Lo que produce desafección, que ahora preocupa tanto a Yolanda Díaz, es que se lamine a la formación que la eligió para liderar la izquierda real: primero en las municipales, donde se pedía unidad, pero con la boca pequeña, solo en aquellas ciudades donde Sumar no tenía apoyos suficientes, por ejemplo Madrid o Majadahonda; segundo, con la ausencia de primarias, que nunca se celebraron ni antes ni después, y a pesar de todo Podemos entró en la coalición; tercero, en la formación de gobierno, donde se ofreció a Podemos un ministerio y ministro trágala, cuando lo lógico habría sido negociar el ministerio y dejar que el ministro lo elija la formación (dando por sentado que no podría ser Irene Montero, no por falta de valía o errores [reales o supuestos], sino porque está quemada políticamente); cuarto, al negarle cualquier portavocía, es decir, condenando a Podemos al silencio institucional y arrinconando a la formación en el simple seguidismo en las votaciones del congreso. La única salida que Yolanda Díaz ha dejado a Podemos es el grupo mixto. ¡Y ahora le preocupa la desafección!