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Iñaki Gabilondo: “Vox es el franquismo, exactamente lo que nos quisimos quitar de encima”

El periodista Iñaki Gabilondo en una entrevista con eldiario.es

Ignacio Escolar

“El desprestigio de la política ha arrastrado al periodismo”, asegura Iñaki Gabilondo, que tiene clara cuál es la fórmula para recuperar esa confianza: “Poner rumbo al hombre y a la mujer, al ser humano”. En esta larga entrevista en la redacción de eldiario.es, el periodista más reputado de España reflexiona sobre su oficio y sobre el momento político: sobre la campaña electoral, el juicio al procés catalán, el auge de la extrema derecha o el feminismo. Gabilondo habla con la experiencia de una carrera profesional incomparable, la mayor parte de ella ligada a los micrófonos de la Cadena SER, donde ha sido durante décadas la voz más escuchada de la radio y aún mantiene una influyente opinión diaria.

Gabilondo mantiene su mesura habitual, pero no esconde sus posiciones: “Hay que intentar evitar que esa derecha tripartita llegue al poder, sería una auténtica desgracia”. No se muestra especialmente ilusionado con la alternativa más probable, un gobierno del PSOE sin apoyos claros “que estaría también condenado a ir dando bandazos sin poder moverse mucho” por la imposibilidad de lograr acuerdos más sólidos, que cree imprescindibles para solucionar los grandes problemas de España. “Las salidas durables, los acuerdos transversales y cruzados, ahora mismo son inverosímiles”.

Hace unas semanas, el líder de la oposición llamó al presidente del Gobierno felón, alto traidor, irresponsable, iluminado, golpista, ilegítimo, incapaz, desleal.... ¿Está más crispada la política española en estos últimos tiempos o esto ha pasado más veces?

Ha pasado siempre. Ahora está más abaratada. El disparate se ha abaratado más porque algunos de los protagonistas que participan en el asunto tienen un nivel no demasiado alto. Esto no es nuevo, suena peor porque se están cargando mucho las tintas y porque procede de personas que en principio no te ofrecen una primera sensación de solvencia.

¿Está la sociedad española a la misma altura de sus principales líderes políticos? ¿O por encima o por debajo de ellos?

Siempre ha sido la gran disputa, si tenemos los líderes que nos merecemos. No lo sé, supongo que debe de haber un poco de todo. Lo que sí es cierto es que hay actividades que tienen un compromiso mayor, como la política. De forma que, sea cual sea la rueda, si empieza por aquí o empieza por allá, eso no puede justificar la irresponsabilidad de los responsables públicos, que tienen que comportarse de una especial manera. A mi juicio, puede que sean hijos de esta sociedad y por tanto no constituyen ninguna especial excepción. Pero desde el momento que ocupan un puesto de esta carga representativa tendrían que estar comprometidos a unas actitudes, a unos comportamientos, que por desgracia no siempre cumplen.

Hace unos días entrevisté a la alcaldesa Manuela Carmena y me decía que lo que más le disgustaba de la vida política era encontrarse con la mentira y con el insulto de manera permanente y cotidiana. Me decía que esto en ningún otro ambiente de la sociedad española se permitiría, ni en el académico, ni en el profesional ni en el personal, y que en cambio en la política es la moneda común. ¿Crees que es cierto? ¿La opinión publicada y el debate político están más crispados que el debate ciudadano y la opinión pública?

Hace mucho tiempo que denuncio esa especie de bula que la política cree tener para seguir unos principios y unos códigos de comportamiento distintos a los de la sociedad civil. Yo eso no lo acepto. Sin embargo parece que la sociedad lo ha dado por bueno. Hay un código de comportamiento cívico que está en vigor en general y que deja de estar en vigor de pronto cuando se irrumpe en la política.

A eso me refiero.

En política la trampa pasa a ser casi virtud. Yo muchas veces me pregunto cómo educan a sus hijos estos representantes públicos que se comportan así en la política. Me gustaría muchísimo saberlo. ¿En qué principios les educan? ¿En los principios de la sociedad civil? Seguramente, sí. ¿O en los principios que ellos con toda naturalidad esgrimen, donde incluso alardean de la trampa, la zancadilla y la mentira?

No acepto la existencia de dos códigos morales, uno para la sociedad y otro para la política, y creo que es una de las cosas que más daño le está haciendo a la política. El hecho de que hayan terminado por creerse autorizados a disponer de un reglamento propio, con valores que son anti valores en el resto de la sociedad. Y los políticos que tratan de esgrimir argumentos a favor de unos comportamiento más o menos cívicos pasan inmediatamente a ser considerados blandos, equivocados, gente de poca entidad, gente sin garra, condenados a no llegar a ningún sitio. Nunca he podido entender esto. Creo que eso le hace un daño enorme a la política.

¿Qué esperas de esta campaña electoral? ¿De estas dos campañas electorales que nos vienen encima?

