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¿Y si el SUV más lógico es el que no lo es?

El Hyundai i20 Active es un compacto con apariencia de todo terreno.

Jorge Castro

La evidencia dice que los todo caminos o SUV, no pisan jamás más tierra que la de un aparcamiento sin asfaltar. Y si bien nacieron como alternativas ligeras a los todo terrenos de verdad, dotándolos de ciertas aptitudes camperas como la tracción a las cuatro ruedas o mayor altura libre al suelo, lo cierto es que todas las marcas se han rendido a la evidencia y hoy por hoy, son mayoría los que se venden con tracción a las ruedas delanteras.

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Empezando, pues, la casa por los cimientos, Hyundai no se ha complicado la vida desarrollando un carísimo bastidor capaz de albergar distintas transmisiones que suelen además acarrear modificaciones en la suspensión: lo ha levantado del suelo para librar los bajos, y pista. De esta forma, en el Active las capacidades originales del i20 permanecen invariadas, y esto sinceramente, es de agradecer.

Posicionado un punto por debajo de los compactos, pero con una carrocería de cuatro metros perfectamente capaz de pasar por un coche de categoría superior, el i20 Active es un i20 vestido de campo de forma muy agraciada, nada exagerada y que, casi por derecho propio, se convierte en el más atractivo de la gama.

Primero, porque es un coche muy bien construido. Diseñado en el centro de estilo de Frankfurt y ensamblado en la factoría turca de Izmit, destila un aspecto a la vista, al tacto y al oído francamente apetecible. El interior sencillamente marca raya y se coloca a la altura de cualquier referencia alemana. Sobrio, organizado y sólido se mire por donde se mire, el i20 transmite la sensación de estar hecho para durar, y aunque ruborice reconocerlo, no siempre es algo que se observe en la competencia.

Segundo, porque tiene la posibilidad de montar uno de los motores más modernos que existen: el Kappa un litro turbo, que ocupa lo que una maleta de viaje y eroga una potencia de 120 CV, tantos como los de un buen turbodiésel, de los que conviene que nos vayamos olvidando. Sencillo en su concepción original (tres cilindros biárbol), tiene la virtud de no escucharse, no vibrar, subir de vueltas como si fuera una moto, y consumir siempre por debajo de los ocho litros aunque se conduzca de forma decididamente alegre. Muy alegre. ¡Ah!, y fácilmente consuma la mitad en ciudad y cuidando el acelerador; no es broma.

Y tercero, porque a excepción del techo solar, es imposible encontrarle una laguna de equipamiento. Por los 16.000 euros que vale, uno se lleva automatismos para luces y limpias, climatizador, volante de cuero multifunción, crucero, bluetooth, un equipo de audio muy decente y unas luces delanteras dignas de elogio, con un cornering de verdad, con su propia lámpara H1 apuntando hacia el exterior desde los proyectores delanteros y no un antiniebla que se enciende girando el volante.

Lógica en estado puro y presentación atractiva, este Hyundai avanza por dónde van a ir los tiros en el segmento “B-SUV”... que ni será “B” (utilitario?), ni SUV, porque ni lo pretende.

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