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Sinécdoque feminista, hipérbole judicial

El cartel que pone el foco en el machismo en la justicia de la exposición de Diana Raznovich, ya retirado.

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El lenguaje es como muaré; depende del ángulo desde el que se observe

John Fowles

A veces uno testa la geopolítica mirando tripas como un augur. No estamos dentro de las negociaciones turcas, pero desde los medios ya se detecta que somos capaces de volver a hablar de bofetadas y de carteles. Algo se mueve en el horizonte de las naciones o tal vez sea sólo que nos estamos cansando. Somos así de inconsecuentes. 

La más reciente cuestión de polémica ha sido la reacción de todas las asociaciones de jueces y fiscales y de la ministra de Justicia ante un cartel con una viñeta colocado en una estación de Palma de Mallorca. El dibujo de la argentina Diana Raznovich se enmarca dentro de una exposición sobre micromachismos pagada con fondos del Pacto contra la Violencia de Género y lleva al pie los logotipos de las entidades públicas que proporcionan esos fondos, entre ellos el Ministerio de Igualdad. La ilustradora presenta a una mujer magullada, con el brazo en cabestrillo y visiblemente maltratada a la que un juez desmiente diciendo en el bocadillo: “¡¡¡Cómo voy a creer que su marido la maltrata si usted está viva!!!”. Su aparición en redes provocó la respuesta pública y común de todas esas asociaciones, que consideran perjudicial, estereotipada e injusta la viñeta, a ello se han unido partidos políticos de diversa índole y desde Igualdad se afirma que se trata de un material perfectamente válido para la denuncia. Polémica ligth servida. Lo que nos hacía falta para escaparnos de la cruda realidad que nos envuelve. Digo que la polémica es leve, no que lo sea la Viogen (¡madre, qué pesadez para el texto tener que estar siempre haciendo salvedades!)

En mi opinión asistimos, sobre todo, a grandes dosis de retórica por ambas partes. Tanto jueces como fiscales incurren en la hipérbole -figura de la exageración- y desde Igualdad, la dibujanta y el Instituto Balear de la Mujer caen en la sinécdoque -toman la parte por el todo- de manera que todo está hinchado y sobre dimensionado, como es tan del gusto del tiempo actual. Si les soy sincera, es más un síntoma social que algo relevante. Si no hubiera habido tanto ofendidito por una acción local ni dios hubiera visto la viñeta -“irrelevante, señoría”- y si no existiera en cierto sector del feminismo esa idea falsa de que todos los jueces son machistas, toda la justicia funciona mal y todo es un desastre, tampoco se hubiera seleccionado seguramente ese mal chiste que, por supuesto, Raznovich tiene todo el derecho a hacer.  

Fuentes de Igualdad consideran “una impostura” y una “sobreactuación” lo que han hecho las asociaciones judiciales, sobre todo porque las acusaciones han ido directamente contra el Ministerio de Igualdad, contra Irene Montero, como si ésta hubiera tenido alguna participación directa en la selección de la campaña, más allá de la aportación de fondos que gestionan las comunidades autónomas. Otros han querido ver en la judicatura una reacción corporativa de un colectivo que “se cree intocable”. Ambas posturas me parecen impostadas, ya les digo, de la sinécdoque a la hipérbole y vuelta. 

Me parece nefasta esa tendencia a tomar la parte por el todo que conlleva la descalificación de ese todo en su conjunto. Es algo que va afectando cada vez más a la crítica a los poderes formales y también a los intermediarios democráticos, como ya les he contado yo otras veces e Ignacio Sánchez-Cuenca analiza tan bien en su último libro. No se trata de una tendencia inocente sino una lluvia fina que pretende hacer que el ciudadano descreído de todo, perdido ante lo irremediable, se lance en brazos de los mesías de nuevo cuño que plantean hacer tabula rasa, prescindir de todo el sistema, para llevarnos vaya usted a saber a qué paraísos seguramente distópicos. 

