Los comerciantes de Calais, en el norte de Francia, se congregaron hoy en París para reclamar medidas de apoyo a las autoridades francesas ante el impacto de la inmigración ilegal sobre la economía de la ciudad.
La protesta, que sumó a unas 500 personas, finalizó en el Elíseo tras haber pasado por los ministerios de Finanzas y Exteriores, donde una delegación de representantes del colectivo expuso sus reclamaciones.
Las reivindicaciones incluyen la puesta en marcha de una moratoria fiscal para las empresas de la zona, la apertura de una vía férrea para el transporte de mercancías entre Calais y Perpiñán, el lanzamiento de un plan de promoción turística de la ciudad y la declaración de “emergencia económica” en Calais.
La inauguración de una vía de transporte para remolques pesados entre la ciudad y el sureste del país estaba prevista para el pasado 12 de enero, pero fue suspendida por razones de seguridad, para evitar que los refugiados pudieran utilizarla en su viaje hacia la región.
Tras reunirse con las autoridades, el responsable de la concentración, Antoine Ravisse, anunció que se va a conceder de forma inmediata a las empresas locales reducciones y exenciones fiscales.
Por su parte, la alcaldesa de Calais, la conservadora Natacha Bouchart, apuntó que va a continuar el desmantelamiento del campamento conocido como “la jungla”, situado a las afueras de la ciudad.
La semana pasada comenzó el derribo de su sector meridional y más poblado, donde se agrupaban cerca de un millar de personas, según las autoridades, y hasta 3.500, de acuerdo con las organizaciones humanitarias.
Entre pancartas que rezaban “Calais ultrajado, Calais roto” y banderas de la ciudad, los asistentes, vestidos con camisetas en que se leía “Amo Calais”, corearon consignas de apoyo a esta urbe septentrional de 72.000 habitantes y una tasa de paro superior a la media nacional del 10 %.
Los participantes denunciaban principalmente el deterioro de la imagen de la ciudad y la caída del turismo, que atribuyen en parte a la cobertura mediática de la crisis migratoria.
“En 2015 he tenido un descenso de la facturación del 20 % y algunos compañeros incluso del 40 %. Solo la mejora de la percepción de Calais conseguirá que los turistas y los clientes vuelvan”, lamenta Marc Lavoisier, restaurador de 50 años, que señala especialmente la disminución de visitantes británicos y belgas.
Lavoisier destacó que quieren transmitir “que Calais es un lugar seguro y poner en valor sus atributos turísticos, como sus playas, y su calidad de vida”.
Los comerciantes, restauradores, empresarios y trabajadores portuarios concentrados subrayaron pese a todo su solidaridad con los refugiados.
El secretario del Comité de higiene, salud y seguridad del puerto de Calais, David Letendart, señaló que era un “drama humano” con el que conviven desde hace 15 años, pero que ha “empeorado en los últimos tiempos”.