Luego he dudado seriamente, a tenor de los datos que conocemos. Pero no por ello hemos de rendirnos. Fíjense en lo que ha ocurrido con el gasto en defensa, disparado por ahora ya hasta el 2% en España, sin entrar en más detalles ni polémicas.

Pues bien, según el Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) de la OCDE, en los años 2019 a 2023 se produjo en dicho ciclo quinquenal un incremento acumulado del 33% de los fondos destinados al desarrollo por los países pertenecientes a dicha organización. Sin embargo, los datos de 2024 muestran una reversión de dicha tendencia y constatan una reducción de la ayuda pública al desarrollo de los países de la OCDE en un 7,1%. Y la tendencia se mantiene en las previsiones hechas para 2025, año en el que dicha ayuda podría caer entre el 9 y el 17%. Es cierto que es muy complicado interpretar estos datos y que, por ejemplo, uno de los factores de este descenso en 2024 fue el de la reducción del 16,7% de los fondos destinados a Ucrania. En cualquier caso, datos preocupantes, sin duda.

Para España, los Informes del CAD de la OCDE revelan que se produjo un descenso de las cifras globales de Ayuda Oficial al Desarrollo – AOD -, que pasaron del 0,3% del PIB en el año 2022 al 0,24% en 2023. Lo que no deja de resultar extraordinariamente paradójico, pues fue en ese año cuando se aprobó la Ley 1/2023, de 20 de febrero, de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y la Solidaridad Global, en cuyo artículo 1.6 se contempla que se “destinará, al menos, el 0,7% de la renta nacional bruta (...) a la AOD, conforme a los criterios contables acordados en el seno de la OCDE, en el horizonte del año 2030” y que, para tal objetivo “se contemplarán, a través de una planificación indicativa plurianual, las asignaciones necesarias en los Presupuestos Generales del Estado basadas en las disponibilidades presupuestarias de cada ejercicio”.

Cierto es que parece que entramos, por fin, en el buen camino, retomando ese objetivo histórico y justo de, al menos, el 0,7% del PIB – o asimilado – y que, según los datos que se conocen, en el año 2024 la AOD española creció entre un 9% y un 12% respecto del año anterior - los datos varían según la fuente -, aunque aún seguimos lejos del objetivo a lograr en 2030. Concretamente, en 2024 la AOD fue de 4.350 millones de euros, lo que equivale a un 0,25% de la Renta Nacional Bruta.

Hay espejos en los que reflejarse para seguir la senda de países que han logrado y superado este objetivo del 0,7%, como Noruega – 1,02% - o Suecia – 0,79% - y cumplir, al menos, nuestra propia normativa.

Normativa que existe también en prácticamente todas las Comunidades Autónomas, en las que se han ido aprobando desde hace años sus propias Leyes sobre la cooperación al desarrollo. La última, que yo conozca, es la Ley 3/2024, de 15 de febrero, de Cooperación y Solidaridad, del Parlamento Vasco, en cuyo artículo 16 se garantiza que el Presupuesto General “destinará anualmente, al menos, el 0,7 % de su gasto total a la política de cooperación y solidaridad” y que el incremento de dicho gasto será, “como mínimo, proporcional al aumento anual del presupuesto general; todo ello, sin tener en cuenta otros fondos que contribuyan al alcance de los objetivos de desarrollo”.

Ya sé que son solamente cifras y que en cooperación al desarrollo no todo es financiación, claro que no. Estas normas contemplan otros muchos aspectos muy relevantes, pero, ciertamente, sin financiación poco se puede avanzar.

Pero, no se lo pierdan, según la Coordinadora de ONG de España, en datos irrefutables, en 2023 ha sido Europa la segunda región receptora de fondos, habiendo llegado un 17,5% de la ayuda al desarrollo en dicho año, debido a la guerra en Ucrania, un conflicto que ha movilizado recursos económicos hasta el punto de ser el país que más ayuda al desarrollo ha recibido en la historia. Y se ha hecho con cargo a la AOD, dado que los costes de acogida de refugiados en los países donantes pueden contabilizarse como tal durante un año. No digo que no hiciera falta, no dijo que las gentes de Ucrania no merecieran esta ayuda, pero desde luego obliga a la reflexión.

Muchos países y muchos millones de personas precisan ineludiblemente de esta ayuda. Necesitan, además, que sea una ayuda estable, sin altibajos ni sobresaltos que generen incertidumbre e imposibilidad de poder hacer frente a sus propios programas de salud, nutrición, agua, higiene y saneamiento… Sus vidas y su bienestar, en definitiva, sus más básicos y fundamentales derechos humanos dependen de ello.

Y no todo está perdido. Sigue habiendo iniciativas y decisiones muy relevantes. Algunas actuaciones privadas son destacables, como la de Bill Gates, que ha anunciado recientemente el destino del 99% de su inmensa fortuna a causas humanitarias, con lo que en 2045 desaparecerá la Fundación que lleva años trabajando en proyectos de desarrollo y lucha por la Salud Global. Ya, ya sé que ni ustedes ni yo somos Bill Gates y que esto no deja de ser una “anécdota”, pero es, sin duda, una decisión que permite reflexionar al respecto, tanto individual como colectivamente.

Y, entre las iniciativas públicas, destaco, por su importancia y su inmediatez, la que estos mismos días está produciéndose, en Sevilla, entre el 30 de junio y el 3 de julio. Organizada por Naciones Unidas, se desarrolla la 4ª Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo. Un espacio que supone un encuentro clave de líderes mundiales con el objetivo de movilizar los recursos necesarios para cumplir los objetivos de la Agenda 2030. Se trata de movilizar recursos nacionales públicos, pero también de las empresas privadas y las finanzas, y de abordar cuestiones tan relevantes y necesarias como las de implementar una arquitectura de deuda soberana orientada al desarrollo y una reforma de la arquitectura financiera internacional. En definitiva, medidas para revitalizar la cooperación internacional al desarrollo.

Estados Unidos no está presente en esta Conferencia, al menos no lo está en su inicio. Pero están – estamos – muchos ahí, países y ciudadanía. Para lograr esos objetivos de los que somos responsables, más allá de Trump. Porque el desarrollo y la salud global están en nuestras manos.