En esta tarea entra el minado permanente de los poderes del Estado. Anular la acción de todo el Poder Judicial es tan malvado como hacerlo del Poder Legislativo o del Poder Ejecutivo, pero observen que hay ejemplos para todos ellos. Así poco a poco los jueces se han convertido en un colectivo ¿franquista, vendido, machista? Y los diputados en unos empleados del votante que ¿aprietan botones, maman del frasco, chupan culos de sus jefes, sobran?, del Ejecutivo hay muchas líneas abiertas y se convierte en ¿ilegítimo, ladrón de impuestos, ineficiente, terrorista? 

Lo mismo pasa con los intermediarios democráticos. Los partidos políticos -salvo alguno que se vende como la salvación- han pasado a convertirse en abrevaderos, pozos de corrupción, estructuras de mamandurria, como los sindicatos, de forma gruesa y absoluta, un pozo de lodo en vez de los encargados constitucionales de vehicular varios derechos. Los medios de comunicación y los periodistas están siendo desacreditados en la misma medida. No se trata de que no se les pueda criticar, sino de que se les pretende deslegitimar de forma global. Los medios son malvadas empresas que tienen todo tipo de intereses espurios, todos salvo el de tener alguna ganancia y defender una línea editorial que le son propios. También esos intereses legítimos se desvirtúan. Los periodistas son vendidos a los poderes, corruptos, deshonestos, porque trabajan en esos medios ¡como si lo deshonesto o lo corrupto no fuera, precisamente, cobrar de oscuros sitios que no sean los medios de comunicación en los que están llamados a trabajar!. El fondo de reptiles no es precisamente tener nómina o cobrar de una empresa, digan lo que digan los que quieren quedar como los únicos dispensadores de la verdad desde sus púlpitos. Es una lástima que tales mesías, de polos opuestos, sí tengan unos objetivos personales y políticos determinados, mientras que la mayor parte de los sufridos periodistas profesionales, lo que busca es hacer un trabajo que les/nos apasiona y cobrar decentemente por ello. Critiquen fallos concretos pero intentar deslegitimar al periodismo en su conjunto es solamente una forma de intentar quitar de en medio al colchón entre la manipulación y los públicos, entre la mentira interesada y el ciudadano. Los que no cumplan con ese estándar no hacen bien su trabajo. 

En el caso de los jueces sucede algo de lo mismo. No podré yo ser acusada de no haber criticado todo aquello que de oscuro, corrupto, desviado encuentro sobre el Poder Judicial. Voy a seguir haciéndolo porque es mi trabajo. Ahora bien, ni siquiera yo pienso que de esos casos que denuncio puedan extraerse una máxima descalificadora global de los jueces españoles. Los conozco demasiado como para no saber que hay miles de ellos currando como esclavos, intentando hacerlo lo mejor posible sin medios, sin tiempo y casi sin esperanza. Lo denunciable lo es por inédito, inusual, por eso es noticia. Me gusta poco cuando tras intentar explicar prolijamente por qué un caso concreto es un escándalo, muchos lo reducen a: “todos los jueces podridos, el sistema podrido, el franquismo, el desastre”. No es así. Si fuera así, se lo juro, yo ya me hubiera exiliado. 

Hay una tendencia deslizante hacia la pérdida de calidad democrática, es cierto, y eso debe llevarnos a extremar el cuidado, la vigilancia y los mecanismos para paliarlo pero es incierto que nada en el sistema funcione. Volviendo al caso que nos ocupaba hay miles de juezas y fiscales y y policías y psicólogos… volcados en cuerpo y alma cada día en intentar evitar muertes de mujeres por violencia de género como para pasarlo todo por el rodillo gordo de esa viñeta. También creo que hay muchas feministas, muchas denuncias sociales, muchos libros y artículos, mucho movimiento social, como para que las campañas de concienciación se puedan tirar a la basura diciendo que “el dinero iría mejor destinado a dotar a los juzgados”. Las campañas son muy necesarias y los juzgados de Violencia de Género necesitan muchos más medios. Ambas cosas son ciertas y compatibles.

La retórica es buena si sirve para conmover y persuadir, en resumen, para comunicarse diversas posturas. A ver si es posible que se abandonen las metonimias para mantener un diálogo honesto que sea fructífero para las víctimas. 

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