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Estefanía Molina sobre 'La casa de papel': “¿Estoy con los buenos o con los malos?”

Piedad Sancristóval

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Estefanía Molina es una de las analistas políticas habituales en los medios informativos. Periodista y politóloga, en ambos grados fue la primera de su promoción en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Acaba de publicar El berrinche político, los años que sacudieron la política española, que se centra en el periodo desde que los nuevos partidos entran en las instituciones en 2015. Para Molina, esta situación, derivada del 15M, guarda cierta relación con la serie que ha elegido recomendar, La casa de papel, que puede verse en Netflix y cuya temporada final se estrenará en dos tandas de cinco episodios, una a partir del 3 de septiembre y otra desde el 3 de diciembre de este año.

“Es una de esas series que tal vez sin esperarlo me enganchó enseguida —apunta Molina—. Me la recomendaba mucha gente y yo siempre estaba reticente. Pensaba: 'Será la típica de acción'. Pero en el momento que vi un capítulo puedo certificar que me pasé todas las Navidades pasadas viendo La casa de papel de cabo a rabo y si me dan ocho temporadas más, ocho más que veo. Me gustó muchísimo y sobre todo, lo que más me interesó fue su adecuación al tiempo político. No está muy desligado de lo de mi libro, se señalan varios elementos fundamentales para su trama, un atraco, un robo. Creo que al papel de la opinión pública se le da una dimensión que es fundamental y que la política tiene. Ellos logran ganarse a la opinión pública y son como los antisistemas de todo ese entramado. Son conscientes todo el tiempo de que ganarse el favor de los ciudadanos es lo que les va a permitir seguir avanzando en su trama y para mí ese elemento, esa lucha sistémica se explica muy bien. A lo mejor he conectado por eso, por lo que ha pasado estos años”. 

Se refiere al cambio político del último lustro, sobre el que alerta: “Las instituciones han tamizado sentimientos (del 15M) que eran nobles, porque era esperanza de regeneración, de más transparencia en el entramado político, de nuevos partidos que trajeran nuevas demandas o canalizaran nuevos anhelos. El bipartidismo se quemó en cuarenta años, y parece que en cinco o seis se ha quemado esta nueva realidad. Hay un riesgo de que la clase política no sepa detectar cómo ha cambiado el sistema y eso lleve a unos sentimientos de nihilismo, resignación, hastío y a fin de cuentas, antipolítica”. 

“Aquí la bondad y la maldad cambian rápidamente de lado”

Respecto a la propuesta del guionista y productor ejecutivo Alex Pina, el hecho de que los protagonistas sean ladrones no ha distanciado a Molina de sus preocupaciones: “Me gustan mucho todas las series donde no hay buenos ni malos. Aquí la bondad y la maldad cambian rápidamente de lado. Por un lado están los atracadores, o el robo que ellos quieren llevar a cabo y por otro lado está la policía. Y el propio espectador se va sintiendo a veces ambivalente: '¿estoy con los buenos o estoy con los malos? ¿Quiénes son los buenos y quiénes son los malos?' Creo que mover al espectador, no hacer que esté cómodo cuando ve la serie es una maravilla. Incluso en el propio registro de los personajes, porque son atracadores, pero son atracadores con vidas personales, con miserias personales, luces y sombras que tiene cualquier ciudadano de a pie. Esa humanidad de uno, que no es esencialmente buena o esencialmente mala, que son las circunstancias, la historia de vida, es lo que me ha atrapado a nivel humano”. 

