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OPINIÓN | 'A paladas', por Antón Losada

La isla de la Cartuja, de huerta monacal a facturar el 1,9% del PIB de Andalucía tres décadas después de la Expo

El pabellón de la Comunidad Europea, en el corazón del PCT Cartuja.

Antonio Morente

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“No hay que olvidar que hace 32 años la Cartuja era un monasterio y una huerta, y hoy aquí se generan casi 3.000 millones de euros al año”. Luis Pérez Díaz, director general del Parque Científico y Tecnológico Cartuja, resume así la transformación de la isla de poco más de 200 hectáreas en la que hace ahora tres décadas se inauguró la Expo 92 de Sevilla. Aquel 20 de abril el recinto abrió con un centenar largo de pabellones que en su mayoría (67) han desaparecido, pero a cambio hoy se levantan aquí 536 empresas –especializadas sobre todo en tecnologías avanzadas– en las que trabajan 23.700 personas y que facturan al año 2.978 millones de euros. Una cantidad, por cierto, que representa el 7,8% del Producto Interior Bruto (PIB) de la provincia de Sevilla y el 1,9% del de Andalucía.

Sevilla no es que celebre estas tres décadas de la muestra con pocas alharacas, es que directamente no ha logrado ni hacerse un hueco en la agenda de la ciudad. Este martes el alcalde hispalense, Antonio Muñoz (PSOE), decía que la mejor manera de conmemorar la efeméride es con la remodelación que se está acometiendo del Paseo de Torneo, destrozado 30 años después de su construcción en el que fue para la ciudad uno de los grandes símbolos del cambio de los tiempos: el derribo del muro de Torneo, tras el que se escondían unos raíles ferroviarios que maniataban el casco urbano e impedían asomarse al Guadalquivir y ver la propia Cartuja.

Hoy, el Ayuntamiento hispalense está más enfrascado en preparar el centenario de otra exposición que también revolucionó la ciudad, la Iberoamericana de 1929, que es la nueva fecha en el punto de mira con el lema Sevilla 29/XXI. “Que 2029 sea el salto a la Sevilla del futuro, la del siglo XXI, la de la modernidad y la innovación, pero apoyándonos sobre nuestras raíces y nuestro patrimonio”, decía este lunes el propio regidor en lo que fue el arranque de los actos por un evento cuyo primer siglo se cumplirá en siete años. Mientras tanto, de la Expo 92 poco menos que solo se acuerda la asociación Legado Expo Sevilla, entidad ciudadana que ha presentado un logo conmemorativo y preparado diversas actividades.

Recordaba en una entrevista Emilio Cassinello, el que fuera comisario de la Expo 92, que en la muestra se trabajó con hitos tecnológicos que hoy son de uso común: la televisión de alta definición, la red digital de servicios digitales y, sobre todo, la fibra óptica, en unos tiempos en los que la imaginación no daba para hacerse una idea de qué era eso y para qué servía. En paralelo, los ojos se redondeaban por el asombro ante las pantallas táctiles, el 3D y unas por entonces revolucionarias fotocopias que se hacían en color.

El símbolo del puente que se repara

La ciudad se transformó para ser la anfitriona de todo aquello, una metamorfosis que tuvo una de sus mejores expresiones en los seis nuevos puentes que se construyeron frente a los cuatro que había hasta entonces en servicio. No deja de tener su punto de ironía que hoy, 30 años después, la obra pública más importante que se acomete en Sevilla sea precisamente la remodelación del principal de aquellos puentes, el del Centenario, que nació pequeño. Ni todo este tiempo, dicho sea de paso, ha sido suficiente para que la ciudad tenga una red de metro (solo cuenta con una línea), deje de ser la única gran capital española sin conexión ferroviaria con su aeropuerto o para ser capaces de cerrar la ronda de circunvalación externa, la SE-40, que se empezó a diseñar poco después de acabar la Expo. Y faltan décadas para que estos proyectos sean una realidad.

El reverso de esta situación lo tenemos en la Cartuja con sus casi 3.000 millones de actividad económica según los datos del último ejercicio cerrado, el de 2020, porque todo apunta a que los del año que viene serán todavía mejores. Además, la isla celebra este 30 aniversario viviendo una especie de segunda juventud, con la bandera del proyecto eCity para ser un espacio plenamente sostenible en 2025 que avanza sorteando obstáculos. A la vez se desarrollan iniciativas como Cartuja Qanat que implican la resurrección de las técnicas bioclimáticas de la Expo, el pabellón del Futuro (sede ahora del Archivo General de Andalucía) continúa con su remodelación para acoger la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, el del Siglo XV permitirá ampliar el cercano Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, el Centro Común de Investigación (JRC por sus siglas en inglés) de la Comisión Europea ha presentado su singular y sostenible nuevo edificio donde se levantó el nunca inaugurado pabellón de los Descubrimientos, arrasado por un incendio semanas antes de la Expo...

67 pabellones dijeron adiós

Varias de estas iniciativas implican recuperar pabellones u ocupar solares en los que se levantaron, la mayoría de ellos con carácter efímero, aunque luego se indultó a una decena de ellos. Según los datos de PCT Cartuja, se demolieron 67, aunque en el espacio que ocuparon 33 de ellos se levantaron nuevos edificios hoy en servicio. Junto a ellos, siguen en uso 40 inmuebles, tres están en proceso de utilización y cinco se desmontaron para volverse a levantar en sus lugares de origen. Recientemente, además, la Junta de Andalucía (propietaria del recinto) sacaba a subasta las parcelas en las que se erigieron 34 de los pabellones eliminados, entre ellos, los de Japón, Israel y Austria.

Con todo, hasta la fecha había ocho elementos de la Exposición Universal protegidos por la normativa urbanística municipal: en concreto los pabellones de Francia, España, Finlandia y Navegación, la Torre Shindher, el Teatro Central, el Edificio Redesa y el Monasterio de Santa María de las Cuevas. Recientemente, el Ayuntamiento hispalense ampliaba esta protección a otros 16 edificios y espacios libres emblemáticos en una isla que acogió una arquitectura que en muchos aspectos se adelantó a su tiempo. El objetivo, además de preservar este legado, es animar a los turistas a pasarse por la Cartuja, con lo que se cerrará el círculo en un recinto que en 1992 recibió casi 42 millones de visitas: la isla por la que entonces pasearon encerraba las maravillas de un mundo que todavía no estaban a un golpe de internet, mientras que hoy es el escenario de un desarrollo tecnológico que arroja frutos que hace tres décadas eran pura ciencia ficción.

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