Bueno, de estas dos campañas y de la combinación de las dos campañas. Porque cuando acabe el resultado de la primera, el 28 de abril, vamos a estar parados sin saber qué hacer con ese dato. Hasta ver cómo se guisa lo siguiente.

Espero que se siga jugando como se está jugando hasta ahora. No creo que haya grandes novedades. Lo más llamativo para mí de esta campaña hoy lo comentaba José María Izquierdo, pero él lo atribuía a una cosa y yo lo atribuyo a otra. Izquierdo decía que estaba sorprendido del silencio de Vox, que de pronto ha desaparecido de la circulación.

Sí, es cierto.

No aparece por ningún sitio.

Vox está influyendo en los discursos de todos los partidos, pero los líderes de Vox apenas hablan.

Sí. Y decía José María Izquierdo que eso le parece mal, que ‘por qué no hablan’, ‘atrévanse a salir’. Yo creo que no es que no se estén atreviendo. Están siendo muy inteligentes. Están escondidos detrás del barullo que monta el Partido Popular.

Y de su líder, Pablo Casado.

Creo que Casado se tendría que llamar ‘Casadox’, porque se ha convertido en una especie de promotor del pensamiento de Vox que, sin necesidad de gastarse y sin necesidad de salir a una palestra que sabe que le va a ser muy hostil porque tiene un montón de elementos de ataque, pues están perfectamente camuflados y viajan en carro. Crecen y crecen y crecen sin gastar nada. Su coche avanza sin gastar una peseta de gasolina, se la ponen los demás.

¿Cómo calificarías a Vox? ¿Derecha? ¿Extrema derecha? ¿Ultraderecha?

Para mí es el franquismo. No quiero entrar en planteamientos técnicos, que se los dejo a los expertos en política; ellos sabrán cómo se disecciona ese producto. Yo tenía 33 años cuando Franco se murió. Es decir, viví 33 años de mi vida, casado y padre de tres hijos, con Franco en mi cabeza, en mi corazón, en mi mundo y en mi alma. Si tuviera que explicar en qué consiste este pensamiento ultra españolista, ultra centralista, basado en estos principios de patria, Dios, España, los viejos valores… Ponle el color que tú quieras, pero Vox es el franquismo. Me resulta absolutamente reconocible porque lo viví. Me rejuvenece, me devuelve a mi infancia, a mi juventud. Porque Vox es exactamente eso. Es exactamente lo que nos quisimos quitar de encima.

España durante mucho tiempo fue uno de los pocos países que no tenía un partido de extrema derecha en sus parlamentos. Y había mucho debate entonces sobre si esto era bueno o era malo. Si era mejor para la democracia que este pensamiento más reaccionario estuviese dentro de un partido conservador de amplio espectro, en este caso el PP, o que fuese un ente autónomo y que se presentase a las listas por su cuenta ¿Cuál crees que es mejor opción para la convivencia democrática? ¿Un partido de extrema derecha reaccionario independiente, sin menos capacidad de llegar al Gobierno pero con una voz propia que les permite radicalizar el debate público, o que ese mismo pensamiento esté dentro de un partido de gobierno?

Hay un tiempo para cada cosa. Creo que en el momento en el que comenzó el proceso democrático, fue bueno que la derecha absorbiera ese pensamiento de extrema derecha. Eso permitió que se pudiera continuar sin grandes contratiempos un camino que, de otra manera, hubiera sido muy difícil. Ese pensamiento ha estado siempre ahí, emboscado, y en la historia del Partido Popular hemos notado sin dificultad las señales de este colectivo. Ahora, a mi juicio, es bueno que haya salido.

Lo que no es bueno es que haya salido y que el partido de derechas del cual procedía, en lugar de haberse colocado en una derecha homologable a la europea, haya hecho un juego de mimetización con ellos. No me parece bueno que haya ganado FAES, que haya ganado Aznar. Por eso Vox apenas está haciendo campaña. Porque se la están haciendo los demás.

Los pronósticos más generalizados sobre qué puede pasar el 28 de abril hablan de dos posibles escenarios. Uno en el que los tres partidos de la derecha –PP, Ciudadanos y Vox– suman y el pacto andaluz se repite. El otro escenario es el de un PSOE más dominante de lo que está ahora, pero lejos de una mayoría absoluta de izquierdas y con la necesidad de apoyarse en los partidos independentistas. Si esto ocurre, seguiríamos en esa situación de bloqueo en la que ya llevamos más de tres años.

Desde luego hay que intentar evitar que esa derecha tripartita llegue al poder. A mi juicio, desde mi punto de vista, sería una auténtica desgracia. Sin ignorar que enfrente, la otra alternativa está también condenada a ir dando bandazos sin poder moverse mucho. Estamos condenados a vivir así hasta que la sociedad política española se haga adulta de una vez y de pronto descubra la pólvora: que los problemas fundamentales de este país no se pueden resolver sin grandes acuerdos. Y los grandes acuerdos ahora mismo no son posibles porque los partidos se niegan a aceptarlos.

