“El dinero (de los impuestos) va a pagar rescates de las estrellitas de la Flotilla (de Gaza), a financiación ilegal de partidos, a prostitución, a fiestas o a pagar favores a algunos medios de comunicación”. El Partido Popular fue con todo en la sesión de control del miércoles. Eh, no tan rápido. No era un diputado de ese partido el que soltó la frase con la que atizar con dureza al Gobierno, sino la portavoz de Junts, Míriam Nogueras.
Los socialistas se rieron con entusiasmo una semana más con los problemas de Alberto Núñez Feijóo para encajar un buen directo en el mentón de Pedro Sánchez. La sonrisa se heló de inmediato cuando Nogueras culminó en la siguiente intervención el giro de su partido de los últimos meses. Junts es ahora el principal partido de la oposición o, dicho de forma más correcta, el partido que más daño puede hacer al Gobierno desde la oposición.
Nogueras acabó con un juego de palabras fácil de interpretar: “Quizás habría que hablar menos de cambios de horario y empezar a hablar de la hora del cambio”. Sánchez fue sobre seguro y se limitó a defender la propuesta de no volver a realizar el cambio horario y a presumir de que se ha aumentado en un 63% “las viviendas de protección oficial que están en construcción”. No le convenía hurgar más en la herida a la espera de acontecimientos.
Es cierto que algunas de las quejas de Junts no son nuevas, como tampoco lo son los comentarios sobre el mal momento de sus relaciones con el PSOE. Fue su retórica, copiada del discurso del PP, lo que llamó la atención, además de la referencia al “cambio”.
Como ejemplo, denunció que están congeladas en el Congreso dos proposiciones de ley de su partido sobre multirreincidencia de extranjeros y de lucha contra la ocupación de viviendas. Lo están porque los socialistas no tienen margen para negociar asuntos que contarán con el rechazo de sus socios de izquierda y porque no tiene intención de unirse a los partidos de derecha para que salgan adelante.
En resumidas cuentas, Nogueras estaba exigiendo algo que sabe que el Gobierno no le puede conceder. Fuentes de Junts dejaron claro después que eso no les importa: “La afirmación de hoy no es gratuita. Esto va en serio. Nunca habíamos hablado de cambio”.
No era porque la portavoz de Junts se hubiera levantado con gran energía después de desayunar una butifarra. Un grupo de alcaldes del partido se reunió el lunes con Carles Puigdemont en Waterloo con la intención de pedirle más dureza en el mensaje contra la inmigración. Era una cita que habían reclamado sólo un mes después de verse con el secretario general, Jordi Turull. Están nerviosos porque Junts pierde terreno frente a la ultraderecha de Aliança Catalana en el debate sobre la seguridad, también en el ámbito local.
Sólo un día antes, Puigdemont había marcado doctrina con un breve discurso. Sin mencionar a Aliança, el líder del partido quiso calmar los ánimos. Llamó “modas”, “péndulos” y “ocurrencias” a los mensajes de la ultraderecha independentista: “A veces existe la tentación de sucumbir a las modas y hay gente que lo hace. Pero alguien debe quedar en el país que tenga esta mirada de Estado, esta mirada larga de la construcción de la nación, que nunca acaba y es permanente”.
Es un mensaje no muy distinto al que emplea el PP para hacer frente a Vox y que no le ha sido útil para detener el ascenso de la extrema derecha en los sondeos. Lo que está claro es que los alcaldes de Junts creen que no les sirve para nada. Quieren mano dura, no grandes palabras sobre la “mirada de Estado”.
La última encuesta de julio del CEO –organismo público de la Generalitat– prevé entre diez y once escaños para Aliança (ahora cuenta con dos) y de 28 a 30 para Junts (tuvo 35 en las últimas elecciones) con vistas a las próximas autonómicas. El índice de aprobación de Sílvia Orriols, líder de Aliança y alcaldesa de Ripoll, es casi idéntico al de Puigdemont.
Lo que no quitó el sueño a los socialistas fue la intervención de Feijóo en el Congreso. A falta de ideas nuevas, creyó que nada mejor que comenzar con el lapsus de Yolanda Díaz del día anterior (“queda Gobierno de corrupción para rato”). Muy osado, teniendo en cuenta que él puede presumir de una larga colección de lapsus a falta de mejor palabra para definirlos. El lunes, dijo que las horas trabajadas en España “han caído un 8,9% desde 2018” y que, por tanto, ha bajado la productividad. Si lo primero fuera cierto, que no lo es, la productividad habría subido de forma espectacular después de los últimos años de crecimiento del PIB.
Sánchez no nació ayer y venía preparado. La verdad es que lo tenía fácil: “Usted es un campeón del lapsus. ¿O cuando dice que Huelva está en el Mediterráneo o que Orwell escribió su obra '1984' en 1984 y no en 1949 no es un lapsus sino incultura?”. Otra jornada en que Sánchez no paraba de reírse y a Feijóo se le quedaba un rictus de perplejidad. En los pasillos, presumía de que había sido un gran acierto preguntar al presidente si el PSOE se ha financiado de forma ilegal. Sánchez dijo que no. ¿Qué esperaba que dijera?
Los ministros salieron del pleno con la intención de restar “dramatismo” a los avisos de Junts. El partido nacionalista descartó hablar de un posible apoyo a una moción de censura. Ese no es el territorio en el que se mueve en estos momentos ni le beneficia alimentar la teoría de que pueden llevar en brazos a Feijóo a La Moncloa, que es algo de lo que Gabriel Rufián lleva avisando desde hace tiempo.
“Como estamos ahora, no tiene sentido continuar y el chicle ya no da más de sí”, dijeron fuentes de Junts. Lo que sí pueden hacer es anunciar que no votarán a favor ni siquiera de un decreto a favor de la alimentación saludable de los niños. Eso convertiría a la legislatura en un muerto viviente, aunque, como se ve en el cine, no es tan sencillo matar a un zombi.