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Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol

Dónde vas Felipe VI

El rey Felipe VI  en la ´cajoneada´ celebrada en la Plaza Fragela (Cádiz).

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Cada vez que Zarzuela intenta que la Familia Real se aleje de las tradiciones más arraigadas de otros tiempos, hay una dosis de recuerdo que trunca la estrategia. Cada vez que Felipe VI trata de salirse del encorsetado protocolo, aparece la sombra del emérito. Cada vez que los reyes intentan aportar un mínimo de naturalidad al cargo que ostentan, todo se volatiliza.

Otra vez Juan Carlos I. Otra vez Sanxenxo. Las regatas. Los amigotes. El jet privado. La algarabía de los cortesanos de otros tiempos. El patrimonio obscenamente acumulado. El trasiego de millones de euros en el extranjero. Las regularizaciones fiscales. La decisión de residir en Abu Dabi para no rendir cuentas al fisco español. La valoración ética de una conducta deshonesta sobre la que los españoles aún no han escuchado una sola disculpa. 

No hay cajón gaditano ni paseo entre la multitud por las calles de Chinchón sin aviso previo que pueda borrar todo eso y Juan Carlos I regresa otra vez a España para recordárselo a Felipe VI. No es baladí que el padre del jefe del Estado vuelva. Con su regreso lo que traslada es que ni es consciente de la gravedad de su comportamiento, ni lamenta el espectáculo que ofreció en su primer viaje hace ahora un año, ni le importan lo más mínimo las consecuencias que sus actos puedan tener sobre la institución que representó durante 40 años. ¿Dónde vas Felipe VI? Dónde vas triste de ti... Que la sombra del emérito vuelve a por ti.

Él vive a cuerpo de jeque entre sus hermanos árabes porque para eso mantenía relaciones con todos los monarcas de la zona antes incluso de ser entronizado. De hecho fue al Sha de Irán al primero al que le pidió dinero -diez millones de dólares- para fortalecer la monarquía española, según consta en un libro escrito por Asadollah Alam, ministro de la Corte iraní en aquellos tiempos.

Con su decisión de ir otra vez a Sanxenxo vuelve a poner inexorablemente el foco en el deterioro de su imagen pública, en sus continuas provocaciones y en el daño que sigue haciendo a Felipe VI. Pero, descuiden, siempre habrá quien intente por enésima vez blanquear su historia y aplaudir efusivamente su regreso para que los españoles olviden que cometió hasta 13 ilícitos penales, aunque la Fiscalía del Supremo diera carpetazo a todos ellos, unos porque estuvieran prescritos y otros fueran consentidos por la inviolabilidad que le otorgaba la Constitución Española. 

Tan cierto es que la vía judicial que se inició contra el ex jefe del Estado está finiquitada como que en la ciudadanía está muy instalado un relato nítido sobre un comportamiento sostenido en el tiempo que, además de incurrir abiertamente en la ilegalidad, era absolutamente incompatible con el estándar mínimo de ejemplaridad exigible a quien fue durante casi 40 años jefe del Estado.

No hay razón legal que impida su viaje a España, pero sí un sinfín de razones éticas e institucionales que aconsejaría cuando menos que no repita el espectáculo que protagonizó con su desafiante actitud y su tono chulesco hace ahora un año cuando vino a participar en una regata durante una visita retransmitida en directo por todas las cadenas de televisión.

Si Zarzuela permite que se reedite aquel circo poco o nulo favor estará haciendo a la institución que pretende ahora alejar de los usos y costumbres que identificaron durante años al reinado de Juan Carlos I. Si Felipe VI ha hablado o no con su padre, lo desconocemos porque, a pesar de la pátina de espontaneidad con la que sus asesores pretenden barnizar al monarca, la transparencia sigue brillando por su ausencia. Pero por su bien y el de la institución debería haberlo hecho cuando menos para que no se repita un espectáculo tan bochornoso. 

Lo de pernoctar o no en Zarzuela ya es un debate que quedó finiquitado porque el complejo no es solo la residencia privada del rey y de su familia, sino la sede de la jefatura del Estado. Y, si como dijo el propio emérito tras el archivo de las investigaciones de la Fiscalía, en su viajes a España residirá en “ámbitos de carácter privado para continuar disfrutando de la mayor privacidad posible”, cualquier otra opción sería inaceptable social e institucionalmente. Siempre tendrá un cortesano regatista que le aloje y maneras también de hacerlo de la forma más discreta posible sin el fervor entusiasta de los cortesanos habituales. No parece que sea su propósito cuando ya ha anunciado oficialmente la fecha del aterrizaje.

Así que prepárense para un nuevo show del emérito.

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