¿Nos falta tradición parlamentaria?

Si de repente Ciudadanos, el partido pasarela, decide echarse en brazos de unos y vetar otra opción, está colocándonos ante la evidencia de que estamos en un tiempo que todavía no puede ser más que provisional y que concluirá con otras elecciones, con otro ‘ya veremos’. Mientras tanto no se podrán encauzar asuntos de la importancia del catalán, por ejemplo, que solo pueden ser abordados de una manera compacta por la democracia. A mi juicio, desde luego, lo primero es evitar que esa derecha llegue al poder con este pensamiento y con este planteamiento. Pero no me parece que tengamos que ignorar que cualquier otra fórmula está condenada a ir arrastrándose penosamente hasta que llegue el momento en el que decidamos, como digo, mirar las cosas a la cara. Ni el problema catalán ni otros asuntos importantes que aguardan se pueden abordar sin mayorías que están fuera del alcance de los partidos. Están prometiendo cosas que no pueden cumplir.

Yo no oculto mis posiciones. Tengo claro quién quiero que no gane. Pero sin embargo no me hago ningunas ilusiones sobre la otra opción, aunque sé cual es la mía, porque no tienen recorrido. Las salidas durables, los acuerdos transversales y cruzados, ahora mismo son inverosímiles.

¿Crees que hubo una rebelión, un golpe de Estado en Catalunya en octubre del 2017?

No soy experto en derecho penal y me hace bastante gracia que de pronto España esté llena de expertos en derecho penal, que saben no solamente si les gusta o no lo que pasa, y si están a favor de A o de B, sino que saben incluso calificar: rebelión, sedición, conspiración... No llego tan lejos.

Mi pronóstico es que el asunto de la rebelión no iba a prosperar. No me estaba inspirando en otros argumentos, como el tribunal aquel de Schleswig-Holstein de Alemania, sino en puntos de vista como los de los que hicieron la propia ley en España, que creen que la rebelión no estaba en principio pensada para un asunto así. Por eso siempre he creído que eso no iba a prosperar. Echando por delante y repito mi analfabetismo desde el punto de vista penal, creo que no hay rebelión. Pero en todo caso lo que es evidente es que se conculcó la ley.

Sí, eso es indudable.

Se conculcó la ley y por tanto si el soberanismo exige la absolución, tenemos un problema seguro, porque no va a haber de ninguna manera esa posibilidad. Me parece poco probable la absolución.

Tengo la impresión de que estamos metidos en otra formidable ratonera. A mí me gustaría mucho que no hubiera condenas muy altas. Ya sé que hay gente que está esperando que las haya y otros esperando que no las haya. Yo quisiera que no hubiera condenas muy altas. Sé que el tribunal lo tiene fatal. Porque si no son muy altas va a ser la prueba evidente de que ha caído bajo la órbita de este pensamiento del PSOE. Y si son muy altas, pues que ha caído en la vendetta, en la venganza de España.

¿Crees que no hay salida buena?

No hay mucha salida a esta historia. Yo sinceramente nunca creí que estábamos ante una rebelión. Yo creí sobre todo que estábamos ante una solemne barbaridad y que además me está llamando mucho la atención con qué naturalidad todos los participantes están reconociendo que iba en broma. Eso no lo puedo entender, y es el reproche mayor que yo le hago a la política, a la catalana y a la de España.

¿Te refieres a las declaraciones de una gran parte de los procesados y testigos en el juicio? ¿De que no iban a aplicar realmente la declaración de independencia?

Sí, todos están diciendo esto. Las personas que estaban participando en aquella operación, ¿qué deben de estar pensando cuando descubren que dicen que no iba en serio?

No puedo entender la decepción profunda que tengo con la política, la catalana y la no catalana. La catalana, porque con un montón de expertos y de especialistas prepara un plan meticulosamente para llegar a la meta y cuando llega a la meta decide que no se puede. ¡Pero qué nivel de amateurismo! Mientras tanto en el otro lado el Gobierno, y no solo el Gobierno, todas las fuerzas políticas democráticas del parlamento español son incapaces de plantear nada en común ante un crescendo independentista que vemos que avanza y que vuela, y que vuela y que vuela. No hay una respuesta, una advertencia, un intento de hablar. Y esto se lo reprocho sobre todo al Gobierno. Pero no acabo el reproche en el Gobierno, los demás también estuvieron participando en aquella ceremonia del espectáculo.

No puedo entender cómo se le puede acusar a Zapatero de no ver venir la crisis económica, y que nadie reproche al Gobierno de Rajoy que no viera venir y no hiciera nada ante el crescendo independentista. La política ha sido un desastre integral, y creo que los nombres de los políticos que han participado en esto quedarán manchados para la historia, cuando pase este tiempo de fervores y de contra fervores.

