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González Macho: el hombre que lo fue todo en la industria del cine acaba en el banquillo por el fraude del taquillazo

Enrique González Macho asegura que no ve "la forma de seguir en el cine"

Paula Corroto / Elena Herrera

Hubo una época en la que Enrique González Macho (Santander, 1947) lo fue todo dentro de la industria del cine español. Productor, distribuidor y exhibidor con su empresa Alta Films y la cadena de cines Renoir, presidente de la Academia de Cine (entre 2011 y 2015), Premio Nacional de la Cinematografía  y Caballero de las Artes y las Letras por el gobierno de Francia (ambas distinciones concedidas en 1998). Si hubo alguien que reunió todas las funciones de la industria -en la que quizá sólo le faltó dirigir- fue él.

Hasta que en 2015 llegó la caída y fue imputado por los delitos de fraude de subvenciones y falsedad en documento público, por los que se enfrenta a una petición total de cuatro años de cárcel en dos procesos judiciales que están a la espera de juicio. La Fiscalía lo acusa de haberse puesto de acuerdo con los productores de dos películas proyectadas en salas de su propiedad, La isla interior y Rosa y negro, para “manipular” los datos de espectadores y recaudación con el objetivo de obtener ayudas públicas más cuantiosas. 

El Ministerio Público descubrió que el número de asistentes a los pases de mañana de ambos filmes era “ingente” y superaba incluso a los de la tarde a pesar de no estar anunciados en ningún sitio. Sin esta práctica que el ministerio público considera fraudulenta, los productores de ambas películas se habrían quedado sin recibir 1.004.668,88 euros de dinero público. Ambas imputaciones supusieron el fin a un vía crucis que había comenzado en 2013 con el cierre de Alta Films. Y era también el final de una época que verá su epílogo cuando se siente en el banquillo de los acusados.

Apenas tres años después de haber cometido ese presunto fraude, González Macho, ya como máximo responsable de la organización que agrupa al sector cinematográfico, no dudaba en criticar el aumento del IVA cultural al 21% o la falta de una política de incentivos fiscales al sector del cine. Fue especialmente duro el discurso que pronunció en la gala de entrega del los Premios Goya de 2013, que se celebró cuando apenas había transcurrido medio año tras el cambio impositivo. “Una vez más la razón del Estado se ha impuesto sobre el estado de la  razón”, censuró.

En febrero de 2015, cuando dejó la Academia de Cine, alegó motivos estrictamente personales”. Entonces ya estaba siendo investigado por la Fiscalía. Su supuesta implicación en el fraude del taquillazo, una práctica que ya han probado dos tribunales, no salió a la luz hasta noviembre de ese mismo año. En una entrevista con El Periódico de Catalunya en diciembre de 2015 defendió su inocencia y aseguró que le habían “destrozado” la vida. Desde entonces, apenas ha aparecido en los medios de comunicación. También ha declinado hablar con eldiario.es para este reportaje. 

Impulso a las proyecciones independientes 

A pesar de este último episodio González Macho aún se mantiene como una referencia dentro del sector del cine. No se olvida que con la distribuidora Alta Films, adquirida en 1976, consiguió llevar a las salas películas de arte y ensayo –mucho cine soviético, por ejemplo– que hasta entonces no tenía más salida que los cine-clubs. Y ya después, en los años ochenta y noventa, como distribuidor y exhibidor en los Renoir cambió la forma de ver el cine español, europeo y latinoamericano más independiente y fuera de las entrañas de Hollywood.

“Abrió una cadena de cines que fue un antes y un después en la distribución de cine en España. Cuando yo era pequeño en Madrid no existía ese circuito de cine más culto en versión original. Éramos un país casi subdesarrollado en eso, con una cultura que venía del franquismo con esa mala educación de ver el cine doblado. Como exhibidor significa muchísimo. Íbamos a ver pelis españolas y hasta molaba. Una vez muerto Franco hizo crecer el cine español, lo modernizó, y lo hizo pasar de la Transición al siglo XXI. Es una figura clave”, comenta el cineasta Jonás Trueba, a quien le distribuyó su primera película, Todas las canciones hablan de mí, en 2010, si bien recuerda que entonces González Macho “ya estaba de capa caída”, y con unas prácticas que no eran las del cine independiente. 

