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El imán y los lazos de amistad, claves en la radicalización de la célula del 17A

El imán y lazos de amistad, claves en la radicalización de la célula del 17A
Barcelona —

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Barcelona, 22 nov (EFE).- La influencia del imán y los lazos de amistad y parentesco fueron factores clave en la radicalización de los miembros de la célula responsable de los atentados del 17A, unos jóvenes “particularmente vulnerables” al adoctrinamiento porque no sienten pertenecer al país de sus padres ni a su sociedad de acogida.

Así lo sostiene el director del Programa sobre Radicalización Violenta y Terrorismo Global del Real Instituto Elcano, Fernando Reinares, en una entrevista con Efe con motivo de su participación en una jornada organizada por la Universitat Abat Oliba, coincidiendo con el juicio que se celebra en la Audiencia Nacional por los atentados de Barcelona y Cambrils de 2017.

A la luz de la experiencia acumulada por sus años de estudio del terrorismo, Reinares sostiene que la radicalización de los jóvenes de Ripoll (Girona) que integraban la célula fue producto, ante todo, de la “influencia del imán”, como “agente” del adoctrinamiento, y de los “lazos de vecindad, amistad y parentesco” que mantenía el grupo de nueve adolescentes y jóvenes, de entre 17 y 28 años, todos ellos nacidos y crecidos en España. Dicho grupo estaba integrado por tres parejas de hermanos, dos de ellas primos entre sí.

Los jóvenes de Ripoll, sostiene Reinares, pertenecen a una generación de hijos de inmigrantes procedentes de países islámicos que en ocasiones son adoctrinados bajo influencias salafistas en una concepción de la religión “descontexualizada”, lejos de las corrientes tolerantes propias del país de sus padres, como la tradicionalmente más extendida en Marruecos.

En su opinión, sus características sociales son un ejemplo de la reciente movilización de yihadistas en España: el 60 % de los condenados por yihadismo en España desde 2012 son adolescentes y jóvenes nacidos o crecidos en España pero descendientes de inmigrantes marroquíes.

Ese tipo de jóvenes, agrega Fernando Reinares, son particularmente vulnerables a la radicalización como consecuencia de un conflicto de identidades, porque “no se identifican ya con el país del que llegaron sus padres y del que no se sienten parte cuando ocasionalmente lo visitan, pero tampoco se perciben como parte de su sociedad de acogida”. Según Reinares, a diferencia de otros casos, los jóvenes de Ripoll “no hicieron suyas las actitudes propias del salafismo yihadista como consecuencia de las condiciones socioeconómicas en que vivían”.

El discurso al que recurren los agentes radicalizadores es que “ellos son ante todo musulmanes”, que no tienen otra nación que “la nación del islam”, y que su identidad como musulmanes es incompatible con la de ser ciudadanos de una democracia “a la que deben aborrecer por ser un régimen político pecaminoso”, señala el politólogo.

Este discurso ha acabado radicalizando, a lo largo de los últimos ocho años, a “algunos miles” de personas en España, muchos de los cuales, según este especialista en terrorismo, son conocidos por las agencias de policía y los servicios de inteligencia, aunque “no tienen efectivos ni recursos para vigilarlos a todos”.

Numerosos de ellos han estado en prisión, condenados por delitos de terrorismo, o están y serán excarcelados, pero “sin que su experiencia penitenciaria los haya desradicalizado”, lamenta Reinares.

En este sentido, considera que los gobiernos deben centrarse en la desradicalización, especialmente en los ámbitos penitenciarios, como ya sucede en España, tanto en las prisiones dependientes del gobierno central como del Govern, pero también en los espacios locales, educando a la sociedad para no caer en el error “de pensar que combatir el yihadismo es oponerse al Islam”.

“Los yihadistas quieren dividirnos y ampliar la brecha que, en las sociedades occidentales, existe entre musulmanes y no musulmanes, para aprovecharse de la situación. La islamofobia favorece a los yihadistas”, mantiene Fernando Reinares.

Andrea Cuesta

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