¿Qué opinión te merece el desarrollo del juicio al procés?

En el caso del juicio, pues no lo sé. Por el momento me está pareciendo que está siendo muy bien llevado por el juez Marchena, sinceramente lo creo. Y por lo demás pues no lo sé. No sé qué va a ocurrir. Mi deseo sería que no saliéramos de aquí con heridas incurables, aunque me temo que van salir con heridas muy poco curables.

¿Crees que la solución para la crisis de Catalunya puede pasar por un referéndum?

No sé yo si es un referéndum. Es trabajar. La política no soportaría un plan de eficacia laboral que cualquier empresa exigiría. Vas por ahí a trabajar, vuelves cinco años después y este dice una cosa y el otro la contraria. Te vas dos años vuelves, y dice una cosa y en este tiempo no habéis hecho nada en el camino. No se trabaja para una solución política. El nivel de productividad es bajísimo. Yo no sé si es un referéndum o no, pero sé que es algo que hay que trabajar. Y cuando se menciona muchas veces que David Cameron y los escoceses llegaron a un acuerdo, lo que no mencionan es que estuvieron dos años trabajando. No es que el demócrata Cameron decidiera una buena mañana convocar un referéndum.

Lo que no puedo soportar es que no se haya hecho nada. Que no se haya trabajado. Trabajar en el intento de buscar posiciones más o menos de acuerdo. Tal vez es porque estoy muy influido por la gente de mi generación que vio cómo de repente un grupo, que ahora está muy denostado, se pusiera a trabajar. Tenían un problema, ninguno tenía una solución y se pusieron a trabajar. Ahora criticamos mucho lo que salió, pero reconozcamos por lo menos el mérito que tiene: que se pusieron a trabajar. ¿Dónde se han puesto aquí a trabajar para resolver un problema? No se han puesto a trabajar.

Mi opinión es que muchos trabajan, pero para que que el conflicto continúe.

Claro, exacto. Han definido cada uno sus posiciones y cada uno se ha instalado en la zona de confort que el pliegue político correspondiente le otorgaba. Y ahí estamos quietos y parados ¿no? Eso es, a mi juicio, una estafa a la sociedad.

¿Qué te parece la solución que proponen PP, Ciudadanos y Vox de un 155 más duro y de tiempo indefinido para Catalunya?

Un disparate absolutamente indiscutible. Los problemas hay que afrontarlos, los problemas no se pueden prohibir. Es un disparate prohibir los problemas. Los problemas hay que abordarlos. Abordar el problema que plantea Catalunya en esta crisis con un 155 permanente es dar por supuesto que ya no afrontas el intento de encontrar un encaje. El intento de encontrar un encaje es que se trata de ver cómo conseguimos re-encajar a Catalunya.

Hay una Catalunya que hace mucho que se ha ido ya y que yo no veré volver. La veré a lo mejor acomodada en un medio estar, pero integrada en un proyecto compartido no la veré. Que haya políticos que crean que eso sencillamente se trata de subyugarlo, secarlo, y no se crean obligados, animados o dispuestos a intentar emprender operaciones de recuperación y de re-encaje me parece un escándalo. El 155 prolongado todos sabemos que es un disparate. Es un disparate absoluto.

Me sorprendió tu contundencia contra la decisión del Gobierno de aceptar un relator para la mesa de partidos. ¿Por qué te pareció tan grave?

A mí lo que me parecía mal es que no me gustan los atajos. Esa reunión no necesitaba un relator. Necesitamos saber quiénes son los interlocutores ¿Quiénes están hablando? ¿Un relator entre quién y quién? Pero, ¿quiénes están hablando? A ver, el Gobierno con el Gobierno, ahí necesitamos un relator. ¿Quién? Unos partidos pero otros no.

Tenemos pendientes muchas cosas previas. Catalunya, mucho antes que un problema con España, tiene un problema consigo misma. Tiene que conciliar su propia sociedad. Nosotros tenemos que conciliar nuestra propia oferta a Catalunya, no la tenemos conciliada.

Yo he sido el mayor defensor del diálogo que ha habido. Sigo creyendo en el diálogo. Hay que dialogar hasta el final y después del final también. Una democracia sin diálogo no es un democracia. El problema es que tengo muy poca fe en este momento en las posibilidades de eficacia de una diálogo dada la irreductibilidad de las posiciones, de Puigdemont y de Torra. Y con eso así, ahora buscar un relator, dije: mira, estamos tratando de contar un cuento chino y con esa figura de relator lo único que estamos haciendo es un regalo a los que suspiran por figuras así para legitimar su posición, cuando no está ahí la naturaleza de la batalla.