Y entre estos personajes, tiene claros favoritos: “Hay dos que para mí son los centrales en la trama y que el espectador ya irá viendo, no vamos a hacer spoiler, qué relación existe entre ellos, que son para mí las dos inteligencias con mayúsculas de esta historia. Uno es el profesor, al final es la persona que idea el atraco y la persona que tiene todo calculado al milímetro. Es alguien metódico, una inteligencia al servicio de un fin, de lograr algo, una especie de resarcimiento personal, y eso se cuenta en la historia, y él pone a ese fin esa inteligencia. Es un personaje que encandila porque la historia está tan bien hilada que cuando el espectador pega un salto, 'esto no va a salir bien', de pronto el profesor hace una pirueta y consigue salir de ahí. Y el otro personaje que es también central es Berlín, uno de los atracadores. Tal vez sea el personaje más controvertido porque tengo muchas amigas que dicen: '¿Cómo puede gustar este personaje si a veces tiene un trato con las mujeres no muy conforme, no muy agradable?'. Creo que es la otra inteligencia de la historia, al final Berlín es la inteligencia convertida en nihilismo. Es la supervivencia y el hastío, incluso el cinismo. Pero a la vez los dos son muy inteligentes y esas son las dos vertientes que puede tomar una persona inteligente, un nihilismo o un existencialismo, algo que al final está también muy en la historia de la filosofía”.

“Parece una serie de Hollywood”

Aunque el paralelismo con el cambio político de los últimos años es el factor con el que más ha conectado, Estefanía Molina destaca también su factura: “Es la típica serie que uno no piensa que sea española. Creo que hay una innovación a nivel de registros de los personajes, de trama, de trabajo de lo que es todo el argumento de la historia, de escenarios, producción, todo el cambio audiovisual… está trabajado de una forma que yo hubiese dicho: 'Esta serie es de Hollywood'. Muchos de los actores eran conocidos, pero a lo mejor no tanto, y ahí se convierten en una auténtica revelación, un auténtico fenómeno de masas. Recuerdo haber visto entrevistas de los actores, porque me he vuelto muy fan de La casa de papel, en las que explican que salen a la calle en cualquier país de Latinoamérica donde se ha emitido también, ni que decir en España, y son rápidamente perseguidos por los fans, es que ha sido una auténtica revelación. Creo que tiene todo lo bueno de que conecta con sucesos que han pasado en España pero a la vez tiene todo lo fabuloso de lo bien trabajada que está que parece una serie de Hollywood”.

Molina ha disfrutado al reconocer localizaciones de la serie: “Yo, que he correteado por muchos ministerios intuyo que hay algún edificio que se parece a alguno, me digo: 'No puede ser que esto se haya rodado ahí'”. Acierta por ejemplo en lo que respecta al ministerio de Fomento, que fue cedido gratuitamente a la producción (ver aquí). La periodista abunda en su admiración: “Hay una potencia, fuegos de artificio, disparos, bombas, en pleno centro de Madrid. Es absolutamente fascinante. Nunca había visto una producción española así y creo que ese es el gran orgullo que tenemos que tener con La casa de papel, ese repertorio de efectos audiovisuales, incluso de parecer una película en sí misma. Yo creo que La casa de papel es una película hecha serie, todo es tan espectacular, todo lo que ocurre, que llega muchísimo. Es una gozada verla, incluso si quitáramos la voz, a nivel visual es espectacular”. 

“El plan del profesor es perfecto, pero choca con la realidad”

La serie plantea un elaboradísimo atraco con un gigantesco botín, un género clásico a lo grande. “Me encantan los thrillers, —señala al respecto la analista política—, soy de las que ha leído mucha novela policiaca, series de investigación, incluso de pequeña era muy aficionada a unos dibujos que iban de que el personaje descubría cómo había sucedido un asesinato. Por tanto en este caso, en el que es un atraco, se trata de ver cómo hay un plan perfecto pero siempre por una circunstancia sobrevenida, creo que eso es mucho La casa de papel, ese plan perfecto en la cabeza del creador, que es el profesor, choca con la realidad. Y la capacidad de sobreponerse a esas injerencias, esas interferencias de la realidad es parte de la magia, porque todos los escenarios están estudiados, si no ocurre esto ocurrirá esto otro y para una mente humana, incorporar la incertidumbre, los escenarios hipotéticos y darles una salida, me da la sensación de que es un trabajo exquisito”. 

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