En la memoria queda cómo “en esos cines programó cosas que a priori no tenían campañas de  campañas de publicidad masiva”, admite el director Miguel Ángel Lamata. Para él, González Macho “consiguió promocionarlas de una manera interesante”. “Hace falta pasta para llenar las marquesinas, y luego en los pósteres tienes que tocar la tecla clave. Y este hombre consiguió poner muchas pelis en el mapa”, asegura.

Su figura como productor también se encuentra detrás de películas que consiguieron un extraordinario éxito de crítica y público como Te doy mis ojos, de Icíar Bollaín (2003). O Secretos del corazón, de Montxo Armendáriz (1997), del que fue distribuidor. “Te doy mis ojos no era una película fácil de vender e hizo mucho dinero”, señala Trueba. Con respecto al cine de Armendáriz, el escritor, periodista y director de cine Luis Alegre, recuerda cómo González Macho se entusiasmó con Secretos del corazón después de verla en la Berlinale. “Fue fundamental para impulsarla y exhibirla. Moncho e Icíar fueron dos directores de referencia suyos”, apostilla.

Era otra época. Los noventa y los comienzos de los 2000. Una España que flotaba a buen rendimiento económico (y con ello las subvenciones para el cine). Un mundo al que todavía tampoco había llegado Internet. González Macho dominaba aquellos años amasando también mucho poder. Y, sin embargo, poco tiempo después todo cambió.

La llegada de internet

De González Macho también han quedado para el recuerdo sus dudas con respecto a Internet en los famosos discursos que dio como presidente de la Academia, principalmente el de 2012 en el que se opuso casi frontalmente al de su antecesor en el cargo, Álex de la Iglesia. Mientras este último había hablado de abrirse casi sin ataduras a la red, González Macho advirtió sobre los riesgos de la piratería. “La industria cinematográfica no se puede permitir un salto en el vacío. Todos conocemos la complejidad de nuestro trabajo, tan difícil como, inestable y cualquier giro imprudente puede llevarnos a una catástrofe”, dijo entonces.

Si hoy en día es fácil reconocer el éxito de plataformas como Netflix o Spotify en la música, en aquellos años no se estaba tan claro cómo se iba a organizar el negocio y cómo iban a sufrir los creadores. “Internet fue una revolución y todas las revoluciones son desconcertantes”, apunta Alegre.

Pese a esos discursos, González Macho no estaba tan alejado de la Red. Fue uno de los socios implicados en la puesta en marcha de la plataforma Filmin en 2007. El fundador Juan Carlos Tous cuenta que “era ya defensor del mundo del vídeo cuando todo el mundo decía que mataría al cine”. “Respecto a Internet, aunque estaba un poco expectante, vio que era clarísimo que el mundo iba a ir por ahí. Puso todas sus fuerzas a favor de Filmin”, relata.

El cierre de Alta Films confirmó que la era de González Macho también se acababa. Corría el año 2013 y la crisis económica estaba en su cénit. Él empezó a cerrar algunas de las salas que tenía por toda España. “La crisis de los Renoir no es tanto la económica, sino que está más relacionada con la crisis de un tipo de público que era numeroso hasta los noventa y que desde hace 15 años se ha ido retirando porque ahora lo ve en las plataformas digitales. Esa es la clave fundamental de la crisis de la empresa”, comenta Alegre.

González Macho había conseguido personificar en torno a sí toda la cadena del cine. Una figura prácticamente única que no se ha vuelto a repetir. “Es muy complicado que aparezca otra igual porque él está muy pegado a una época y a una manera de entender el cine en su distribución y exhibición. Me cuesta imaginar una figura como la que él representó. Ahora, por ejemplo, la producción, salvo algunas excepciones, está concentrada en las televisiones”, asegura Alegre.

A expensas de la celebración de los dos juicios que tiene pendientes, su final es visto con tristeza por compañeros de profesión como Tous. “Lo que es cierto es que dentro de la industria como historia nunca se podrá borrar todo lo que ha hecho. Que luego tenga un final que no sea el mejor… es una pena”, admite. Para Jonás Trueba su ocaso es denotativo de “haber amasado mucho poder”. Quizá todo el poder el que se podía amasar entonces en España y que llevaba por algunos caminos oscuros.

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