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El topo y la serpiente (Historias de riders)

Una mochila de un repartidorConcentración en Barcelona de repartidores de las compañías de comida a domicilio para protestar por sus condiciones laborales
12 de mayo de 2021 21:58 h

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"La siguiente advertencia es inherente al capitalismo del like: protégeme de lo que quiero

Byung-Chul Han

Una de las grandes nuevas que trajo el concepto de Estado de Derecho es que nos protegió de nosotros mismos. El ser humano puede llegar a niveles de indignidad insospechados si es acuciado por la necesidad. Digamos que la ética, la dignidad y los derechos nacen a partir de unos mínimos vitales que los estados del bienestar declaran haber cubierto para todos. Dense una vuelta por la historia. 

Por eso el derecho más básico nos salva de nosotros mismos y nos impide caer por debajo de las escalas de lo humano. No nos deja ser esclavos ni pertenecer a nadie aun cuando proclamemos con mil firmas que es nuestra más libre voluntad. El estado de necesidad nos priva de la facultad de consentir y de ser libres. No nos deja renunciar a nuestras libertades y nuestros derechos. No nos deja trabajar en condiciones infrahumanas aunque afirmemos estar deseándolo. No permite al empresario que nos azote o nos maltrate, aunque hubiera personas dispuestas a consentirlo para lograr alimentos y refugio. No nos permite dejarnos amputar miembros ni vender nuestros órganos por muy necesitados que estemos. No nos dejan trabajar a destajo.

De esto va la nueva legislación que obliga a contratar a los riders. De esto y de un nuevo modelo empresarial que intenta imponer “un sistema de trabajo fraudulento” simple y llanamente porque es su modelo de optimización. 

Según el filósofo Han, “el topo es el animal de la sociedad disciplinaria”, el que cambia de un entorno de reclusión a otro: la fábrica, la escuela, el cuartel. “La serpiente es el animal de la sociedad de control neoliberal” -dice- “el topo es un trabajador, la serpiente es un empresario neoliberal, que delimita el espacio a partir de sus movimientos”. La imagen de Han no solo es muy visual sino que es muy adecuada para entender la nueva economía de plataformas que nos aparece como moderna, juvenil y tecnológica pero que no es sino una serpiente delimitando con sus movimientos un nuevo espacio laboral. La revolucionaria idea de las plataformas, en general y las de reparto en particular, es que pretenden crear su propio espacio, su propio modelo de beneficio y pretenden que la realidad se adecue a él. 

Los proyectos empresariales de la economía de plataformas no son viables con las normas laborales y sociales que nos hemos dado en las democracias avanzadas. Lo más lógico sería pensar que si uno pergeña un negocio que no es rentable en el marco jurídico en el que se mueve está perdido. No es el caso. Como dijo una de sus directivas, Diana Morato: “lo que no podemos aceptar es un modelo de negocio que haría que cerráramos”. Las plataformas han decidido que su modelo será rentable porque vencerán a los países y a las legislaciones y conseguirán que su modelo destajista, de explotación de la necesidad y de ausencia de derechos laborales será el del futuro, o sea, el de todos. Vean así por qué el decreto que les obliga a contratar a los riders y que es reflejo de la doctrina del Tribunal Supremo, no solo nos afecta porque pidamos comida a domicilio sino porque es un dique para impedir que todos nos despeñemos por ese precipicio. 

La lucha en los tribunales ha sido sin cuartel. Han llegado a poner al borde del colapso a juzgados que han tenido que comunicar resoluciones a más de 5.200 personas. Pero han perdido. Aún así siguen debiendo más de 30 millones de euros a la Seguridad Social que lucharán por no pagar. 

Curiosamente, estos días las pantallas y los micros se han poblado de riders que afirman ser más felices sin vacaciones, sin pagas, sin protección en caso de enfermedad porque quieren esa vida de “flexibilidad y libertad”, en la que ganan casi más que un profesor o un médico. Todo responde a una campaña organizada. La economía de plataformas es muy moderna pero mantiene el control del relato. “Yo quiero seguir siendo autónomo porque así gano 2.500 euros al mes” oímos, mientras acríticamente nadie les rebate ni les pregunta que cómo. En la web de Glovo se informa a los futuros riders que se suele cobrar unos 10 euros hora. Los cálculos dicen que para ganar esos 2500 euros netos, sería preciso trabajar unas 300 horas al mes, es decir, casi el doble de la jornada máxima en régimen general. Y eso si es cierto lo que se paga por hora… 

¿Y por qué mentirían o por qué pedirían seguir en condiciones precarias siendo que la ley quiere protegerlos? La economía de plataformas es nueva pero trabaja con principios muy antiguos. Como se ha oído en los juicios, han intentado de formas ilegales sabotear la acción sindical -lo que no se le pasaría por la cabeza a un empresario convencional- han premiado con trabajo a través del algoritmo a los que no iban a las asambleas, han premiado a los chivatos y han castigado a los protestones. Felipe Díaz fue desconectado de su aplicación, se quedó sin trabajo, porque acudió a la Asamblea de Madrid a explicarles a los diputados cómo se organizaba una plataforma. Más aún, las empresas han contribuido a la creación de asociaciones de trabajadores que se opusieran a ser contratados y que lucharan por seguir como falsos autónomos. Esto se comprobó en los juicios en los que se llegó a saber que los miembros de estas asociaciones contra la lucha de los trabajadores no precisan tener sede social porque “nos basta con pedir una sala de reuniones en Deliveroo”. En realidad se ha colado mucho relato promovido por las empresas porque, como he dicho, su lucha es a largo plazo y consiste en acabar con el sistema laboral existente. 

El nuevo decreto tiene mucho interés para todos. El Estado de Derecho sigue sin permitir que firmemos y afirmemos lo que va contra nuestros derechos más básicos como trabajadores. Aporta además una novedad muy importante también para el conjunto de los trabajadores de este país: les obliga a informar sobre las partes del algoritmo que afecten a las condiciones laborales. Algoritmo secreto, discriminación tapada. Algo que será preciso extender a múltiples actividades en adelante tanto de selección de personal como de organización empresarial. 

Yolanda Díaz ha llevado al BOE lo que el Estado de Derecho exigía para satisfacer las justas demandas de muchos riders y para proteger a otros de ellos mismos. 

Un motivo para que demos un respiro de alivio todos. 

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