Celebro que el presidente Sánchez se haya colocado en posición de dialogar aunque no crea que pueda llegar muy lejos porque frente al 155 prolongado no hay ninguna duda de que es la mejor posición. Pero esa posición es para iniciar un camino de ir viendo cómo se desbroza la irreductibilidad de quienes están enfrente. No vas a poder ir muy lejos. No inventemos ahora una fantasía convertida en una especie de mago de Oz, porque le estás haciendo un regalo al discurso independentista.

¿Te crees las encuestas electorales?

Bueno, son fotografías. No les concedo el carácter de verdad revelada. Son imágenes estáticas de una realidad en movimiento. Y te ofrecen un dato, una impresión. Me parece que casi todas ellas, si las lees con un poquito de distancia y sin volverte muy fanático, te están diciendo cosas parecidas. El PSOE va a ser la fuerza más ganadora. El PP va a ser la fuerza ganadora en el lado de la derecha, porque Ciudadanos no va a lograr llegar allí. Podemos se ha venido un poco abajo. Los dos bloques viven más o menos en su interior subidas y bajadas pero no alteran demasiado su peso. Eso yo creo que es lo fundamental. No creo que haya grandes novedades respecto a eso.

¿A qué crees que se debe esa caída de Podemos que apuntan las encuestas?

Siempre he creído que Podemos tenía un problema de nacimiento, que procedía además de su propia virtud. Podemos nace con la intención de ser una fuerza distinta a las demás. Más profundamente democrática, más radicalmente democrática y construida no con las hechuras y las estructuras de los partidos democráticos. Círculos muy democráticos, que se van agrupando entre sí, autónomos todos ellos… Es una estructura muy interesante. Pero al mismo tiempo muy compleja. Organizas guerrillas y es muy difícil convertir las guerrillas en ejército regular y para llegar a las batallas electorales generales necesitas ejércitos regulares.

A mi juicio esa es la clave. Se argumentan muchas otras cosas, de otro tipo, yo no sé si las hay o no, pero desde el principio observé esta dificultad. La dificultad estructural de sumar los sumandos que has querido autónomos y que lo son. No es tan fácil de integrar y luego también está el factor de las desilusiones derivadas de los excesos de ilusión. Todo lo que nace muy ilusionador corre el riesgo de tener un culatazo un poco desilusionador.

Hace unos días en la víspera del 7 de Marzo te definiste en tu columna en la Cadena SER como feminazi e hiciste una reflexión muy interesante sobre la necesidad del feminismo. ¿Qué papel crees que nos toca a los hombres en la lucha por la igualdad?

Lo primero es aceptar que tenemos un problema. Hace unos años escribí un comentario donde me preguntaba: ¿por qué las mujeres nunca asaltan un cajero automático y queman a un mendigo? ¿Por qué no hay bandas de mujeres que atacan a hombres? ¿Por qué no? ¿Por qué no hay eso? También hay mujeres alcohólicas y desarraigadas y sin trabajo o de familias desestructuradas y hechas papilla y con la mente… ¿Por qué no lo hacen? Tendríamos seguramente que mirar eso para entender que los hombres como colectivo tenemos algún tipo de telaraña mental que no estamos queriendo afrontar con una mirada razonable.

Por otra parte decirte que colocarse ahora en la posición de feminista, bueno si eso es ser feminazi, soy feminazi. Pero es la manera de colocarse en la posición más progresista que hay. Porque ahora mismo, cuando las izquierdas están vacilando, las dos corrientes de pensamiento transformador de verdad que están en circulación son el ecologismo y el feminismo. Son dos líneas de circulación que es imposible que una persona con una mentalidad progresista no reconozca, no identifique como corrientes transformadoras. Por tanto, por todas estas cosas creo que un hombre adulto, serio, y con un poco de sensibilidad y que tenga una mirada un poco progresista sobre la vida, yo creo que tiene que militar en la aventura de las mujeres. No solo porque es la única manera de conseguir una sociedad más justa. Sino porque es la única manera también de entender que ese viaje tiene que hacerse también en paralelo al viaje que nosotros también tenemos que hacer porque si no, no llegaremos muy lejos.

Sí, porque la violencia machista es el ejemplo más extremo del machismo, pero también existen un montón de comportamientos cotidianos que a los hombres, o al menos a mí como hombre, nos ha costado identificar y que también son fruto de esa cultura en la que nos hemos educado y hemos crecido todos.

Claro, eso es evidente. Soy una persona muy mayor que tiene por tanto experiencia suficiente para comprobar cuánto ha mejorado la vida de la mujer. Mi primera mujer, que murió, no se pudo sacar el pasaporte sin mi autorización. He visto un viaje extraordinariamente aportador y positivo. Esa generación ha hecho un esfuerzo extraordinario que hay que elogiar pero queda un camino por delante y efectivamente, yo no mato a nadie, tú no matas a nadie. Pero como antes te decía, en estos comportamientos que denunciamos se observa como denominador común, no que sean en el hogar porque pueden ser en la calle, sino que son hombres. Por tanto, sí creo que en efecto reflejan comportamientos que son hijos de una educación milenaria. Que forman parte de un pensamiento que hace muchísimo tiempo está identificado, reconocido y señalado, pero que ahora hace falta solo que nosotros lo aceptemos, sin empezar a patalear, sin ponernos a pegar gritos, ni a enfadarnos muchísimo porque se señale eso, porque es así.

