Esperando a Feijóo

Madrid espera ya a Alberto Núñez Feijóo. El desembarco del presidente de la Xunta de Galicia no será tan inminente como él y otros en el PP deseaban. La resistencia de Pablo Casado a dejar el liderazgo de su partido por la puerta de atrás por su empeño en lograr una “salida digna” se materializó en la madrugada del miércoles al jueves en un acuerdo con los barones territoriales, incluido Feijóo, para posponer el traspaso de poderes al congreso extraordinario que se celebrará los días 2 y 3 de abril. A punto de cumplir 61 años, cuatro después de su primer amague en el cónclave que encumbró a Casado, el cuatro veces presidente gallego afrontará el reto estatal. Los que serán sus rivales, también sus potenciales socios, le estudian. Aunque para todos es ya bastante conocido.

En el Gobierno de coalición están expectantes ante la confirmación del relevo al frente del PP, después de asistir con una mezcla de perplejidad y satisfacción a los hechos de los últimos días. Un torbellino que ha descabezado en apenas una semana al principal partido de la oposición. La crudeza con la que se ha producido la muerte política de Casado preocupa en el Ejecutivo por la imagen que una vez más desprende la política española. Pero en Moncloa aún tienen en la retina las descalificaciones que ha vertido desde 2018 el líder dimisionario del PP, al que acusan de no haber arrimado el hombro ni siquiera en lo peor de la pandemia. 

“En estos dos años [de Gobierno de coalición] la oposición se ha instalado en la descalificación constante, negando hasta incluso un principio democrático esencial: negando la legitimidad y la existencia de este Gobierno emanado de la voluntad popular y la representación legítima en las Cortes”, le dijo Pedro Sánchez en su despedida en el Congreso.

El lugar de Casado lo ocupará temporalmente la portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra. El primer problema para Feijóo será, precisamente, que no tendrá presencia en el Congreso durante lo que resta de legislatura. El dirigente gallego podría hacer oposición desde el Senado, pero el impacto mediático de la Cámara Alta está a años luz del de la Cámara Baja. Tampoco su actividad legislativa es comparable.

Hoy por hoy, no está confirmado si Feijóo daría el salto al Senado. Ni siquiera si tiene intención de dejar o no la Presidencia de la Xunta en el ínterin hasta las elecciones generales, previstas para finales de 2023.

Mientras en las filas socialistas han visto cómo en apenas 10 días el PP ha ejecutado en público a su líder y se ha desplomado en las encuestas, son conscientes de que la irrupción de Feijóo en el tablero nacional, de confirmarse, tendría consecuencias. Lo primero que esperan es que los “consejeros áulicos de la derecha demoscópica”, según el apodo puesto por Sánchez tras las elecciones de Castilla y León, encumbren a Feijóo, una operación que consideran en las filas socialistas que podría desgastar al partido.

“Casado nos venía mejor. Feijóo es más solvente”, reconoce un socialista alejado hoy de la primera línea. El diagnóstico es compartido por algunas fuentes consultadas, pero Ferraz y Moncloa se conjuran para alejar cualquier atisbo de miedo por el crecimiento que pueda tener el PP gracias al dirigente gallego en una contienda electoral contra Sánchez. 

“Lo de que es centrado lo decís vosotros, yo no veo nada centrado ahí”, comentaba un destacado miembro de la dirección del PSOE en una conversación informal con periodistas en el patio del Congreso, apenas dos horas después de la despedida de Casado el miércoles. “Si viene el centroderecha, bienvenido sea”, agregaba convencido de que en Madrid no se conoce aún al presidente gallego, al que se atribuye un perfil moderado: “Es muy muy de derechas”.

Esa es la consigna en Moncloa, donde ponen el énfasis en que el PP, ya con Feijóo encumbrado como presidente o en vías de serlo, tendrá que decidir si gobierna con Vox en Castilla y León u opta por desmarcarse. También este año llegarán las elecciones andaluzas, donde no es improbable un escenario similar. Esa será la prueba de fuego y determinante para la estrategia de Sánchez frente a su nuevo rival. “El dragón de Castilla y León les está esperando. ¿Qué va a pasar ahí? ¿Quiere ir a una repetición electoral? ¿Quiere pactar con Vox?”, se pregunta un colaborador del presidente. “La primera decisión que tendrá que tomar Feijóo es si gobierna con la extrema derecha en Castilla y León”, agrega otra dirigente. “La división del PP no va a acabar con la salida de Casado”, auguran ambas fuentes, que apuntan, por un lado, a que en la caída de Casado han confluido dirigentes muy alejados por una conveniencia puntual, en referencia a Feijóo e Isabel Díaz Ayuso y, por otro, a la “batalla cultural” que se está librando en la derecha en la que el presidente gallego tiene una posición diferente, por ejemplo, a la de Cayetana Álvarez de Toledo. 

Este miércoles, mientras Casado, Feijóo y el resto de barones autonómicos consumían horas discutiendo cómo acometer el relevo en su cúpula, la presidenta madrileña se fue al Wanda Metropolitano, al partido entre el Atlético de Madrid y el Manchester United. Ayuso no estaba convocada a la reunión y, de hecho, ha desaparecido de la primera línea mediática del drama que desarrolla en el PP, pese a que el origen es su enfrentamiento con Casado por el control del PP en la región.

