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Albert Rivera apela a la movilización para “reventar las urnas de naranja” y “acabar con el bipartidismo”

Albert Rivera, en Vistalegre.

Andrés Gil

Vistalegre no es un escenario cualquiera. Es donde el PCE, cuando la plaza no era cubierta, mostraba su músculo a finales de los 70. Es donde José Luis Rodríguez Zapatero exhibía el poderío de un PSOE hegemónico en el poder institucional central, autonómico y muncipal. Es donde Podemos, hace poco más de un año, celebró su asamblea fundacional. Y es donde Ciudadanos ha querido coger su mayor impulso a una semana de las elecciones.

Un nuevo símbolo político en una campaña repleta de símbolos: como el de Adolfo Suárez, quien aparece en los vídeos de Ciudadanos, a cuya tierra, Ávila, va este lunes Rivera y en cuyo hotel fetiche, el Eurobuilding de Madrid, se está alojando estos días Rivera en Madrid y es donde arrancó la campaña y donde hará el seguimiento la noche electoral. Como hacía Suárez.

Ciudadanos es un partido que nació hace 10 años en Catalunya con la lengua castellana como banedara y que, en una semana, entrará en el Congreso por primera vez. Y lo hará irrumpiendo con fuerza. ¿Hasta qué punto será esa fuerza? El domingo por la noche se sabrá qué lugar le deparan los votantes. Pero lo que dicen las encuestas es que se encuentra disputando el segundo lugar al PSOE.

Rivera se ha dado un baño de masas nunca vivido antes por él y por Ciudadanos. Un partido que acostumbra a hacer actos de entre 400 y 1.200 personas, en un ambiente más de conferencia que de mitin, sin atril –este domingo sí lo había– y sin grandes arengas. Pero este domingo ha sido una vuelta de tuerca.

Medio centenar de autobuses han llegado a Madrid de toda España hasta reunir más de 10.000 personas en esta plaza de toros cubierta –espacio multiusos, como gusta decir ahora– en medio de uno de los barrios populares de la capital, en el distrito de Carabanchel.

Y aquí Rivera, a grito de megáfono, ha oído los lemas más coreados por sus simpatizantes: “Se nota, se siente, Albert es presidente”, entonó la grada animados por Ignacio Aguado, el portavoz en el Parlamento autonómico. Y más: “Catalunya es España, Catalunya es España”; “yo soy español, español, español”... Mucha “España” en el ambiente, pero apenas una o dos banderas rojigualdas: el naranja se imponía –orange is the new black–. Y aquí, Rivera, ha sido recibido como en una estrella de la Liga. “Esto es como dar un mitin en un campo de fútbol”, ha dicho Rivera, quien ha llamado a la movilización para “reventar las urnas de naranja” y “acabar con el bipartidismo”.

La emoción la han puesto los simpatizantes, cada uno con su bandera naranja, y también Inés Arrimadas, nuevo rostro popular de Ciudadanos tras lograr 25 escaños en las últimas catalanas: “Albert ha sufrido amenazas de muerte, escraches, ha estado solo ante el peligro, ante medios y debates muy agresivos. Es valiante, ha aguantado insultos, que le digan que no es catalán, hay pocas personas mejores que él. No es un líder porque le sigamos, sino porque está empujándonos a seguir. No digo que sea perfecto, no hay que ser perfecto para ser presidente, pero sí estar capacitado, y él lo está. Nunca estará solo. Estar en Ciudadanos no siempre es fácil, no es fácil llevar escolta con 34 años. Pero vale la pena, lo correcto no es siempre lo fácil. Me alegro mucho de haber ido a un mitin de Ciudadanos hace cinco años. Y ahora todos vosotros podréis decir: yo estuve allí, yo estuve en Vistalegre”.

Ha sido una mañana de símbolos. Si Arrimadas apelaba al recuerdo de esta mañana en Vistalegre, Rivera apeló a la conjura de octubre de 2013, cuando en el teatro Goya de Madrid presentó Ciudadanos como movimiento para toda España: “Como aquel día”, ha dicho Rivera, “os pido que nos conjurermos para no parar hasta que Ciudadanos gobierne España”.