Quince años después del atentado del 11M, el PP ha vuelto a abrazar la teoría de la conspiración. ¿Qué te parece que después de una sentencia y quince años del peor atentado terrorista de España, todavía Pablo Casado pida conocer la verdad?

Es un tema muy sensible para mí. Yo viví aquella experiencia de una manera muy intensa ante el micrófono. Fue dramático. El 11M asistí al mayor espectáculo de unión que he conocido en España y dos días después al mayor espectáculo de desunión que he conocido en España, hasta el punto que hoy en día decir 11M es casi más decir 14M que 11M. Y casi los muertos parecen importar menos que la bronca política porque de nuevo reaparece.

Eso es un pecado mortal de la política que acompañará, a mi juicio, siempre al Partido Popular y al Gobierno de José María Aznar. Al gobierno de Aznar más que al PP, que además ha devuelto de forma, a mi juicio, indecente contra quienes los criticamos. A nosotros nos han estado y todavía nos están permanentemente reprochando una información que dimos sobre unos comandos suicidas, que rectificamos ipso facto. La información venía mal dada y todavía sigue siendo contada como si fuera un elaborado trabajo, que además me lo atribuyen a mí. Por la calle me lo dicen. Como si yo, que estaba en el estudio, que bastante tenía, estaba al tiempo cavilando cómo organizar una cosa para el 14M.

Estos codazos a quienes decían otra cosa, a las víctimas, a Pilar Manjón, han sido un horror. Cuando hubo una sentencia que dejó las cosas en su sitio, yo me siento profundamente herido y sobre todo muy triste porque quince años después de nuevo el 14M ha podido más que el 11M. Y el 11M pasaron cosas muy fuertes. Algunas de ellas extraordinariamente positivas, la solidaridad que se desplegó aquel día en España es de las conmocionantes. Yo he contado ante el micrófono muchos, muchos atentados, muchos atentados, ninguno con ese crescendo, catorce, veinte, treinta, cincuenta. Pero tampoco habían existido nunca los fenómenos de solidaridad que vi en los taxistas, las comunidades autónomas. los médicos, los hospitales… Fue un movimiento muy emocionante y muy conmocionante y tres días después pues se lió aquella parda. Yo desde que en la mañana del atentado, al poquito de empezar, se reúne un gabinete de crisis y no está el director del Centro Nacional de Inteligencia… empiezo a temer algo.

Tu columna radiofónica en la SER es una de las piezas de opinión más influyentes y seguidas en España ¿Cómo llevas esa responsabilidad?

Bueno, no sabía eso.

Lo es.

He estado veinte años haciendo un programa que tenía mucha responsabilidad.

No es una responsabilidad nueva para ti, pero sigues teniendo mucha responsabilidad.

Estoy bastante acostumbrado a vivir con responsabilidad, soy hermano mayor de nueve, es decir, soy responsable desde pequeño. Te toca como hermano mayor pastorear a tu ejército de hermanos pequeños

No pues hombre, sí, sé que quien siga la opinión de alguien pues le echa una responsabilidad. Yo hace muchos años llevo en la radio un programa que tenía mucha responsabilidad, pues bueno, sigo en esto ¿no?

Siempre te preocupa no gustar, porque a algunos le gusta y a otros no. Pero lo que más me preocupa es no engañar. Siempre he creído que nuestra posición, la tuya o la mía es importante que quede muy claro de lo que cuentas que es de lo que crees, de lo que te parece o de lo que te gustaría.

Diferenciar qué es un hecho, qué es una opinión o qué es un deseo.

Esto que cuento, lo cuento porque es. Esto que cuento lo cuento porque creo. Esto lo creo porque me gustaría. Eso es jugar limpio.

A mí lo que siempre me ha parecido importante es jugar limpio. Yo intentando jugar limpio tranquilizo ese sentido de la responsabilidad. Lo malo es que los lectores, los oyentes, los espectadores piden a los periodistas imparcialidad pero las piden desde su parcialidad. Cada uno de ellos se siente legitimado a ejercer su parcialidad.

