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CRÓNICA

Vox sufre un ataque de masculinidad frágil al romper con el PP

Santiago Abascal en un pleno del Congreso en mayo.
11 de julio de 2024 22:56 h

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No importa lo que haces, sino cómo lo haces. Esta es una máxima que resulta útil en la política. Cuando hay que tomar una decisión trascendental que no está exenta de riesgos, conviene acertar en el método. No parecer desesperado ni vengativo. No aparentar que te han engañado como a un idiota, porque entonces quedas como un idiota. Mostrarte firme, pero no parecer un fanático. No importa cuántos ejemplos se den. Da la impresión de que Vox no ha dado la talla en ninguno de ellos.

Los auténticos gobiernos Frankenstein han sido los del PP y Vox en varias comunidades autónomas. No han durado ni un año. Después de las elecciones de mayo de 2023, el partido de extrema derecha no estaba dispuesto a volver a regalar su apoyo y lo mismo tenía pensado para las generales de julio. Quería formar gabinetes de coalición para demostrar que era un partido que podía gobernar y condicionar al Partido Popular. Ante la primera dificultad seria, ha reaccionado como un elefante drogado, embistiendo a un lado y otro y mostrando también su vulnerabilidad.

Una forma estúpida de romper un Gobierno es hacerlo sobre un asunto en que son conocidas las diferencias entre dos partidos. Saber gestionarlas es un requisito en un Gobierno de coalición. Ante la cuestión migratoria, la posición del PP es revelar lo menos posible. Aparenta estar dispuesto a cumplir sus obligaciones legales en relación a los menores inmigrantes, pero luego varios de sus gobiernos autonómicos vulneraron el acuerdo de 2023 para no cumplir su parte y aliviar en parte la situación de Canarias y Ceuta. De vez en cuando, Feijóo hace declaraciones alarmistas no muy diferentes a las de Vox. Cuando el PSOE propone establecer un sistema para regularizar el reparto sobre bases pactadas, el PP se niega por completo. Es más práctico utilizar a esos menores para desgastar al Gobierno.

Vox se comporta como si cada uno de esos menores fuera una amenaza a la seguridad de toda España. Es una posición racista, además de estrambótica. El PP prefiere ir moviéndose poco a poco, nunca firmar un acuerdo que se pueda retrasar y poner cara de estar pensando en el porvenir de España (ojo, sólo pensando). Vox apuesta a todo o nada y con esa actitud un Gobierno no dura mucho.

Por muchas diferencias que pueda haber entre ambos partidos, como ahora dice Vox, hay asuntos en los que coinciden casi por completo. Como muestra, aprobaron el mismo jueves una “ley de concordia” en el Parlamento valenciano que sustituye a la ley de memoria histórica autonómica. Su capacidad de crear concordia es nula al equiparar el franquismo, al que no condena, con la Segunda República. La portavoz de Compromís la llamó “panfleto franquista”.

La irrupción de Alvise Pérez con tres eurodiputados ha provocado una conmoción en Vox. Pensaba que uno de los propagadores de bulos más populares en su parroquia era un actor secundario cuyo trabajo sólo podía beneficiar al partido de Santiago Abascal. Alvise se tiraba al barro y se inventaba noticias. Los ultras se lo pasaban bien en las redes y luego votarían a Vox. La realidad fue muy diferente. El ataque de pánico tuvo varias consecuencias. La más importante fue abandonar a Meloni en el Parlamento Europeo y unirse al grupo del húngaro Orbán. La primera había dejado de ser una apestada para la derecha europea. Ya no era lo bastante dura para Vox.

Con la intención de frenar al showman ultra, Abascal decidió apretar las tuercas al PP y demostrar que no hay nadie tan macho como los de Vox. En un plano menos relevante y más patético, Vox copió la idea de Alvise Pérez de publicar un listado de titulares cada día en redes sociales, un puñado de bulos en su mayoría. Resulta triste que un partido político plagie las tácticas que emplean los que no reciben una amplia cobertura de los medios de comunicación, como sí es el caso de Vox.

Todo ha ido mal para Vox desde que se produjo la purga. El partido quedó en manos de su sector más fundamentalista. En el grupo parlamentario, los diputados de mentalidad más independiente, que no moderada, fueron eliminados antes de las elecciones de julio. Los talibanes impusieron el control y la adhesión incondicional a la dirección. Junto a Abascal en los escaños, están ahora una portavoz de menos de 30 años y un diputado de 35, José María Figaredo, que cuando se levanta para intervenir provoca las risas de los diputados socialistas. Antes de que comience a hablar. Está claro que Iván Espinosa de los Monteros y Macarena Olona tenían más peso que sus sucesores.

Antes de tomar la decisión final, Abascal acusó a Alberto Núñez Feijóo de ser el responsable de la ruptura entre ambos partidos. “El señor Feijóo intentó desde el principio romper los pactos regionales con Vox y no ha parado hasta convertirlos en imposibles”, dijo el miércoles por la mañana en el Congreso sin ofrecer ninguna prueba de ello. No se daba cuenta de que presentaba al líder del PP como un tipo astuto que había engañado a Vox, mientras él mismo quedaba como el pardillo al que era fácil confundir.

A última hora del jueves, Abascal comunicó la decisión que todos daban por hecha. La reunión de la dirección no debió de ser un trámite. Comenzó a las seis y media de la tarde y estaba previsto que Abascal saliera a hacer una declaración sin preguntas a las ocho. Al final, apareció con hora y media de retraso. Todos los dirigentes tuvieron que aparecer detrás de él, un recurso habitual cuando se quiere afirmar que todos están con el líder, sea cierto o no.

La espera no mereció la pena. Abascal se limitó a acusar a Feijóo de haberse “dedicado a torpedear los acuerdos” con Vox y de ordenar a sus presidentes que aceptaran el reparto de menos de 400 menores inmigrantes. A eso se limitaba todo. De inmediato, anunció que los pactos con el PP están rotos y que sus diputados pasarán a la oposición. Con los presupuestos aprobados en esas comunidades, el PP se lo tomará con calma.

Será Vox quien tenga que decidir cuanto antes cuál será su futuro en esos parlamentos, presionado desde ambos lados, desde el PP que tendrá el apoyo de la prensa de derechas, y en menor medida desde la banda digital de Alvise Pérez.

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