Un año de la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo: el enésimo intento de Casado de abrazar el centro

Iñigo Aduriz

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“El señor Casado considera que mi concepción de la libertad es incompatible con su autoridad. Es una visión que no comparto”. Con estas palabras encajó Cayetana Álvarez de Toledo su fulminante cese como portavoz del Partido Popular en el Congreso de los Diputados hace ahora un año, el 17 de agosto de 2020. “Seguramente se interpretará mi salida como una apuesta por la moderación frente a la radicalidad, pero frente a estas etiquetas quiero recalcar que España es ese insólito país donde la centralidad la define el nacionalismo y la extrema izquierda, que de moderada tiene bien poco”, insistió entonces la exdirigente popular.

Como sostuvo la propia Álvarez de Toledo, con su decisión, Casado buscó un golpe de efecto tras meses de fracasos electorales, escenificando una suerte de giro a la moderación en la cúpula de su dirección que, doce meses después, no se ha producido ni en los mensajes del PP ni en sus alianzas, dependiente en las administraciones más importantes en las que gobierna –Andalucía, Murcia, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital– del apoyo de la extrema derecha de Vox.

El líder de los populares sí trató de girar al centro sustituyendo a Álvarez de Toledo como portavoz parlamentaria por Cuca Gamarra, considerada de un perfil más moderado y que en las primarias de 2018 apostó por la rival de Casado en el proceso interno, la exvicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría. La sustitución también se produjo porque, según Génova 13, la exdirigente actuaba “por libre” y a Gamarra le había caracterizado su “lealtad” al líder.

En realidad, la designación de Álvarez de Toledo como portavoz había sido polémica desde su formalización el 30 de julio de 2019. Apuesta personal del presidente Pablo Casado, generó un fuerte rechazo interno y desde entonces las recurrentes salidas de tono –como el recordado “usted es el hijo de un terrorista” que le lanzó al exvicepresidente y exlíder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, desde el atril del hemiciclo– agravaron las críticas de sus compañeros de filas.

La justificación de la ruptura con el Gobierno

Durante su etapa como portavoz, mantuvo un discurso independiente, más radical que el de la dirección de su partido, irritando a la cúpula y a barones significados del partido como los presidentes autonómicos Alberto Núñez Feijóo y Juan Manuel Moreno Bonilla. Con el secretario general, Teodoro García-Egea su relación era inexistente, por lo que la salida de Álvarez de Toledo se interpretó entonces como una victoria interna del número dos de Casado.

En la práctica, la sustitución no ha supuesto ninguna revolución en el discurso ni en el tono. Los mensajes que lanza la sustituta de Álvarez de Toledo en el Congreso han mantenido en el último año la misma línea de palabras gruesas y graves acusaciones contra el Gobierno progresista que también caracterizaron la labor de su predecesora. En la misma línea de Casado, en estos meses Gamarra ha considerado que en los Presupuestos Generales del Estado aprobados en diciembre son “comunistas”, ha acusado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de “querer imponer una dictadura” en España o incluso de apoyar el “machismo” por mantener en su Ejecutivo a ministros de Unidas Podemos.

Toda esta retórica se debe al giro a la derecha que emprendió Casado tras su triunfo en el XIX Congreso Nacional del Partido Popular de 2018 que le convirtió en el líder de la oposición y que, si bien en los últimos dos años ha amagado con rectificar, sigue marcando todas las actuaciones del líder del PP y de su equipo un curso político después de la destitución de Álvarez de Toledo.

Amenazado electoralmente por la extrema derecha, Casado mantiene una guerra total contra la izquierda rompiendo cualquier vía de acuerdo y acusándole de “dictatorial”, connivente con el “terrorismo” de ETA y con “los que quieren romper España”. Y ese durísimo discurso contra el Ejecutivo ha legitimado, según los populares, el bloqueo de la renovación de los órganos constitucionales como el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Defensor del Pueblo –pendientes desde hace tres años– o el Tribunal de Cuentas, así como la falta de apoyo de la principal fuerza de la oposición en la gestión de la pandemia.