La verdad parece haberse convertido en una especie de compromiso profesional de los periodistas. ¿Cuánta gente ha habido en una manifestación? El que la convoca se cree autorizado a multiplicar por diez, el contrario al que la convoca se cree autorizado a dividirla por diez, pero todos se vuelven a ti esperando que tú digas la verdad. O sea, deciden que la verdad es un valor que sencillamente ha de ser ejercido por los periodistas. El resto de la sociedad tiene bula para mentir. Lo mismo en el fútbol. La parcialidad está legitimada, menos en el periodista. Y eso hace difícil nuestro trabajo porque por mucho que tú intentes separar lo que crees que es cierto de lo que es cierto y de lo que opinas, los destinatarios de tu trabajo llegan a esa información, a esa opinión, a ese punto de vista con su legítima parcialidad. Y ese choque hace inevitable que haya malentendidos, equívocos, malas interpretaciones o valoraciones a veces injustas.

A nosotros en eldiario.es nos pasa mucho. Hay lectores que se quejan porque no les ha gustado una noticia porque perjudica a un partido, porque perjudica al otro. Lectores que se enfadan cuando aplicamos el mismo criterio a todos. Un ejemplo muy concreto: cuando publicamos la exclusiva de que la expresidenta Cifuentes tenía el máster regalado fue un gran éxito entre nuestros socios. Cuando publicamos que una ministra del Gobierno del PSOE también tenía un máster regalado hubo incluso bajas de socios. Algunos nos acusaron de hacerle el juego a la derecha.

Ya. En este momento la parcialidad política exige la incondicionalidad, es decir, la política activa. A las personas que pueden más o menos circular dentro de su ámbito prácticamente se le exige incondicionalidad. Y claro, es muy difícil meterles en la cabeza que ningún periodista regala nunca la incondicionalidad. Solo acepta la incondicionalidad con lo que cree él que es la verdad. Pero la incondicionalidad ni siquiera con tu padre, con tu hermano ni con tu amigo. Ni con el partido más o menos afín o con la organización o con el equipo de fútbol de tus amores. Pero cada uno reclama la incondicionalidad e inmediatamente considera que ha sido una deslealtad, una falta de juego limpio. Es una de las cosas menos fáciles de llevar de ser periodista.

Tú fuiste el presentador estrella y fundador de los informativos de Cuatro, una cadena que hace poco decidió suprimir los informativos ¿cómo valoras ese fin de los informativos que fundaste?

No sé. Por un lado los datos parece que no eran muy allá. Por otro lado, el barullo en el que están ahora metidos todos los medios de comunicación y también las televisiones; este terremoto del paso de un tiempo que se cae a otro tiempo que nace, que están viviendo con gran estupor. Está el mundo entero tratando de buscar salidas a formatos que a lo mejor ya están quedando atrás, algunos de los formatos de las televisiones convencionales empiezan a tener dudas de supervivencia porque están empezando a caer en las bolsas. Es un momento de temblor, y por tanto pues no lo sé juzgar. Es la suma seguramente de una casa que no tiene una gran matriz informativa en su alma, que por otro lado no estaba obteniendo resultados adecuados y que, en un momento de temblor, olfatea por ahí, a ver si damos con otras teclas que nos hagan acertar. Yo lo siento en el alma, claro, a mí me produce muchísima pena.

También has trabajado como director de Informativos de Televisión Española ¿Qué opinas de la situación que vive ahora la televisión pública?

En España no ha habido apenas televisión pública. En España tuvimos sucesivas televisiones privadas, con etapas, paréntesis, interesantes. Siempre ha habido excelentes programas y extraordinarios profesionales, pero la historia de Televisión Española es la historia de la televisión privada de Suárez, la televisión privada de González, la televisión privada de Aznar, la televisión privada de tal y cual. Ha habido paréntesis muy interesantes, alguno de los cuales me tocó vivir a mí en aquella famosa primavera de Castedo, cuando las fuerzas políticas tuvieron un pacto y lograron, por ejemplo, que el director de Radio Nacional de España estando la UCD en el Gobierno fuera un tío del PSOE como Eduardo Sotillos. Yo no era de la UCD ni de nada pero me pusieron de director de Informativos. Una etapa que duró poco, la etapa de Zapatero, en que hubo ese juego de margen y tal. Pero salvo etapas burbuja, la historia de la televisión ha sido siempre la historia de sucesivos encadenados de televisiones privadas. Parecía que el ganador de unas elecciones recibía un regalo que era una televisión y una caja de ahorros

La gente ha estado siempre criticando la televisión disparando hacia donde no era. El problema no ha estado en los directivos de televisión, el problema estaba en la nula convicción de los responsables políticos de lo que debe ser una televisión pública. Y cuando lo tratan de observar, lo observan de manera completamente deformada.