Ambos conversaron el pasado domingo, después de la manifestación que rodeó la sede del PP en la calle Génova de Madrid al grito de “Casado, traidor”. El lunes, Ayuso insistió en que no tiene intención de dar el salto a la política estatal, al menos por ahora. Dejaba así el camino libre para que Feijóo asuma, si quiere, la dirección orgánica del partido. Pero el aterrizaje en Madrid entre los suyos no estará exento de baches. Esperanza Aguirre, cuyo poder interno es inversamente proporcional a su capacidad de incidencia en el relato político madrileño, ya ha planteado en dos entrevistas diferentes que el PP debe modificar sus estatutos para permitir que el candidato a la Presidencia del Gobierno no sea obligatoriamente el presidente del partido. En Génova la referencia no ha pasado inadvertida.

El PSOE se quita la presión

En el Gobierno dan por hecho que, si Feijóo da el salto a la política nacional, se batirá con Sánchez en las generales. Y lo que intentan alejar en la cúpula socialista es el fantasma de que un perfil como el de Feijóo pueda hacer crecer al PP por encima del PSOE al ensanchar la base por el centro. “Es un apriorismo, también Pablo Iglesias se iba a comer a Sánchez”, rememora un monclovita. “Cuanto más fuerte esté el PP, más va a crecer el PSOE”, sostiene un diputado socialista, que considera que el temor a un Gobierno de la derecha moviliza a la izquierda en favor del partido de Sánchez. El voto útil.

“A la que perjudica es a Yolanda Díaz”, pronostica. En el entorno de la vicepresidenta reconocen que Feijóo es “un grandísimo adversario”. “El que no lo vea…”, advierten. Díaz conoce bien al presidente de la Xunta de su etapa en la política gallega. “Lo van a vender así, pero no lo es”, aseguran sobre la supuesta moderación del futuro líder conservador. “En materia económica es un neocon fuerte”, le definen.

Díaz protagonizó la oposición a Feijóo en el Parlamento gallego tras la irrupción de Alternativa Galega de Esquerdas en 2012. La por entonces dirigente de Esquerda Unida mantuvo agrios enfrentamientos con el presidente de la Xunta, al que llegó a calificar de “macarra”. La respuesta no se quedó atrás: “AGE ejerce la mayor violencia en 30 años de democracia”.

Con todo, desde Unidas Podemos sostienen que Feijóo puede “morder” a Vox, aunque reconocen que queda mucho para las elecciones generales y pese a que el partido ultra es uno de los principales damnificados por el poderío electoral del PP en Galicia, donde Vox no ha logrado representación parlamentaria.

El partido de Abascal no ha querido hacer mucho ruido en la batalla interna del PP, sabedor de la proximidad que existe entre ambos electorados y de los vasos comunicantes que los unen. Feijóo ha hecho de la ausencia de Vox en Galicia una de sus señas de identidad, y así lo expone ante su partido siempre que tiene ocasión. Lo hizo durante la convención nacional de octubre de 2021, en los congresos autonómicos en los que ha participado o en la reciente campaña en Castilla y León.

¿Y Ciudadanos? El partido de Inés Arrimadas ha respirado precisamente con los resultados del 13F, pese a que han pasado de doce a un procurador, pero se conforman con tener representación parlamentaria. “Hemos resistido”, aseguraba una importante figura de la dirección el miércoles en el Congreso, quien defendía también que su formación ya no corre ese riesgo de desaparecer completamente que parecía inevitable hace apenas unas semanas.

En Ciudadanos casi están más atónitos con la situación del PP que con la llegada de Feijóo. Y expectantes. Con cierto regocijo recordaban los intentos de absorción por parte del partido que aún lidera Pablo Casado. Una estrategia orquestada por el ya ex secretario general, Teodoro García Egea, y quien fuera secretario de Organización de Albert Rivera, Fran Hervías.

“Un año sin estar aquí puede ser complicado para Feijóo”, aseguraba la misma fuente en referencia a su ausencia del Congreso. A este hándicap añadía otro: “No sé cómo estará el PP”. El espectáculo de deserciones y traiciones internas de los últimos días ha dejado herido al partido.

Esa será otra misión de Feijóo en Madrid: pacificar su partido. De momento, la solución “urgente” que planteó no ha llegado. Casado no ha dimitido y, de hecho, se mantendrá al frente del PP hasta abril. Este jueves, cuando Rusia lanzó su ataque militar contra Ucrania, fue él quien habló con el presidente Sánchez, como se encargó de constatar en un tuit.

Madrid, sinécdoque del poder en España, espera a Feijóo. Su aterrizaje se ha pospuesto, pero son pocos los que dudan de que acabará llegando. Al menos, cuentan con ello y diseñan ya las futuras estrategias. De momento, el dirigente gallego ha bajado un poco el pistón, después del intento fallido de acelerar el relevo en la cúpula del PP. En la madrugada del miércoles al jueves, tras estar seis horas reunido en Génova, salió y dijo que tenía que pensar si se postulaba para presidir el partido. “No voy a hacer ninguna valoración sobre ocupar ninguna vacante que no es tal, la Presidencia del partido, ni de un congreso que no se ha convocado”, dijo. Preguntado por la unanimidad en el resto de barones para que dé el paso, cortó tajante: “Se lo agradezco, pero si no les importa el que tiene que decidirlo soy yo”. Y la duda quedó sobrevolando el PP.