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Un impulso para conservar los comercios históricos e intentar frenar su sangría en Sevilla

Para recibir esta distinción, los establecimientos deben llevar abiertos al menos 40 años.

Antonio Morente

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“Es una realidad que en la ciudad de Sevilla, al igual que está ocurriendo en otras grandes ciudades de España, están desapareciendo de forma alarmante una serie de establecimientos singulares que todos los sevillanos reconocemos como una parte indiscutible de nuestra historia”. Con esta afirmación como punto de partida, recogida en la exposición de motivos, el pleno del Ayuntamiento hispalense ha respaldado con el voto favorable de PSOE, Cs y Vox, y la abstención de PP y Adelante Sevilla, la ordenanza que pretende frenar la sangría de negocios emblemáticos que echan la persiana y, con ello, se despersonaliza cada vez más el comercio local.

La ordenanza en realidad regula el distintivo con el que se va a distinguir a los establecimientos que lleven abiertos ininterrumpidamente más de 40 años (aquí no computa el tiempo en el que todo estuvo cerrado por la pandemia) y que desarrollen una actividad singular que con el paso de los años tiende a desaparecer. Esto la propia ordenanza lo resume de manera un tanto poética asegurando que el mantenimiento del negocio “representa un auténtico viaje al pasado”.

Una nota diferente ante las franquicias

También valen los locales que contengan elementos con valor histórico o patrimonial protegido o destacable, o elementos (mobiliario, rótulos, ornamentación de fachada…) que los hagan singulares. Son, en general, negocios familiares, algunos con hasta un siglo de vida a sus espaldas y que aportan una nota de autenticidad y originalidad en un panorama comercial cada vez más dominado por la uniformidad de las franquicias.

¿En qué se traduce, de manera práctica, esta ordenanza que persigue dar algo de amparo? Pues en una línea anual de subvenciones, en campañas específicas de promoción y en bonificaciones y exenciones fiscales, un apoyo para unos negocios que son herederos de una forma de hacer las cosas en vías de extinción, basada en la “relación directa entre comprador y vendedor y un alto nivel de especialización”, a lo que se une que la actividad se desarrolla “en edificaciones o locales con valores histórico-artísticos singulares”.

Dentro de los circuitos turísticos

Esta iniciativa lo que viene es a recoger el testigo de un proyecto que puso en marcha la Cámara de Comercio, que en 2018 y 2019 ya distinguió a varios de estos establecimientos, pero ahora el Ayuntamiento le da la cobertura de una ordenanza y crea un emblema distintivo. Son locales que no sólo forman parte de la piel de la ciudad, sino que incluso han entrado en el circuito turístico por su personalidad, hablamos de bares, comercios y hoteles como El Rinconcillo, La Campana, Las Teresas, el Patio de San Eloy, el hotel Alfonso XIII, Bordados Foronda, Sombrerería Maquedano, la Cerería El Salvador…

El Consistorio le reconoce a estos negocios que juegan un papel decisivo en la economía local, “no sólo por su capacidad para generar un paisaje urbano único que aporta un valor cultural, histórico y turístico, sino como un elemento que forma parte del entorno”. Pero el problema, y eso lo admite el propio gobierno local, es que no son pocos los que están en serio peligro de desaparición.

Los motivos de una crisis que no cesa

Las causas de este adiós son variadas, y las refleja la propia ordenanza como la falta de sucesión o inviabilidad del negocio o por el final de la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) que elimina las rentas antiguas y ha sido la puntilla para más de uno. Pero es que incluso se apunta a “la presión inmobiliaria de las grandes franquicias, que están invadiendo los centros históricos en un proceso imparable de despersonalización y pérdida de identidad de la ciudad”. 

A esto hay que sumarle otros factores, como el desarrollo de las grandes superficies comerciales o del comercio electrónico, que han revolucionado los hábitos de consumo, “poniendo en grave peligro al comercio tradicional”. Y otro aspecto curioso que se apunta es el de “la carencia de una conciencia de valoración de nuestro patrimonio etnográfico, que ha supuesto el menosprecio de todo aquello que se aparta de los cánones cultos y académicos”. 

El delegado de Economía y Comercio, Francisco Páez (PSOE), admite que la ordenanza “trata de atajar el proceso de despersonalización de áreas históricas por la presión de otras formas comerciales como las grandes cadenas de franquicias”. Con esta iniciativa, lo que se pretende es contribuir a mejorar la rentabilidad de unos establecimientos que “juegan un papel decisivo en la economía local, generan un paisaje urbano único que aporta un valor cultural, histórico y turístico y forman parte del entorno y las costumbres de la ciudad de Sevilla”.

Un riesgo permanente

“Son patrimonio de la ciudad”, resume Tomás González, presidente de Aprocom, la Confederación Provincial del Comercio, que incide en que “algunos tienen tal arraigo en su zona que son punto de atracción turística”. Y pese a este potencial, “lamentablemente muchos se han destruido” por la falta de relevo generacional o una gestión no adaptada a los cambios de tendencia, aunque cree que “la ciudad tendría que haber hecho más” en casos como el del Bazar Victoria, que perdió su histórico local de la calle Entrecárceles para acabar en Francos, “y ya no es lo mismo”.

“Todos los negocios familiares están en riesgo permanente”, lamenta González, “devastado” por la digitalización y un mercado que “va en otra línea como las grandes multinacionales en los centros urbanos”. Así que confía en que esta nueva iniciativa no se quede en “dar la medallita y punto” y que sirva para dinamizar de verdad “un comercio que es familiar pero que está profesionalizado: son negocios tradicionales, pero no rancios”.

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