Creo firmemente en el servicio público de la televisión. Tiene unas inmensas posibilidades desde para agitar el sector, hasta para millones de cosas más. Y sin embargo se colocan en una posición completamente miope, en si ha habido cuatro segundos más en un informativo de tal partido o del otro, cosa por otra parte grotesca en el año 2019. Porque antes, cuando había una única televisión, lo puedo entender. Pero ahora ya la influencia de eso es cero. Sin embargo sigue concentrada ahí la obsesión. La política sigue mirando equivocadamente al servicio público de la televisión. Lo considera una especie de tigre a vigilar o un cañón Bertha de mi propiedad, que nadie debe de jugar con él. Expresan siempre puntos de vista positivos, les cuesta la vida avanzar por ahí y nunca han entendido lo que debería de ser un servicio público de televisión, que va más allá de lo que está en antena. Es un gran activador de toda la industria audiovisual y muchas cosas más. Pero esto es lo que hay. Cuando los veo pelear en el año 2019 porque si en este programa han dicho una cosita, en el otro han dicho otra cosita es que me muero de la risa. Me muero de la risa. Yo soy director de Informativos de la televisión cuando había solo una televisión.

Y te toca vivir el golpe de estado del 23F.

Sé lo que es vivir ese tipo de tensión. Pero en aquel momento efectivamente había millones y millones de personas que solo tomaban la comida con esa cuchara. Pero ahora, ¿no te da risa, Nacho, que estén discutiendo estas cosas cuando ya no tienen la influencia que tenían?

¿Qué crees que ha pasado en nuestro oficio para que el periodismo en distintas encuestas aparezca como una de las profesiones peor valoradas por la sociedad?

Hay muchas cosas, esto sabes que sería para hablar diez horas. Por un lado la crisis financiera que ha convertido a muchos medios de comunicación prácticamente en desesperados supervivientes. Por otra parte, un nunca bien afinado manejo de la distancia de la política y el periodismo. La política y el periodismo tienen que mantener relación pero tienen que mantener una distancia. En España, por muchas cosas, por la propia evolución de la transición, por el derecho de la política de otorgar también licencias de radio y televisión, se han ido creando unas aproximaciones completamente inadecuadas.

El desprestigio de la política ha arrastrado mucho al periodismo y por el mismo tipo de razón. La gente nos mira como diciendo: la política y los periodistas se han ido al quinto pinto. Se han ido lejos. Toman como materiales los temas de nuestra vida, pero con los temas de nuestra vida libran su batalla, no nuestra batalla.

Nos acusan de habernos ido al quinto pino. Pero es la suma de muchas cosas, de muy distintas razones, algunas como digo de supervivencia, otras de historia, otras de equivocaciones, otra de pecados mortales… Y luego sencillamente la falta de conciencia de que la única solución de este oficio está en poner rumbo al hombre y a la mujer, al ser humano. Ahí está el destinatario final del periodismo.

Depender de los lectores y pensar en ellos. Lectores, espectadores y oyentes.

Está claro.

¿Crees que en esa mala imagen del periodismo influye también la espectacularización de la política y la manera en la que se muestra el debate político?

La política se ha apoderado de demasiadas cosas de la vida, Nacho. Cuando empezó la democracia la política estaba siendo esperada con tanta ilusión que la política no se limitó a ocupar los espacios que le correspondían, lo ocupó todo. La federación de pesca de Soria también era el escenario donde se libró la política a ver quién se hacía con esa posición. Todo lo que se movía en España fue escenario de la carrera de la política por hacerse con ese poder.

La política lo inundó todo. No le permitió a la sociedad respirar su protagonismo, manteniendo el papel que le correspondía, lo invadió todo. Eso a mi juicio está en el fondo de muchas de las cosas que nos pasan. Ha impregnado completamente la sociedad. Ha creado las banderías políticas, que se reproducen en el último rincón de las organizaciones de la sociedad civil y de la vida civil. No ha sabido estar en su sitio, no se ha conformado con el papel que le tocaba. Posiblemente no fue consecuencia de ninguna maldad sino del anhelo inaugural. Eso lo estamos pagando y hace mucho que lo percibo.

En el fondo estamos contando cosas de un proceso democrático que todavía no es muy viejo. Es mucho tiempo, pero como yo ya era un adulto cuando empezó y todavía no me he muerto pues tengo la impresión de que no es mucho tiempo porque lo he visto, lo abarco.

Y en este no mucho tiempo se han hecho muchas cosas, pero, claro, van poniéndose de manifiesto algunas cosas que se hicieron como se pudieron, más a prisa, más despacio. Cosas que no han sido todavía, no se han posado, no se han podido posar.

¿Eran mejores los políticos de antes que los de ahora?

No estamos teniendo tampoco mucha suerte con el dramatis personae, el factor humano. No creo que hubiera antes mejores o peores, no, no es eso. Lo que no están es colocados en la posición de su responsabilidad. No creo que los líderes que los más mayores añoramos fueran la monda lironda, no. Pero un responsable público es la suma de su capacidad y de su actitud. Y entonces aquellos no sé qué capacidad tenían, pero se colocaron en la actitud adecuada. Los políticos actuales no sé qué capacidad tienen, no demasiada tal vez. Pero lo que hace falta es otra actitud. No tienen otra actitud y en eso no hemos tenido suerte.

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