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Nuestro silencio no os protegerá

Ilustración de Paula Bonet

Paula Bonet

A las mujeres ya no nos interesa permanecer calladitas porque nos da igual estar menos guapas. Podemos acostumbrarnos a vivir con unas cuantas moscas en la boca: sabemos que lo realmente peligroso es mantenerla cerrada. Tu silencio no te protegerá, nos recuerda la poeta Audre Lorde.

Aplicamos sus enseñanzas a rajatabla.

También desarrollamos una habilidad dactilar ignorada hasta el momento y seguimos deshaciendo los nudos de esa maraña negra, abultada, apestosa y compleja que ha sido hasta hace poco nuestra existencia. A cada nudo deshecho, un grito de victoria. A cada nudo menos, un llanto de agonía. Cada pequeño paso que damos viene acompañado de un poco más de amargura que tragamos sin respirar y que corre garganta abajo y se nos queda dentro para recordarnos eso de la inercia, eso de que no podemos dejar que se imponga, porque lo que estamos tardando años en conseguir puede desaparecer de un manotazo.

De un manotazo disfrazado de caricia nos han magreado el culo, las tetas y las piernas. Con una lengua acostumbrada a la verborrea, a habitar el mundo con la comodidad y ligereza con la que muchos se espatarran en el metro, nos han chupado la cara y el culo aunque nosotras no quisiéramos. Y después, con el olor de nuestros coños en el aliento, la boca que se pegaba a nuestro cuello y susurraba palabras que no queríamos escuchar (¡Oh, sí, cariño, sí!) ha gritado mierdas mayores. Podrían haberlas disfrazado con argumentos de autoridad sacados de la chistera del patriarcado, pero solo con quitar importancia a nuestra palabra han evitado que nuestras lenguas (algunas oliendo también a coño) se sumaran al trabajo y al placer de nombrar y construir el mundo.

Este martes el nombre de Plácido Domingo estuvo en muchas bocas porque al parecer también él usó su género y su prestigio para abusar de algunas mujeres. Resulta que después de echar un polvo el tenor canta mejor y, claro, nosotras queremos hacer eso posible porque es de sobra conocido que ninguna puede vivir sin su maravilloso chorro –de voz–.

Cada vez es más doloroso comprobar que el problema al que nos enfrentamos es estructural y que los comportamientos inadecuados que se van destapando no son casos aislados. Muchos hombres se han coronado como dueños absolutos del mundo y ha sido el propio contexto el que los ha aplaudido y protegido incluso cuando nos han violado o acosado. La hostilidad contra nosotras forma parte de cada movimiento del patriarcado y las agredidas se han visto obligadas a vivir con vergüenza y con secretos que no les pertenecían. La mala acción que celosamente guardaban no les era propia.

Leo en el Huffingtonpost: “Cuando terminamos se puso de pie y metió la mano en mi falda” (Cantante 3). Nos sabemos bien la historia.

Es maravilloso –y muy doloroso– saber que estamos entendiendo que nuestro silencio no nos protege a nosotras sino a ellos. “Las conductas comunes de otras épocas son muy inadecuadas a día de hoy”, afirma Plácido Domingo. Lo único que consiguen estas palabras es empujar tímidamente una compuerta que lleva mucho tiempo cerrada reteniendo toneladas de mierda y todo apunta a que, si seguimos abriendo las bocas, si continuamos permitiendo que entren las moscas, si nos levantamos en masa y gritamos los nombres que hemos de gritar, haremos chirriar la bisagra y el estiércol putrefacto caerá con fuerza.

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