Rivera ha recurrido a todos los iconos de esta campaña: ha habado de Cádiz –“donde los españoles abrimos las ventanas de la libertad en 1812”–; de Adolfo Suárez –“quien supo liderar acuerdos de Estado para tener una democracia”; y de un rosario de autores –todos hombres– con sus correspondientes fases célebres:

De Gandhi, que “primero te ignoran, después se ríen y luego te atacan”; de Roosevelt, “que sólo había que temer al miedo propio”; de Mandela, “que el coraje no es la ausencia de miedo, es el triunfo sobre él”; de Pascal, “que el hombre tiene ilusiones, como el pájaro alas”; de Kennedy, “no pienses lo que puede hacer tu país por ti, sino lo que tú puedes hacer por tu país”; de Adolfo Suárez, “hay que hacer normal en las instituciones lo que es normal en la calle”; y de Victor Hugo, “no hay nada más fuerte que una idea cuando le ha llegado su tiempo, y a Ciudadanos le ha llegado su tiempo”.

El discurso de Rivera no fue más emotivo por encontrarse en un escenario mucho mayor que los que suele frecuentar. Ni porque le corearan diez veces más de gargantas de lo habitual. No gritó, no arengó, incluso pidió silencio repetidas veces en el tramo final de su intervención –que recordó mucho a la del minuto final del debate de Atresmedia, pidiendo el voto por los antepasados y por las próximas generaciones–.

Rivera intenta hincar las raíces de su proyecto en la Constitución de Cádiz y, de ahí –“tras firmar las páginas más oscuras de nuestra historia”–, saltar a Adolfo Suárez y la Transición, cuyo testigo quiere tomar para encaminar a España “a su segunda Transición desde el nuevo centro político, el único capaz de articular un nuevo proyecto común para España”.

Rivera, no obstante, reconoce que “Felipe González y el PSOE supieron gobernar para la mayoría” y que “luego vino un proyecto [el de Aznar] de reformas económicas y entrada en el euro. España ha tenido proyectos para la mayoría, pero llevamos décadas sin rumbo porque no hemos tenido proyectos de país, bandos de rojos y azules, no nos hemos sabido poner de acuerdo. España tiene que recuperar el rumbo con un nuevo proyecto común para España, y eso es Ciudadanos. España no necesita mirar a la izquierda o a la derecha, necesita mirar hacia delante”.

Rivera apenas ha tenido presente al PSOE –salvo para apelar a los “votos que le quedan”–, pero sí al PP y a Podemos: “Quien quiera cuatro años más de Rajoy, que se quede en casa, pero el que quiera un nuevo Gobierno desde el centro, que vaya a votar”; “prometo pocas cosas, pero les voy a prometer algo que nadie a dicho: no voy a gobernar España con los que quieren romper España. No lo han dicho PP y PSOE en 30 años, y no lo puede decir Podemos, que va con Bildu a las elecciones”.

“Nosotros no queremos parecernos a Grecia o Venezuela, sino a Dinamarca, Reino Unido, Suecia”, ha dicho Rivera: “Eso que algunos llaman ocurrencias, benditas ocurrencias porque dan fruto en otros lugares del mundo. Lo que me parece una ocurrencia es de tener un 21% de paro, jubilaciones a los 60 años que no se pueden pagar, rentas básicas que no se pueden pagar... No podemos prometer lo que no es nuestro. Yo les prometo honradez, responsabilidad, un gobierno de los mejores, que este país va a volver a levantarse. Aquí hay ilusión y ganas de cambio. Aquí sólo hay valientes para dar la cara para participar en la política. La ilusión es lo que mueve el mundo, es lo que va a hacer cambiar este país. Los viejos partidos quieren que no haya cambios, y otros como Podemos no están en los acuerdos de Estado, ¿cómo van a liderar acuerdos de Estado?”

“No somos los únicos, ya hay siete países gobernados por el centro”, ha insistido, “que no escogen una mano u otra, sino que usan las dos. La ilusión también venció al medio cuando Obama ganó en 2008, y en Canadá hace poco... ¿Por qué no España? Aquí nadie tiene experiencia en saquear cajas de ahorros. Es imposible superar el endeudamiento de Zapatero. No sabemos construir aeropuertos vacíos. No tenemos experiencia en enviar presupuestos falsos a la UE ni en arruinar comunidades autónomas”.

Rivera, para terminar, ha repetido dos de sus frases favoritas: “A los que nos dicen que es imposible, les decimos que imposible es sólo una opinión”, y “cuento con ustedes, cuento con vosotros”. Y, así, ha cerrado un acto que, según cómo acabe el 20D, será recordado como otro hito de Vistalegre. Como los del PCE en la Transición, los de Zapatero hace 15 años y el de Podemos en octubre de 2014.

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