Resultados en las encuestas

Pese a escenificar una suerte de ruptura con Abascal en la fallida moción de censura registrada por Vox el pasado otoño, que ya ha sido reconstruida con nuevos pactos con la extrema derecha, el líder del PP sigue contemporizando con algunos de los postulados del partido ultra, en contra de avances sociales como la eutanasia o la ley trans y, más recientemente incluso replicando su revisionismo histórico con la Guerra Civil y la dictadura. Y mantiene sus pactos con Vox –recién renovado en el caso de la Comunidad de Madrid para la reciente investidura de Isabel Díaz Ayuso— y también con Ciudadanos para poder mantener gobiernos autonómicos y municipales. 

Tres años después de su victoria, Casado no ha conseguido superar la división del electorado de derechas, su gran objetivo cuando ganó las primarias. Pero su estrategia de radicalización que en todas las citas electorales celebradas desde 2018 –con la excepción de los comicios madrileños de mayo en los que el triunfo es más atribuible al personalismo de Isabel Díaz Ayuso que al líder del PP– resultó fallida, y que le llevó a acumular consecutivas derrotas en las urnas, sí empieza ahora a darle frutos en las encuestas.

Varios sondeos publicados recientemente por distintos medios de comunicación apuntan a la posibilidad de que, en el caso de que se celebraran ahora las elecciones generales, los populares serían ahora la primera fuerza del país por delante del PSOE de Pedro Sánchez. Incluso en el último Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), hecho público en julio, aunque el PP se dejó unas décimas respecto al estudio anterior –pasando del 23,9% de junio al 23,4% de julio– los de Casado llevan en una tendencia ascendente desde marzo, cuando tocaron su suelo con el 17,9% en intención de voto.

Siempre según el CIS, los populares siguen instalados en un cómodo colchón que les sitúa por encima de sus resultados del 10N, cuando se hicieron con el 20,8% de los votos, su segundo peor resultado de la historia tras el hundimiento de las elecciones de abril de 2019, en las que se quedaron con solo el 16,69% de los sufragios.

Los alegatos de 'CATilinarias'

En cuanto a Álvarez de Toledo, desde su destitución de hace un año la aún diputada por Barcelona se ha convertido en un nuevo elemento de oposición interna al líder del PP con el respaldo de algunas de las terminales mediáticas más escoradas, como la emisora EsRadio que pilota el amigo personal de la dirigente popular, el locutor Federico Jiménez Losantos.

La parlamentaria se abrió un canal de Youtube, al que llamó 'CATilinarias', desde el que ataca decisiones de la dirección de su partido y mantiene una agenda mediática propia, sin coordinarse con la Vicesecretaría de Comunicación que dirige Pablo Montesinos. Además, critica abiertamente la estrategia de Casado, al que culpó directamente de la debacle del PP de hace seis meses en las elecciones catalanas en las que los populares quedaron relegados a una fuerza prácticamente residual, con cuatro de los 135 escaños del Parlament.

“En mi opinión, no ha fallado el candidato, ha fallado la estrategia errática, profundamente equivocada, de la dirección nacional, que ha dejado a muchos de nuestros votantes desorientados, huérfanos y sin razón suficiente para votarnos”, dijo entonces.

Álvarez de Toledo fue también una de las grandes protagonistas de la protesta de Colón del pasado 13 de junio, acaparada por Vox pero convocada por una plataforma de su amiga personal, la exlíder de UPyD Rosa Díez, en contra de los indultos del Gobierno a los dirigentes independentistas catalanes.

Mientras la exportavoz en el Congreso era aclamada por el público en el centro de la histórica plaza madrileña y se fotografiaba con todos los asistentes que se lo solicitaban, a unos 200 metros, sin poder llegar al epicentro de la protesta, Casado era abucheado por unos manifestantes que mostraban sus simpatías con la extrema derecha y con Díaz Ayuso, cuyo arrollador triunfo en las elecciones madrileñas ha puesto en jaque el liderazgo del presidente del PP que él trata de defender aferrándose a las encuestas.