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Opinión - ¡Con los jueces hemos topado! Por Esther Palomera

El problema de los tres gorros

El ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños.
17 de abril de 2024 22:23 h

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No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños"

Cicerón

Ahora tenemos el lío de las comparecencias en las comisiones de investigación del Congreso que ya han sido aprobadas. Un paso adelante, dos para atrás. El propio Grupo Socialista ha aprobado que sean llamados a comparecer tres fiscales: el fiscal jefe Anticorrupción, Alejandro Luzón; el fiscal europeo, Ignacio de Lucas, y su jefa, la fiscal jefe europea, Laura Croduta. Votado y cerrado, hasta que desde Moncloa han ordenado que se dé marcha atrás por considerar que ni fiscales ni jueces pueden ser llamados a comparecer en el Congreso. Eso y que el fiscal general del Estado ha escrito una cartita al Congreso para que reconsideren un tema ya votado y que el ministro Bolaños ha acompañado todo con un “tampoco tiene sentido que los fiscales vayan a declarar a comisiones de investigación sobre temas de los que están conociendo como fiscales”.

Solo que ya ha pasado y no estalló el mundo. Solo que los socialistas siempre han sido más partidarios de que todo ciudadano tenga que acudir si es llamado y así lo ha demostrado hasta en los tribunales. Solo que, como dijo Oscar Wilde, las preguntas nunca son indiscretas, solo a veces las respuestas lo son. ¿Por qué todo este movimiento para impedir a última hora que los fiscales citados acudan a la comisión de las mascarillas? Obviamente por las presiones de la propia carrera fiscal a su jefe y, por ende, al ministro del ramo y al Gobierno que pretende ahora desdecir a su propio grupo.

¿Pueden o no pueden ser llamados los fiscales en concreto a esta comisión sobre la corrupción en la compra de mascarillas? Hablando ayer con un montón de fiscales de mucho ringorango me decían, muy al estilo del preso de Reading, “no hay problema en ir, todo consiste en no contestar nada a lo que no debas contestar”. Parece sencillo. Eso que me pregunta no puedo responderlo por secreto profesional, por la reserva de las actuaciones, porque comprometería una investigación o porque yo sólo veo documentales de la BBC. No, no es broma, porque esa respuesta fue dada por el fiscal jefe de la Audiencia Nacional cuando fue citado a la comisión de investigación sobre los atentados del 11M que no habían sido aún juzgados. Fungairiño acudió, claro que acudió. A gusto o a disgusto allí estaba, ante la comisión del Congreso que le había llamado. Cómo tiró los balones fuera gustó poco, pero lo hizo. Que dijera que no había oído nada de una furgoneta Kangoo o de unas cintas indignó mucho al parlamentario Olabarría, pero es que, afirmó el fiscal, él nunca veía la tele y si lo hacía sólo ponía documentales de la BBC. Los diputados se encalabrinaron mucho y Fungairiño acabó enviando una carta al presidente de la comisión disculpándose. Si el fiscal jefe de la AN pudo acudir, ¿por qué no podría ir Luzón?

Pero es que es más, el portavoz del Grupo Parlamentario Socialista llegó a presentar recurso de amparo al Tribunal Constitucional frente a los acuerdos de la Mesa del Congreso que inadmitieron la comparecencia solicitada del fiscal especial para la Prevención y Represión del Tráfico de Drogas y la del fiscal especial Anticorrupción. No solamente las consideraban necesarias sino que pelearon hasta el Constitucional que se pudieran realizar. (SSTC 89 y 90/2005).

Por cierto, también han comparecido jueces ante comisiones de investigación del Congreso. Baltasar Garzón acudió a la comisión del 11M para explicar en qué momento y cómo, tras acudir a Atocha, tuvo conocimiento de que los atentados eran de índole islamista. No era un tema pacífico ni puede decirse que no tuviera repercusiones políticas. Garzón era juez de la Audiencia Nacional y no recuerdo que se pronunciaran el CGPJ ni las asociaciones judiciales ni se rasgaran las vestiduras porque acudiera al ser llamado.

En realidad, el problema no es acudir a una comisión, ni siquiera el que algunos diputados hagan preguntas impertinentes o que les pusieran en un brete, el problema sería que estos profesionales no supieran estar en su sitio y contestar solo a lo que pueden, callando lo que deben mantener reservado. Más problema es, si me apuran, citar imputados o procesados, como se hace con toda soltura, puesto que estos comparecen sin abogado y podrían incriminarse o perjudicarse en los procedimientos en los que están incursos al declarar ante la comisión, lo cual es incompatible con el derecho de defensa que te permite incluso no declarar en sede judicial. La tangana pues viene más propiciada por los movimientos corporativos que por el hecho de que tres fiscales pasen por una comisión parlamentaria. No se trata de analizar su trabajo y si alguien lo intentara pues bastaría con zafarse. Son fiscales, lo de los interrogatorios como que lo dominan ¿no?

Esa marcha atrás que pretenden ahora dar los socialistas es complicada. Las comparecencias ya han sido aprobadas así que la única opción que se baraja es que se dejen decaer, es decir, que se olviden de citarlos o algo así. Los socialistas en el Congreso reconocen que la cosa sería convencer a EH Bildu, el proponente, para que se olvidaran de los fiscales pero, por lo que he brujuleado aquí y allá, no parece que los abertzales estén muy por la labor. Este diario informaba de que el Grupo Parlamentario Socialista está dispuesto a impedir esa comparecencia incluso si para conseguirlo tiene que pedir el respaldo de los votos del PP. Eso después de haberla aprobado.

Y es que es un problema el de los tres gorros, como se veía venir. Que la misma persona tenga el gorro de la intendencia del Gobierno, de la relación con el Congreso y el de Justicia y su gremio no deja de ser un calvario. Que lo que haría tu grupo parlamentario sin problema te solivianta al personal estatutario de tu casa y que contentar a todos es difícil de narices. A lo mejor, si el gorro de Justicia calzara otra cabeza podían jugar al poli bueno y el poli malo, no sé, disimular que desde San Bernardo no sabes del grupo parlamentario pero así, con los tres gorros en la cabeza, la cosa deviene endiablada.

Si la fiscalía europea considera “extravagante” que el Congreso español cite a sus huestes, será porque en España somos extravagantes de nacimiento porque ni es la primera vez ni será la última. Este caso, además, nada tiene que ver con la pretensión de analizar si unos profesionales concretos hicieron lawfare o no, aquí nadie desconfía ni acusa ni increpa a la Fiscalía, sólo quieren hacerles preguntas. Esas preguntas que, todos los sabemos y los periodistas más, no suponen un peligro en sí mismas. Sólo las respuestas pueden tenerlo. ¿Será que temen no ser capaces de manejarse ante unos cuantos diputados? Si no hubiera un ministro con tres gorros, tal vez el de Justicia podía haberles repetido los precedentes y la frase de Oscar Wilde. No es para tanto. Basta con no contestar indebidamente.  

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