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Comicios en Uganda: Museveni, presidente desde 1986, contra el músico popular Wine

Ugandan presidential candidate Bobi Wine press conference
Kampala —

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Kampala, 12 ene (EFE).- Más de 17,6 millones de ugandeses están llamados el jueves a las urnas en unas elecciones que culminan una campaña presidencial marcada por la represión policial y que enfrentarán al presidente Yoweri Museveni, en el poder desde 1986, contra otros diez candidatos, incluido el músico popular Bobi Wine.

Desde el mes de noviembre, grupos de la oposición han visto sus mítines censurados por las Fuerzas de Defensa y la Policía, responsables de arrestos masivos, cierre de carreteras y el uso de gas lacrimógeno, e incluso, de munición real contra manifestantes.

Al menos 54 personas fueron asesinadas a mediados de noviembre en los alrededores de la capital, Kampala, cuando la Policía dispersó con disparos protestas multitudinarias contra el arresto de Wine, a quien las autoridades culparon de incumplir las medidas de restricción para contener la pandemia de coronavirus.

Esta mañana, Wine denunció vía Twitter el arresto “sin un motivo” de sus guardaespaldas, después de que militares realizaran una redada en su residencia, así como la detención de sus ayudantes y miembros de su campaña. “Tales actos de impunidad no son más que coces de un caballo moribundo”, tuiteó el candidato opositor.

“He sido candidato presidencial en cuatro ocasiones y puedo decir que la violencia y los niveles de represión que están marcando estas elecciones no tienen precedentes”, aseguró poco después en una rueda conjunta con Wine el histórico líder opositor Kizza Besigye, quien animó a los ugandeses a “votar sin miedo”.

UNA MAYORÍA JOVEN

Con 38 años -la mitad de edad que Museveni-, canciones pegadizas y discursos transgresores, Wine ha prometido a sus millones de seguidores una “Uganda nueva y libre donde cualquiera pueda estar en desacuerdo con quienes ostenten el poder”, si bien su discurso carece de una agenda clara.

Mientras que Wine es popular, sobre todo, entre la población joven y urbana, una buena parte de la población rural identifica al presidente Museveni como el único líder capaz de mantener la estabilidad en un país con un pasado convulso.

Desde 1966 hasta 1986 Uganda sufrió cinco golpes de Estado y mantuvo regímenes que asesinaron a decenas de miles de personas.

Museveni ha prometido durante la campaña, marcada por la amenaza del coronavirus que, según cifras oficiales, suma cerca de 38.000 casos y 302 muertes, la creación de puestos de empleo, así como una mayor industrialización e integración del este de África.

Sin embargo, acusaciones de corrupción, coacción de derechos, así como una galopante desigualdad social y prácticas nepotistas han erosionado su imagen, especialmente entre los ugandeses menores de 30 años (el 80 % de la población).

El Parlamento ugandés, dominado por el gobernante Movimiento de Resistencia Nacional (NRM), ha modificado dos veces la Constitución para permitir que Museveni se postule, primero eliminando el límite de dos mandatos en 2005 y luego aboliendo el requisito de no superar los 75 años en 2017.

MILITARES EN LAS CALLES

El pasado 1 de enero, el presidente anunció el despliegue en Kampala del Ejército nacional y otras agencias de seguridad, las cuales recibieron este año cerca del 10 % del presupuesto estatal, más que los sectores de sanidad o educación.

Desde entonces en las calles es habitual observar, además de vehículos con música a todo volumen y carteles con los rostros de los candidatos presidenciales más populares, soldados patrullando con armas de alto calibre.

Las autoridades ugandesas, que han habilitado más de 34.000 centros de votación por toda la nación, han prometido mano dura contra los “alborotadores”, por lo que muchos temen que estos comicios se vean empañados en brotes de violencia.

“Tengo la impresión de que los jóvenes han perdido el miedo. Ya no les importa la presencia de los soldados (y) saldrán a las calles para defender unas elecciones justas”, anticipó a EFE Paul Alitia, un activista que reside y trabaja en la barriada de Kisenyi (Kampala).

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